El actor productor y guionista estadounidense Jonah Hill (“The 40 Year Old Virgin”, “Knocked Up”, “American Trip”), de 35 años, ha escrito y dirigido su ópera prima, “En los 90” (Mid 90’s), que tras recibir aplausos en el Festival de Toronto ha sido elegida como una de las diez mejores películas independientes del año por la National Board of Review.
“Teen movie”, película bastante indie con acertada banda sonora entre punk y rock incluyendo algunos de los grandes éxitos de la década, calificada por parte de la crítica internacional como una obra llena de melancolía y autenticidad, descansa en la sorprendente interpretación, por natural, del actor de trece años Sunny Suljic (“El sacrificio del ciervo sagrado”), alter ego del realizador Jonah Hill en este relato de un chaval que hace su entrada en la adolescencia en la ciudad de Los Ángeles, en los años 1990.
Stevie (Sunny Suljic), un simpático chico pasa el verano lidiando con una madre ausente (Katherine Waterson, “Los animales fantásticos”, “Steve Jobs”) en varios sentidos, un hermano mayor acomplejado que raya en el autismo (Lucas Hedges, “Lady Bird”, “Manchester by the sea”) y el nuevo grupo de amigos –la pandilla tan necesaria- que ha conocido en una tienda de monopatines (skates).
Muy meritoria para tratarse de una primera película, el relato en paralelo de esa familia ciertamente muy desestructurada y la iniciación y el aprendizaje de un chaval que delante de nuestros ojos da el salto de la infancia a la adolescencia –esa infancia obligada a buscarse la vida emocionalmente- es indistintamente enternecedor, divertido, sombrío y hasta trágico, lo que incluye una gran dosis de ternura “por esos chicos de apodos imposibles” y tiene como fondo la violencia social en diversos aspectos: violencia familiar, violencia de la calle, violencia de situaciones y de gestos.
Lo que distingue a esta película de otras “iniciaciones” al uso –aparte de que todo sucede desde el punto de vista del chico- es que, para hacerse aceptar por el grupo “de mayores”, el pequeño héroe elige un aprendizaje duro, casi masoquista, hecho de repetidas e inevitables caídas para controlar el patín, para deslizarse sobre las cosas e incluso volar por encima de ellas, un aprendizaje de moratones y de sangre, hasta llegar a la inconsciencia. “Los dramas, las fracturas y las contusiones marcan la entrada en la adolescencia de Stevie y de sus modelos, sin que eso les convierta en hombres responsables » (Thomas Lequeu,Critikat).
“Stevie es el mito de Icaro en miniatura” (Camille Nevers, Libération). Y la película tiene un final feliz: Stevie domina el monopatín, el grupo le ha aceptado pese a que todos le sacan una cabeza.
Lo mejor de toda la película son justamente las escenas de grupo de los fans del skate, sus diálogos intrascendentes, sus constantes infracciones en los lugares en que está prohibido patinar, su deambular por el barrio donde se mezclan mendigos, drogadictos, patinadores, primeras novias, jubilados y ociosos, sin olvidar a los policías que periódicamente les disuelven.