Guatemala: la subjetividad en la paz

Ileana Alamilla[1]

Este año 2016 se conmemoran en Guatemala los XX años de la paz. En este marco, el pasado miércoles 26 de julio, la Fundación Esquipulas organizó el VII Foro Regional Esquipulas “Resignificando la Paz y la Democracia”.

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De esta meritoria iniciativa abordaré aspectos del discurso del señor Álvaro Arzú, presidente que tuvo el valor y el mérito histórico de haber firmado la paz en 1996. No mencionaré los importantes discursos de Vinicio Cerezo y Jimmy Morales por razones de limitación del espacio.

Arzú, con su particular estilo que poco tiene que ver con lo “políticamente correcto” y mucho con prepotencia, como su lamentable e inaceptable actitud agresiva y ofensiva hacia la prensa, la que hemos condenado (afirmó que se le pega o se le paga y él prefería hacer lo primero), dijo algo que inspira estas reflexiones. Relató la reunión que tuvo con la comandancia de la URNG en las postrimerías de 1995, justo cuando había ganado la primera vuelta electoral y debía hacerse el respectivo balotaje. Contó que él, personalmente, tenía interés en conocer a la dirigencia guerrillera y que, para ello, se organizó una reunión en San Salvador.

Recordó que al final de la misma, el comandante Rolando Morán le pidió hablar en privado con él. En una habitación continua se reunieron a solas y allí expresaron su mutua voluntad individual, como líderes nacionales, de llegar a un acuerdo de paz. Al terminar la conversación, la sellaron con un apretón de manos y, a decir de Arzú, allí, en ese momento, se firmó la paz.

Durante el año 1996, sin duda, hubo varios momentos difíciles en las negociaciones dirigidas a terminar la guerra, como fue, por ejemplo, la conducta criminal de una parte de la dirigencia de ORPA, que decidió secuestrar a la señora Novella. También debieron resistirse las presiones de las fuerzas nacionales más conservadoras que seguían apostando a una solución militar. Sin embargo, la confianza personal entre ambos dirigentes, el presidente Arzú y el comandante Morán, permitió que, finalmente, el 29 de diciembre de 1996 la paz se firmara.

Esta realidad anecdótica no puede, obviamente, invisibilizar todo el esfuerzo social y político que se desarrolló durante diez años de negociaciones (1986/1996) ni el mérito de quienes, luchando en uno y otro bando, se decidieron por abandonar la posición guerrerista prevaleciente durante 36 años y asumir el esfuerzo patriótico de lograr la paz por medios políticos. Pero lo que sin duda resalta la anécdota es la importancia de las subjetividades que inspiran procesos sociales y políticos trascendentales.

Por eso es que ahora que estamos llegando al vigésimo aniversario de la finalización de la guerra es plausible el evento organizado por la Fundación Esquipulas. Pero lo deseable es que esta actividad sea el inicio de un proceso conmemorativo que produzca, como el lema de ese evento lo dijo, una resignificación de los acuerdos de paz.

Ahora bien, para que esta intención tenga éxito es necesario también, recurriendo al concepto de “concertación” acuñado en Guatemala por Vinicio Cerezo cuando fue presidente, que las élites y el pueblo logren un acuerdo básico, dentro de las diferencias ideológicas y políticas existentes, para lograr esa “resignificación” de los acuerdos de paz. Para ello, en esta era posmoderna, no es suficiente la racionalidad en cuanto a la necesidad de este acuerdo y el contenido del mismo. Hace falta superar las desconfianzas que conspiran contra la posibilidad de la concertación.

Y tal como se colige de lo relatado por Arzú, la superación de la desconfianza requiere de una subjetividad positiva. Esto es valorar la firma de la paz, su contenido y ser conscientes de lo que se ha logrado, para lo cual, tal vez, la mejor manera de comprenderlo es imaginando lo que sería Guatemala si esa paz no se hubiera firmado.

  1. Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.
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