Para mí, con mucho la mejor de las películas que se estrenarán próximamente en España, Guillame y los chicos, ¡a la mesa!, que se reveló hace apenas dos semanas como la gran ganadora de la 39ª edición de los Premios César de la Academia de Cine francés.
Una espléndida y original comedia dirigida, protagonizada y escrita por Guillaume Gallienne, miembro de la Comédie-Française, que consiguió hasta cinco estatuillas doradas: mejor película, mejor opera prima, mejor actor, mejor guión adaptado y mejor montaje.
Cuatro de ellas para Guillaume Gallienne, incuestionable artífice de esta joya del cine francés actual, quien además hace doblete interpretando los papeles del protagonista y su madre, a quienes en la historia narrada une una relación muy especial, “compleja y directa, tierna y distante, en torno a la cual gravita una galaxia de personajes que participan de este relato de vida”. (Llegados a este punto debo hacer constar que la concesión del César a la mejor película no ha contado con el beneplácito de toda la crítica francesa, dispuesta sin embargo a reconocer los méritos de Gallienne en el resto de las especialidades).
El guión está basado en la obra de teatro “Les garçons et Guillaume, à table!”, que él mismo escribió y estuvo interpretando en los escenarios parisinos. Comedia sensible, inteligente, tierna y sin complejos la historia de este chico llamado Guillaume, que consiguió una ovación de lujo en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2013 y dos premios, a la mejor película y el mejor guión. Su paso por otros festivales también le ha servido para acumular galardones. En el teatro Guillaume Gallienne interpretaba todos los personajes, como hacen -o hacían, qué se yo- los virtuosos del kabuki japonés. Leo en un artículo que, al verle en el escenario, la actriz Isabelle Adjani le dijo: “Estás contando el nacimiento de un actor”.
La película cuenta una historia de confusión identitaria, de la que el protagonista es a la vez artífice y víctima: se trata de un niño crecido en una ambiente superburgués y machista, al que casi todos -empezando por la madre que confunde sus deseos con la realidad, y siguiendo con el propio Guillaume- se empeñan en tratar como a una niña. Luces y sombras de una infancia y adolescencia marcadas por un destino que no le pertenece.
Guillaume adora a su madre, a quien copia en sus poses de fumadora; Guillame no se entiende con su padre y su hermanos (los tres “muy hombres”, “concentrados de testosterona”), Guillaume odia el rugby y la caza pero adora en cambio a la emperatriz Sissi. En busca de identidad, a medida que crece y por deseo de su padre, Guillaume pasa por un internado, y acude al psiquiatra; por propia iniciativa, visita gimnasios y clubs gays; porque tiene que cumplir con su deber, acude a hacer el servicio militar, donde le declaran nulo. A todas partes acude cargado con el estigma de esa homosexualidad que le han colgado; en ningún sitio “se encuentra” y acumula fiascos cuando intenta iniciar relaciones con otros hombres.
Nada de eso supone frustración alguna para el personaje. En este sentido podemos hablar de una comedia que trata el asunto del género, pero de todos los géneros, también el de la incertidumbre sexual que en muchos casos acompaña a la adolescencia.