Cuando se cumplen 80 años del asesinato de Federico García Lorca continúa siendo un misterio el lugar donde reposan sus restos.
En la madrugada del 17 de agosto (algunos investigadores sitúan la del día 19), fue asesinado, a los 38 años, el poeta Federico García Lorca, un crimen que representa a los más de 4000 intelectuales víctimas de la guerra civil española y a los 100000 que aún yacen en las cunetas y fosas comunes, así como a una forma de cultura de la libertad contra la que se alzaba la sublevación franquista.
Los restos de García Lorca fueron enterrados junto con los de algunos de sus acompañantes, víctimas también de la violencia fascista, en algún lugar de la sierra de Granada, entre Alfacar y el barranco de Víznar. El lugar exacto no ha sido aún localizado, lo que ha dado lugar a algunas especulaciones entre la infamia y la leyenda. A ello colaboró el largo silencio que el franquismo impuso a todo lo relacionado con la muerte del poeta.
Miguel Caballero, en su libro “Las 13 últimas horas en la vida de García Lorca”, afirma que al lugar del asesinato llegaron dos camiones, en uno de los cuales llevaban a García Lorca y a los banderilleros anarquistas Juan Arcolla Cabezas y Francisco Galadí, y en el otro iba Dióscoro Galindo, un maestro cojo de la localidad de Publiana, que se apoyaba en una muleta que los asesinos arrojaron a la tumba junto a los cuerpos sin vida de todos ellos, según algunos testimonios.
Los cuatros fueron fusilados y enterrados en una misma fosa, un antiguo pozo de los que abrieron en la zona para buscar agua hacía años. En su investigación, Miguel Caballero cita los nombres de los miembros del pelotón: Mariano Ajenjo Moreno, Salvador Varo Leyva, Juan Jiménez Cascales, Fernando Moles Peretrina, Antonio Hernández Jiménez, Fernando Correa Carrasco y Antonio Benavides, este último, primo del padre de Lorca y emparentado al parecer con la familia en la que el poeta se inspiró para escribir “La casa de Bernarda Alba”.
En busca de una tumba perdida
Hace ya más de diez años, un profesor de la Universidad de Granada afirmaba en uno de sus libros que la familia de García Lorca, de acuerdo con el Gobierno Militar, cuyo responsable era entonces el coronel González Espinosa, había obtenido permiso para sustraer el cuerpo del poeta del lugar en el que había sido asesinado y enterrado, y que lo había trasladado a la finca de la casa familiar de la Huerta de San Vicente, en el pago de Arabial Alto de la Vega de Granada, donde García Lorca pasaba los veranos y donde escribió “Bodas de sangre”.
Por la misma época, TVE emitía el documental “La maleta de Penón”, sobre las investigaciones que sobre el crimen hizo el hispanoestadounidense Agustín Penón en los años 50. En ese documental uno de los entrevistados aseguraba que a la mañana siguiente del crimen la tierra del lugar apareció removida con muestras evidentes de haber desenterrado alguno de los cuerpos. En 1970 el agricultor y panadero Joaquín Espigares, pariente de uno de los ejecutores, afirmó que el cadáver había sido retirado con autorización del Gobierno Civil, en presencia de una señora.
Estos y otros testimonios, como el del periodista Fernando Guijarro Arcas, autor del artículo “Los García Lorca desenterraron el cadáver del poeta” (Letralia”, Nº 175. 5 de noviembre de 2007), que amplía su tesis en “García Lorca. Lo desenterraron” (Ed. Círculo Rojo, 2016), crearon esta leyenda, que la familia de Lorca contribuyó a acrecentar al negarse a que se investigase este supuesto en la finca señalada.
También fueron decisivos para apoyar esta tesis los fracasos de las excavaciones llevadas a cabo en 2009 y en 2014 en los lugares en los que se suponía que estaba el cuerpo de García Lorca y sus compañeros de infortunio (antes, en 2008, la Audiencia Nacional había paralizado la orden de exhumación de 19 fosas, dictada por el juez Baltasar Garzón, entre ellas aquella en la que se suponía que estaban los restos de García Lorca).
En septiembre de 2009, Luis Avial, científico y experto en la recuperación de la Memoria Histórica, hizo excavaciones con un geo-radar en el lugar que se identificaba entonces con la tumba en la que estaba enterrado Lorca, concluyendo que en la fosa había anomalías que podrían corresponderse con una remoción del terreno: «Esto no es una manipulación de superficie. Si se hubiera efectuado, por ejemplo, en los años 60, la lectura de los radogramas sería muy clara. Estaríamos viendo la fosa más clara del mundo, una doble alteración. Tuvo que ser muy poco tiempo después del enterramiento y sólo tocaron en esta parte. Si realmente esta remoción sirvió para sacar un cuerpo —y la señal del geo-radar es compatible con esto, aunque nos movemos en el terreno de la pura hipótesis— quienes lo exhumaron conocían perfectamente su ubicación».
Un rescate inminente
El hallazgo de los restos de Federico García Lorca es un objetivo perseguido desde que se iniciara en España la transición política. Ya en 1980 la Diputación Provincial de Granada financió una Comisión de Encuestas para determinar con exactitud la localización de la tumba del poeta, de la que se sabía que se encontraba en una extensión de 9000 metros cuadrados que circunda el Cerro de las Torices, en lo que se conoce como Barranco de Víznar, cerca de la Fuente Grande de Alfacar.
La corporación granadina adquirió el terreno en septiembre de 1980 para erigir allí un parque monumental en homenaje a Lorca. En octubre, en el intervalo de una semana, las tierras aparecieron removidas en dos ocasiones alrededor del olivo a cuyo pie se suponía enterrado el poeta. Este hecho debido seguramente a la mano de algún coleccionista o buscador furtivo que al anunciarse oficialmente el lugar posible de la tumba de Lorca buscaba el cuerpo para hacer algún tipo de negocio, difundió el rumor de que la Diputación Provincial había encontrado los restos cuando vallaba el parque de Alfacar dedicado al poeta, y que ocultó el hallazgo por razones políticas. El olvido y la desidia provocaron que en 1998 se proyectara la construcción de un campo de fútbol sobre esos mismos terrenos, para lo que llegaron a ser removidos más de 12000 metros cúbicos de tierra. Las obras se interrumpieron después de que Isabel García Lorca, la hermana del poeta, enviase a Juan Caballero Leyva, entonces alcalde de Alfacar, un escrito de protesta que decidió a la Junta de Andalucía a paralizar el proyecto.
Actualmente, el arqueólogo Javier Navarro Chueca y Miguel Caballero, encargados de la investigación sobre el paradero del cadáver de García Lorca, sitúan el lugar en un radio de 160 metros cuadrados de lo que hoy es el polígono número 9 de Alfacar, el Peñón del Colorao, donde se va a proceder a una nueva excavación, la tercera en menos de diez años, a sólo veinte metros de la que se llevó a cabo en 2014 y a un kilómetro de la de 2009. En la actual participan también la geofísica Francisca García, el geoarqueólogo de la Universidad de Aragón José Luis Peña y María Marta Sampietro, de la Universidad argentina de Tucumán, junto a varios investigadores de la universidad de Nottingham.
Entre la documentación que han manejado estos investigadores y arqueólogos llama la atención “Los últimos días de García Lorca”, libro póstumo del escritor falangista Eduardo Molina Fajardo, editado por su viuda y sus hijos en 1983. Este militar recogió testimonios de algunos de sus camaradas participantes en el asesinato de Lorca, como dos guardias de asalto testigos del fusilamiento, y sobre todo el del capitán José María Nestares, quien proporcionó a Molina Fajardo un croquis del lugar del enterramiento. Fue Manuel Martínez Bueso, presente en el fusilamiento de García Lorca, quien proporcionó a Nestares la ubicación exacta de la tumba.
En el libro de Eduardo Molina Fajardo se afirma que fue el comandante Valdés Guzmán, jefe provincial de Falange y gobernador civil de Granada desde el mismo día del alzamiento, el que dio la orden de ejecución, y que Rafael Martínez Fajardo, teniente de la Guardia de Asalto, era quien mandaba el pelotón de fusilamiento (los hijos de Martínez Fajardo presentaron una querella criminal contra la viuda de Molina Fajardo por esta acusación recogida en el libro). El investigador Ian Gibson sitúa sin embargo el enterramiento de García Lorca a unos 400 metros de este lugar, atendiendo al testimonio del enterrador Manuel Cuesta, Manolillo el Comunista, quien participó en el enterramiento (en 1955 esta misma persona ya había llevado al mismo lugar a Agustín Penón).
De encontrarse el cadáver de García Lorca, para exhumar sus restos se necesita el permiso de la familia. La del poeta ya ha manifestado que si se verifica el hallazgo pedirá que los dejen en el mismo lugar y junto a quienes fueron asesinados con él. Así pues, sea donde fueren localizados los restos de García Lorca, si algún día se da con su paradero, el respeto a la voluntad de los deudos se impondrá a las demás consideraciones, desde la creación de un mausoleo especial a la del traslado a un pabellón de hombres ilustres.