De estreno en Francia este mes de julio « Zama » la última película de la cineasta argentina Lucrecia Martel, brillante realización, que obtuvo el gran premio del festival Cine Latino de Toulouse, tras su paso por el festival de Venecia.
Se trata del cuarto largometraje en la filmografía de esta directora argentina cuyas películas han sido desde sus comienzos seleccionadas y admiradas en los grandes festivales internacionales. Desde “La ciénaga” 2001 a “La niña santa” 2003, o “La mujer sin cabeza” 2008, y ahora “Zama” 2017, guionista, directora y productora Lucrecia Martel prosigue la construcción de una obra cinematográfica genuina y coherente en sus opciones artísticas.
Si en sus películas anteriores, desde ángulos diversos, estaba muy presente el tema de la familia como núcleo y microcosmos de las relaciones humanas en nuestra sociedad, con “Zama” se adentra ahora en un terreno muy diferente al adaptar al cine la novela de Antonio di Benedetto, primera parte de su trilogía sobre la espera, que nos lleva al siglo XVIII en una colonia de América latina.
El juez don Diego de Zama espera poder regresar a Buenos Aires para reunirse con su familia, pero la orden de su traslado no llega, y la espera se le hace interminable en ese lugar dejado de la mano de Dios. Al no soportar más, Zama se escapa, enrolándose como mercenario en una misión encargada de la persecución del peligroso bandido Vicuña Porto.
La esclavitud, la explotación y el genocidio de los indígenas en América en pleno siglo XVIII, es evocado por Martel a través de la angustia existencial de ese personaje de Zama, perdido en un lejano virreinato de las colonias en Paraguay, que al borde de la locura, será capturado por los indios y sometido a una ceremonia iniciática, en la que los cuerpos desnudos pintados de rojo de los reos se mezclan y se agitan, con esa promiscuidad que capta su brillante puesta en escena.
Martel se sirve de lo fantástico y surrealista para evocar la vida en la colonia y la infernal aventura de su protagonista. Una Llama que se pasea observando la vida de los humanos, una cabeza de caballo que mira a la cámara mientras la acción se desarrolla a sus espaldas, o los peces que se acumulan en las turbias aguas de un río, son elementos metafóricos del relato, que la cineasta filma con meticulosa precisión, en la natural cohabitación entre humanos y animales.
Cada plano es como un retablo, con precisos encuadres a través de puertas y ventanas, en los que Martel se sirve con talento de la profundidad de campo y de una elaborada banda sonora. La esmerada dirección artística, en su vestuario y decorados otorga así mismo autenticidad y veracidad a ese relato en un momento histórico preciso, pero en una atmosfera que va de lo antropológico a lo mágico, a contrapelo del clásico cine “histórico o de aventuras”.
La excelente dirección de fotografía está a cargo del portugués Rui Poças, cómplice habitual de los directores portugueses Miguel Gomes, y Joao Pedro Rodrigues. La música adicional, recurso que Lucrecia Martel había evitado en sus películas anteriores, es aquí la de los guitarristas brasileños “Los indios Tabajaras”. “Es un grupo de los años 50 que descubrí en YouTube -explica la directora argentina- y me pareció que era una buena opción para una película sobre la dificultad de ser”.
En la localización de exteriores y en su estética cinematográfica, los primeros planos de “Zama” me han hecho pensar en aquella excelente película de Lisandro Alonso que es “Jauja”, con la que tiene bastantes puntos en común. Pero en su visión de la vida en las colonias entronca también con películas como “Aguirre, la cólera de Dios” de Werner Herzog, o “Cabeza de vaca” del mexicano Nicolás Echevarría.
En su reparto una buena mezcla de profesionales y no profesionales. Entre los primeros: el hispano mexicano Daniel Giménez Cacho, la española Lola Dueñas, el argentino Juan Minujin, o el brasileño Matheus Nachtergaele.