Ileana Alamilla[1]
Para que el Estado pueda dar cumplimiento a sus principales obligaciones con la población de Guatemala, es necesario que, desde ahora que iniciamos un nuevo año, y ojalá un nuevo ciclo, los gobernantes y quienes tienen entre sus posibilidades cambiar el rumbo por el que vamos desde hace varias generaciones, tomen conciencia de la situación mundial y nacional para que las medidas que impulsen sean las que verdaderamente necesitamos.
El derecho a la alimentación es tal vez uno de los prioritarios para las mayorías que peregrinan entre una administración y otra, contemplando con ojos tristes y desesperanzadores como los que están obligados a resolver y si fuera necesario a enfrentar a los que se oponen a las decisiones trascendentales, prefieren acomodarse y seguir el ejemplo de sus antecesores.
Ya el Estado recibió por lo menos dos sentencias que lo condenan por violentar este derecho. Se puso de “moda” hablar del hambre y de la desnutrición, que sirve a analistas independientes, consultores nacionales e internacionales, periodistas y columnistas como objeto de estudio en sus investigaciones y disertaciones. Y por supuesto los que han hecho de la política un modus vivendi también han asumido esta tragedia para atraer a incautos a sus filas y para preparar sus engañosas campañas publicitarias, previas a dar el zarpazo a las arcas públicas.
Qué razón tuvo el caricaturista Quino al desnudar esas costosas reuniones en hoteles de cinco estrellas entre expertos y versados para analizar temas como el hambre, la pobreza, examinar la situación de salud, investigar sobre el medio ambiente, estudiar la contaminación del agua, recomendar y proponer soluciones; mientras que los pobres siguen en sus humildes viviendas tratando de conseguir que comer, cómo curarse, turnándose para acarrear agua, viendo cómo pagan sus deudas, buscando empleo y tratando de que no los alcance la muerte antes de tiempo.
El año que inicia viene acompañado del anuncio de un nuevo ciclo de escasez alimentaria para casi cien mil familias que no tendrán alimentos ni dinero para comprarlos, situación que es recurrente pero que, debido a problemas enfrentados en el 2013, entre ellos la roya del café, cosechas insuficientes o nulas, se agudizarán. Y de nuevo se tendrá que recurrir a paliativos para intentar evitar la muerte de muchos de ellos, especialmente niños y niñas. Este es un problema histórico, no coyuntural, que no se resuelve ni con limosnas, ni con caridad, ni con programas asistenciales. Es necesario tomar decisiones que probablemente no gusten a los conservadores, pero que deben ser asumidas, si es que de verdad interesa sacar de la pobreza a esa mayoría de la población cuya condición constituye para el país una vergüenza nacional.
Este debería ser el gran reto de este año. Poner en práctica lo que ya tanto se ha analizado, dicho y discutido. Desafiar a quienes quisieran que los pobres permanecieran en esa situación por los siglos de los siglos, para lo cual recurren a discursos trillados y falsos que incluso les imputan a ellos mismos las causas de su injusta situación.
El Pacto Hambre Cero debe dar un salto cualitativo e impulsarse abarcando integralmente las necesidades ingentes de la población en el área rural. Ya hay una ruta trazada que espera ser transitada con paso firme. Diversos ministerios habrán de involucrarse en esta cruzada nacional, a pesar de las limitaciones presupuestarias.
Los países que han superado esos graves rezados han tenido que derrotar a los intransigentes.
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.