España, 13 de diciembre de 2015, con este segundo concierto[1] de Flamenco Monumental, Madrid ha quedado consagrada como la Capital del Flamenco, gracias a la iniciativa de Juan Verdú surgida a raíz de una llamada telefónica que le anunciaba su cese como director del festival Suma Flamenca 2016. Verdú acaba de publicar Jardín Flamenco, donde narra la historia y anécdotas de sus treinta años dedicados a este arte sin parangón en el mundo como ‘activista del flamenco’.
Tres horas de concierto y no se hizo largo. No puede dejar de mencionarse la iluminación, diferente en cada actuación, sensacional en todas. Puede apreciarse en las fotos. Como no hay programa de mano no hay forma de saber quién ha estado a cargo de la iluminación. Sea quien sea hay que felicitarlo.
Empezaron tres figuras de la fusión flamenco – jazz que llevan años actuando intermitentemente como trío: Carles Benavent a la guitarra, Jorge Pardo, solo flauta en esta ocasión y Tino di Geraldo, baterista percusionista. Un catalán, un madrileño y un asturiano nacido en Toulouse, Francia, por razones de exilio, pero con carrera hecha en España y en el mundo. Los tres, reunidos o separados han actuado con todos los que son, tanto en el mundo del jazz como del flamenco y en todos los grandes festivales del mundo. Hay porqué.
Esta noche, limitados en el tiempo, suenan a flamenco jazzero, por compás y swing. Se percibe una bulería que suena a flamenco – jazz ; el resto suena a veces a jazz – flamenco. O no. Aunque no lo parezca, hay una diferencia. Rematan con fragmentos de El Amor Brujo, que ha estado todo este año presente en muchos conciertos y desde luego en todos los festivales, por ser el centenario de su estreno. El sonido es grandioso. Flamenjazz puro. Estos tres juntos rompen moldes.
Martirio acompañada a la guitarra por su hijo Raúl Rodriguez, guitarrista, compositor, investigador e historiador del flamenco. Inicia con la ranchera Un mundo raro, dedicada a Enrique Morente para recordar que son ya cinco años que falta entre nosotros. Martirio va vestida muy en estilo latino, traje negro bordado y fular de mil colores. Con sus inseparables gafas negras, seña de identidad de la cantante. A ritmo de ranchera canta la versionadísima Noche de bodas de Chavela Vargas. Sigue por el tango Primavera y cambia la voz a un color mucho más grave. Lo cierto es que canta de un modo que transporta, ya sea a México o a Argentina.
Sin estar anunciados en programa actúan Raúl Rodríguez y Mario Gas, un barcelonés que ha bebido en las fuentes de los maestros Montoya, Sabicas y Manolo de Huelva. Ofrecen un miniconcierto en dos partes. Una dedicada a las variaciones latinoamericanas con origen en el flamenco y otra de temas ancestrales, anteriores al flamenco, lo que se hacía en Sevilla en el siglo XVI, con ascendencia africana y americana. Así llegó el fandango y otras esencias americanas a las costas andaluzas del suroeste. Una delicia de regalo inesperado de son cubano con sonido de pura esencia andaluza, como el Yo nací en Andalucía y otros sentimientos y nostalgias de alma criolla. Remataron con El negro Curro, canción de son de Raúl.
Entra Rocío Márquez en escena con su guitarrista Miguel Ángel Cortés que hace una introducción de auténtico lujo. La noche vuelve a ser americana y Rocío llama a Raúl Rodríguez para cantar una guajira a trío, dúo instrumental y la personalísima voz de Rocío. Sigue por una serie de peteneras, interrumpidas por un solo de guitarra clásica a la altura de Miguel Ángel Cortés. Sigue Rocío a ritmo pausado lleno de inflexiones, con sostenidos increíbles que por un momento me recuerdan a la Rocío de los caminos marcheneros donde estuvo acompañada a la guitarra por el maestro Pepe Habichuela, quien dijo de ella que ‘era una gran promesa’. Creo que ya, realidad. Pone la guinda con la copla Me embrujaste que en otros días cantó la otra Rocío, la más grande.
Juan Valderrama hizo de su concierto un homenaje a su padre, a quien recordó en todo momento. Comienza solo, cantando casi a oscuras, algo de Miguel Hernández; unos Cantes de Triana y una Milonga dedicada a ‘todas las mujeres del mundo’. Entra su guitarrista, Luis Calderito y con él llega la copla, Los ejes de mi carreta. Y está cantando, ahora con la voz de su padre. Es como si le impersonara, hasta físicamente.
Juan ahora habla de Cuba y del flamenco ‘que todo lo engulle’ para seguir con el homenaje a su padre cantando la guajira Mi mulata. Quiero platicar contigo/debajo del cocotero/para que tú sepas, linda/cuanto te quiero. ‘Ahora lo llaman fusión, pero esto viene de muy antiguo’. ‘Mi padre fue un pionero cantando coplas por soleá o por fandangos; Soy minero va a ritmo de fandango. Recuerda a su padre, a Farina y otros de los años cincuenta. ‘Y en recuerdo a ellos he preparado algunas coplas a partir de cantes flamencos’: Y canta, Pena mora, Su primera comunión, Madre hermosa ‘y un fandango que hacía mi padre’ Por cinco besos. Y los Valderrama, el presente y el ausente – que también está presente – rompen la sala con aplausos.
Tan joven y ya cantaor de culto termina Arcángel acompañado por el también guitarrista de culto Dani de Morón, quien inicia su concierto de guitarra flamenca por todo lo alto.
Arcángel dedica parte de su noche a Enrique Morente, cantando versos suyos. Pero también versiona a Leonard Cohen y finaliza con el poema de García Lorca La aurora de Nueva York, de su poemario norteamericano Poeta en Nueva York. Finalizar es un decir, porque Arcángel llama a Valderrama, a quienes se unen otros artistas de la noche, para traer a este tiempo presente El Emigrante, con todo su significado, de entonces y de ahora. Cantan Arcángel, Valderrama, Martirio…¿Quién no se emociona?
He ahí, porqué las tres horas de concierto no se hicieron largas.
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