Gala del 6º Festival de Cine Italiano de Madrid, con Marco Bellocchio y Ángela Molina

Asisto a la Gala del 6º Festival de Cine Italiano de Madrid que se celebra en el Instituto Italiano de Cultura (Mayor 86) el día 21 de noviembre a las 8 de la tarde.

cartel_6_festival_cine_italiano Gala del 6º Festival de Cine Italiano de Madrid, con Marco Bellocchio y Ángela MolinaMe ha costado mucho, he tenido que insistir hasta conseguir ser invitada. Tanto tráfico de influencias y ahora casi estoy atacada de influenza pero de la otra, la mala, medio tranca del frío de fuera y del de la silla que me soporta dentro.

El icono del Festival es un gato, un felino negro que ruge agazapado entre las curvas del 6º Festival y que ocupa sobre una lona o tapiz todo el escenario del Salón de Actos de este palacio donde se va a desarrollar la ceremonia. Le pregunto a un experto cinéfilo que calienta silla a mi lado si lo del felino será por Fellini o por Madrid, donde todos somos gatos nada más llegar. No me lo sabe y no me lo contesta, estamos iguales.

Hay en este monumental Salón de Actos, monumental de todo punto menos las sillas (debe de ser para que nos apretemos unos con otros), unas columnas labradas y preciosas color chocolate, dan ganas de pegarles un mordisco, y al lado, unos tapizados tan nobles como ellas, lujosos como de Visconti que las flanquean hasta el techo: son columnas chocolatánicas, amén. Ya no pregunto más, que parece que empezamos. Media hora nada más ha sido la espera, menos mal que el que llegue tarde, no entra. Para evitar este extremo -debe ser- hemos esperado tanto.

angela-Molina_Astudillo Gala del 6º Festival de Cine Italiano de Madrid, con Marco Bellocchio y Ángela MolinaPor fin empieza la Gala. Como anfitrión, el director del Instituto Italiano de Cultura Carmelo di Gennaro presenta el acto en español, y con él en el escenario, maravillosa, elegante, naturalísima, delgada, Ángela Molina. El título de diva le queda muy bien, el de estrella aún mejor. Aunque ella es tan natural que -se diría- esos adornos le son totalmente ajenos, y hasta le sobran, pero lo quiera ella o no, ella los lleva innatos, nació artista y viene de una larga saga de artistas, y ella no ha hecho más que mejorar lo que natura le dio. Hasta los escépticos se quedan mudos con su presencia y no quieren perderse detalle. Lo cierto es que cuando ella aparece en escena, todo resplandece y se olvidan las incomodidades de la espera, ahora es el calor el que viene del techo como una bomba (mejor dejémoslo en bombilla). Ella, como madrina del 6º festival, es la encargada de entregar el Premio a toda una carrera al director italiano Marco Bellocchio, protagonista indiscutible de la presente 6ª edición a él dedicada, algo que va a ocurrir en breves momentos.

Vestida como un hada de blusilla blanca con brillantes y falda larga negra, el pelo suelto y con un escueto escote que pone de relieve sus atributos en el punto justo, va leyendo, al alimón con Di Gennaro, los textos que van acompañando la celebración y, como madrina, es objeto ella misma de una retrospectiva honorífica de su obra. Así, vemos en ella a la niña desaliñada de pueblo andaluz, toda gracejo ceceante, a la sirvienta de casa burguesa española de postguerra, a la musa de Buñuel oscuro objeto del deseo de los hombres y, ya en papeles donde la edad ha hecho sus estragos, respiramos con alivio al compararla con la realidad que tenemos delante y ver que de eso, nada. Porque estragos son en la pantalla, con el maquillaje como celestino perverso; que lo que es en ella, que ahora va limpia y sin teñir, nada de decrepitud ni estragos con ese vestidito de nada que le queda como un guante.

Luego nos enteraremos de que el vestidito de nada es de Armani, italiano, claro, diseño puro, y así se explica la aparente sencillez y la ductilidad de guante del tejido que se ciñe a las formas de Ángela. Un sencillito de esos me vendría bien, si queda alguno libre me lo pido.

Marco-Bellocchio-6-cine-italiano Gala del 6º Festival de Cine Italiano de Madrid, con Marco Bellocchio y Ángela MolinaY por fin llega la entrega del premio a Marco Bellocchio, un hombre que llega de la calle con el abrigo puesto y que no se lo quitará porque no le sobra, que reacciona asombrado ante los aplausos con los que se le recibe y que se gira como preguntándose «pero qué está pasando aquí».

Cuando pasaron la retrospectiva, debió emocionarse mucho con emociones desconocidas por el resto, algunas contradictorias, seguro, y hasta opuestas, porque dijo: «Preferiría no haberla visto». Nostalgia por el paso del tiempo, tal vez asombro por el camino recorrido, por toda la obra ingente que ha firmado y en la cual quizás ya ha dejado de reconocerse… Todo eso se le acumularía, pero debió pasarle también como a Tía Manuela cuando, al ver su foto de joven, dijo que quería mejor no haberla visto.

Parece muy humilde este director de carrera imponente, dijo que ahora ya no defendería tanto la violencia como en I pugni en tasca (Las manos en los bolsillos), una de sus muchas películas, la primera y la que le hizo conocer el éxito, y después andaba un poco perdido en medio del cócktail lleno de canaperos. Tanto controlar la entrada y allí estaban, al empezar la copa, los de siempre, y sin haber pasado por el salón de actos, recién llegados y trajeados.

Pero Ángela Molina estuvo encantadora, elegante aun cuando no sabíamos que iba de Armani, saludando como una gran dama al recibir el ramo de madrina, toda sencillez y naturalidad. Una naturalidad largamente trabajada, no me cabe la menor duda, como todo lo que apabulla de pura sencillez en el mundo del arte. Aunque ella lo ha mamado, ha tenido que aprenderlo, así de exigente es el mundo del arte. Y esto fue todo por esa noche.

Películas de Marco Bellocchio

Excepto las matinées patrocinadas por Cafés Illy, que tienen lugar en el Instituto Italiano de Cultura, el resto de las actividades de esta 6ª Edición se desarrollaron como siempre en los Cines Verdi. Con motivo del Premio a Toda una Carrera, se proyectaron dos películas clave en la filmografía de Marco Bellocchio: “Las manos en los bolsillos (I pugni in tasca)” a la que seguiría un coloquio abierto al público, y “La sonrisa de mi madre (L’ora di religione)” el martes 26, también en el Instituto Italiano.

cartel-i-pugni-in-tasca Gala del 6º Festival de Cine Italiano de Madrid, con Marco Bellocchio y Ángela MolinaSólo pude asistir, el día 22 por la mañana, a la primera, Pugni in tasca (1965). La vi casi entera, en blanco y negro, con música de Ennio Morricone, y me pareció terrible por su temática, muy buena en su género, con personajes muy fieles e influencias de Antonioni y Fellini. Mi agenda no me permitió más.

Por suerte, hace un par de años tuve la suerte no pequeña de ver su película Vincere (2008), sobre la vida de Ida Dalser, amante de Benito Mussolini y madre de su hijo Benito Albino, un tema que ha apasionado a muchos, como a mi admirado Rafael Gordon que lo recreó en una obra de teatro y una película tituladas ambas Mussolini va a morir. Puedo decir que Marco Bellocchio infunde a sus películas un ritmo y una intensidad que hacen que el espectador se implique y juzgue. Es, además de cineasta apasionado, un hombre muy comprometido social y políticamente con la izquierda, aunque ha moderado sus posiciones, tal como él mismo dio a entender en su discurso de la Gala.

Pero con decepciones y todo, él va a seguir. Multipremiado en los Festivales más grandes, ha tocado todos los temas, siempre desde un gran compromiso: la vida en los manicomios, la eutanasia, la familia, la religión (En el nombre del padre, La sonrisa de mi madre), las relaciones de poder. Ha grabado óperas. Como diría el clásico, nada humano le es ajeno a este director. Y aún tiene cara de niño, lo que quiere decir que hay cuerda para rato. Yo le deseo lo mejor, a él y al cine.

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Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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