De la nueva Carta Mundial de Ética para Periodistas, que fue aprobada en el último Congreso de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), ya se dio cuenta hace poco en esta publicación. Pero como dijo Quevedo, «cuatro huevos son dos pares» y eso es más profundo de lo que parece. La Carta recién publicada sucede a la Declaración de Principios que estableció -en Burdeos- otro congreso de la FIP, allá en el año 1954.
Hubo alguna actualización menor años después, sin embargo no había sido retocada fundamentalmente. Ahora, tras el voto favorable de la mayoría de los trescientos delegados asistentes al último Congreso de la FIP en de Túnez (10-14 de junio de 2019), ha sido revisada de nuevo por los miembros de su Comité Ejecutivo. Algunos términos no parecían siempre fácilmente traducibles entre sí en los idiomas oficiales de la FIP (inglés, francés y español); quizá había esa misma dificultad en las demás lenguas usadas habitual o esporádicamente por la organización (árabe, ruso, alemán, etcétera).
Por ejemplo, en muchos países, los términos “raza” o “raza humana” -científicamente cuestionados en nuestro tiempo- han provocado nuevos debates. En varios países europeos, su utilización se asocia a la extrema derecha más virulenta. Es un concepto que –con frecuencia- precede al lanzamiento de expresiones de odio y discriminación. Por eso, en la República Francesa, ese término (raza) fue suprimido recientemente de su Constitución porque la ciencia actual no reconoce nada más que “una sola especie humana”.
Pero en el Reino Unido las leyes antirracistas siguen refiriéndose a la raza para combatir el racismo, lo mismo que en Estados Unidos siguen exigiendo su precisión –en ocasiones imposible- en determinados documentos legales. La idea de precisar “la raza” en documentos públicos despierta pesadillas en países que sufrieron las leyes raciales del sistema nazi, empezando por la propia Alemania.
Y además de reavivar ese debate, cultural y político, la Carta de la FIP ha requerido precisar la perspectiva de género en los distintos idiomas (no siempre fácil de traducir). También una aproximación al periodismo de nuestro tiempo. Éste convive, o malvive, en medio de la multiplicación ampulosa de la información –y de las falsedades- que circulan por internet y las redes sociales.
La nueva Carta Ética Global para Periodistas está basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (de 1948) y en otros textos jurídicos del Derecho internacional. En su prólogo y en los 16 artículos que siguen se considera siempre que el primer compromiso del periodista es “con el público”, antes que con los propietarios de los medios o con los gobiernos o autoridades de turno. En estos tiempos de precariedad laboral, asume que el buen periodismo y el ejercicio ético de la profesión conviven difícilmente –si pueden hacerlo de verdad- con la precariedad de los periodistas, tan extendida en el siglo XXI.
Otro debate señalado fue el del necesario respeto “a la verdad”. En la discusión, algunos expertos consideraron que había más bien que respetar “los hechos” o el relato de los hechos. Porque la verdad no siempre es única o claramente precisa. El artículo 1 de la Carta (en su versión en español) ha quedado así: “Respetar la verdad de los hechos y el derecho del público a conocerla constituye el deber primordial del periodista”.
Como todas las declaraciones de principios, la Carta Mundial de Ética para Periodistas parece un conjunto de evidencias o verdades de Perogrullo. No lo es, desde luego; sino el resultado de un debate largo y profundo. Y conviene difundirlo en este tiempo de explosión de mentiras, rumores y falsedades que nos ha tocado vivir. Es un instrumento práctico y poético. En los medios de comunicación, y en otras plataformas del exceso, era necesario este cañonazo del buen periodismo contra manipuladores y mentirosos de todas clases.
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