12 y 13 de diciembre de 2015 en el Teatro Monumental de la calle de Atocha de Madrid, dos conciertos organizados en España por el promotor Juan Verdú, una historia de más de treinta años de dedicación a la promoción del arte y artistas flamencos.
Director del Festival Suma Flamenca de Madrid desde su fundación en 2006 hasta 2015, sin renovación de contrato para 2016, quién sabe el porqué, él, que se siente ante todo ‘un activista flamenco’ acepta el reto de su pase de lo público a lo privado y lo supera con éxito: 1282 asistentes al primer concierto.
Juan Verdú es la persona que más ha hecho desde los inicios de la democracia por poner este arte, -Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad 2010 por la UNESCO – en el lugar de preeminencia que le corresponde y va a seguir apostando porque Madrid sea la capital mundial del flamenco.
Conciertos de primeras figuras: El sábado actuaban el cantaor José Mercé, el guitarrista Gerardo Núñez, la dama por excelencia del cante flamenco, Carmen Linares y la bailaora granaína Fuensanta la Moneta, toda una referencia del baile flamenco actual.
Hay artistas que transforman el gran escenario de un teatro en un tablao. Así es el cantaor José Mercé, un referente del cante flamenco desde hace muchos años. Dos sillas, para él y para su guitarrista Alfredo Lagos. Siempre duendeando este jerezano del barrio de Santiago, dignísimo representante de una larga saga de cantaores gitanos que se remonta al bisabuelo Paco de la Luz, al tío Manuel Soto Monge y al primo Vicente Soto Sordera.
En su media hora de concierto se lució arrancándose con una soleá genialmente acompañada por la guitarra del también jerezano Alfredo Lagos; siguió con una serie de fandangos naturales y remató por alegrías, aplaudidas entusiásticamente. Sigue disfrutando de un excelente momento artístico este joven de sesenta años, que no para de grabar, lo último su antología 40 años de Cante, a la que se siente obligado por ser quien es y venir de donde viene.
Gerardo Núñez, guitarrista de referencia internacional, jerezano de pro, compositor de flamenco y jazz. Se hace muy, muy corto su concierto de apenas media hora. El Maestro, acompañado por su percusionista habitual El Cepillo, inicia el concierto con una Rondeña que deja a la sala en suspenso. Solo de cajón que arranca entusiasmo generalizado más que merecido por un auténtico maestro de la percusión. Mezclas de guitarra clásica y flamenca, cosas de su último álbum, Travesía de 2012, entre otras unas bulerías bordadas por cantaor y guitarrista. Hay también un poco de improvisación en este pequeño gran concierto, como él dice que le gusta hacer, con remates casi imposibles, solo posibles para su maestría. Se despiden con Sevilla, sevillanas composición de la casa. Magistrales.
Deleita con su sabiduría, elegancia y belleza. Se echan de menos sus conciertos de hora y media, como aquel del Círculo de Bellas Artes de finales de junio en la última Suma Flamenca, aquel Flamenco Ensemble con toque de guitarras, piano, saxo, contrabajo, percusión, cante y baile. Pero le basta este cortito para dejar rastro de su virtuosismo.
Escuchar en cualquier ocasión el cante de la gran dama Carmen Linares es un regalo. Aparte de su voz, estilo, presencia y elegancia, está su versatilidad, su profundo conocimiento de los estilos y palos flamencos. A ese conocimiento no hay quien la gane, en eso ha querido ser la única sucesora de La Niña de los Peines que también dominaba todo. Por eso ir a sus conciertos – no hay dos que se parezcan – es además de una gozada, una clase magistral de flamenco y canción tradicional española.
A su izquierda el gran guitarrista Salvador Gutiérrez, a su derecha las palmas y coros de Juani y Rosario. Empieza por unas Cantiñas de Cádiz, sigue con Cantes Rocieros y a continuación una serie de cantes por soleá que incluye la gran soleá de Carmen Linares Pocito de nieve y sigue con otra soleá versionada por un buen puñao de grandes cantaores, Los vientos llevan mentira/el que diga que no miente/que diga que no respira. Luego Tientos que se desgranan con la voz, la intervención magistral de la guitarra y el difícil arte de las palmas, la percusión más natural y bella de todas. Un final habitual por fandangos de Huelva en los que no faltaron letras de Juan Ramón Jiménez, poeta de culto en los conciertos de Carmen. Juani y Rosario, también cantaoras, participaron del cante de fandango. Generosidad de la maestra.
La guinda de la noche la puso la gran bailaora La Moneta, que comenzó bailando por soleá acompañada al toque por Luis Mariano, al cante por Juan Ángel y Sergio Gómez El Colorao y a la percusión por Miguel El Cheyenne.
Clase, raza y poderío es lo que define el baile de esta granaína que siguió interpretando de forma integral con sus pies, juego de brazos y manos, gesto facial y todo el cuerpo sus fantásticas coreografías, acompañadas por unos músicos que supieron poner arte y precisión en cada momento a la expresión de todos los sentires ya fuera por jaleos, verdiales de Huelva, tientos y tangos, para terminar con una zambra espectacular e inolvidable, casi irrepetible que llenó la noche con su magia.
Toda la sala se puso en pie para aplaudirla. Esto es flamenco, arte universal.
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