Hace 500 años, Thomas Müntzer y las revueltas campesinas alemanas

El martes 27 de mayo de 2025 se cumplieron 500 años de la ejecución de Thomas Müntzer (citado también como Munzer, Münzer o por su apelación latina, Muncerus), un predicador que simbolizó la que –seguramente– haya sido la mayor rebelión campesina de la historia de Europa.

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Ni el propio Müntzer, ni aquella revuelta de la plebe centroeuropea, son muy conocidos fuera Alemania, a pesar de que hablar de campesinado europeo en aquel tiempo –en época de Carlos V– es casi lo mismo que referirse a la mayoría de los desheredados de la Europa entonces.

Münzer nació en Stolberg (Sachsen Anhalt, Alta Sajonia, Alemania), en 1489. Es considerado en la historia alemana un teólogo radical, también un líder revolucionario. Los filósofos fundadores del marxismo lo consideraron protosocialista o protocomunista.

Hace pocos años, su figura recuperó entre nosotros cierto relieve con la publicación en español de La guerra de los pobres, de Eric Vuillard, Tusquets  Editores, 2020).

Muntzer era hijo de un padre ajusticiado. Vuillard nos recuerda que «por motivos desconocidos, fue ejecutado por orden del conde de Stolberg, unos dicen que ahorcado, otros que en la hoguera».  Thomas tenía once años. y fue testigo de aquella ejecución. Era un muchacho inquieto. A los quince, «leía las Epístolas de San Clemente, el Martirio de Policarpo, los Fragmentos de Papías», dice Vuillard.

Seguidor inicial de Martín Lutero, con quien se reunía en los meses anteriores a la ruptura de éste con Roma, rompería con el gran reformador por motivos sociales y teológicos.

En el aniversario de las tesis de Wittemberg, hice una referencia a Thomas Muntzer en un artículo de la manera siguiente:

Tratan de disculpar los resabios antisemitas o las duras condenas de Lutero contra los rebeldes de las Bauernkrieg, las revueltas campesinas alemanas del siglo XVI que dirigieron líderes (¿protosocialistas?) como Thomas Munzer o Josz Fritz.

Cientos de miles de campesinos miserables terminaron como éstos, torturados, aplastados y ejecutados. Lutero había afirmado primero que la extrema pobreza no tenía fundamentos bíblicos y escribió: “Un cristiano es dueño de todas las cosas y no es súbdito de nadie”. Pero al desarrollarse la revolución campesina azuzó a los príncipes contra los revoltosos. Thomas Müntzer modificaba el apellido de Lutero (Luther) y lo llamaba ‘Lügner’ (mentiroso). “Hay que herirlos, matar y estrangularlos, como si fueran perros rabiosos”, escribió Martín Lutero en su famoso alegato ‘Contra las bandas de campesinos asesinos y ladrones’.

En algún momento, Müntzer se negó a discutir su propia concepción teológica –de tintes revolucionarios– con Lutero. Sus distancias se habían convertido en irreductbles.

Friedrich Engels escribiría en el siglo XIX sobre los tiempos en que los cambios sociales, la imprenta y el ascenso de los burgueses de las ciudades alteraron los equilibrios medievales. Y Lutero fue la chispa de las turbulencias que iban a cambiar las relaciones de la Iglesia y los poderes imperiales, con el capitalismo naciente, con la sociedad feudal. «El rayo que Lutero lanzó cayó en un polvorín», afirmó Engels. El polvorín se apellidaba Müntzer.

https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/guerracamp/02.htm

En una obra magnífica titulada Peintres et vilains, les artistes de la Renaissace et la grande guerre des paysans de 1525, el escritor suizo Maurice Pianzola explicó bien (en 1962) la relación de cercanía que hubo por parte de diversos pintores y artistas del Renacimiento hacia aquella extensa rebelión campesina. Entre ellos cita a Alberto Durero (Albrecht Dürer), Lucas Cranach el Viejo, Hans Holbein el Joven, así como a otros artistas destacados pero quizá no tan conocidos: Urs Graf, Mathias Grünewald, Hans Sebald Beham, etcétera). «Aportaron su testimonio  de aquella revuelta con rasgos tanto de herejía como de lucha de clases», dice Pianzola. Fueron simpatizantes y compañeros de viaje, a veces sufrieron castigo por ello.

Monasterios, castillos de nobles, conventos de frailes o de monjas, caballeros y servidores de los señores, obispos y príncipes, fueron objetivo de la furia campesina.

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Thomas Müntzer se casó en 1523 con Ottilie von Gersen, una monja huida de un convento que se convirtió tras su matrimonio en Ottilie Müntzer.

El mismo autor, Maurice Pianzola, cita a otros personajes, teólogos y predicadores europeos contemporáneos o que precedieron a Müntzer. En Thomas Munzer ou la guerre des paysans (Ginebra, 1997) se refiere a movimientos o figuras precedentes, que hicieron una interpretación bíblica similar a la suya al recortar una frase de Santo Tomás de Aquino: In extrema necessitate omnia sunt communia. Ante las irregulares tropas campesinas que le siguieron, y que lo gritaban antes del combate, Müntzer resumió sus prédicas en el lema Omnia sunt communia (todo es común).

Entre esos precedentes de otros países europeos, John Wycliff  (1320-1384), teólogo y reformador inglés, y el checo Jan Hus (1369-1415), cuya ejecución daría origen a una larga serie de luchas conocidas como las guerras husitas. Europa estaba culturalmente más unida de lo que solemos creer ahora y entonces los escritos (en latín) de Wycliff habían circulado antes entre los estudiantes de Praga. Hubo un claro nexo de unión entre los seguidores de Wycliff, Hus y Müntzer, aunque sus circunstancias, desarrollo y sus años fueran distintos. Debemos citar aquí también a Nicolás (Nikolaus) Storch, inspirador del milenarismo anabaptista.

Pianzola también dedica un capítulo al juglar, tamborilero y pastor analfabeto llamado Hans Böhm; que podemos llamar Juan el del Pífano (porque en el texto francés de Pianzola figura como Jean le joueur du fifre), quien a finales del siglo XV en la región alemana de Franconia (Frankenland) empezó a entonar cantigas, poemas y canciones contra las autoridades eclesiásticas y civiles, en las que afirmaba que vendrían días en los que todos tendrían que ganarse el pan con el sudor de su frente.

El juglar afirmaba que pronto llegaría el tiempo en el que no habría emperadores, tampoco príncipes ni obispos. En pocos meses, llegó a congregar a decenas de miles de seguidores, gentes de la plebe.

Y el 7 de julio de 1476 pidió a quienes se aglomeraban a la puerta de la iglesia de Niklashausen para oír sus composiciones que vinieran de nuevo allí el día de Santa Margarita, «sin bastones de peregrino pero con armas, con una vela en una mano y con la espada, la pica o la alabarda en la otra, entonces –añadió– la Virgen nos dirá lo que quiere que hagamos».

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El obispo no esperó a saberlo. Tenía espías entre la muchedumbre de sus seguidores. Juan el del Pífano fue arrestado de noche en su aldea por una fuerza de más de treinta caballeros armados. Encarcelado en el castillo de Wurzburgo, miles de campesinos de todos los lugares y aldeas de la comarca, y de más allá, se concentraron para liberarlo. Entre ellos, un iluminado afirmó que la Santísima Trinidad los mandaba marchar contra la fortaleza para sacar al juglar encadenado. Así lo hicieron. Al llegar al castillo, exigieron la libertad de Hans Böhm. No quedaron satisfechos con la respuesta y apedrearon al personaje que había salido de la fortaleza a hablar con ellos.

Tras dos intentos de negociación de los amotinados con el castillo, las tropas del obispo aplastaron la revuelta. No pocos campesinos fueron hechos prisioneros y decapitados, entre ellos el intérprete de la voluntad de la Santísima Trinidad.

Juan el del Pífano murió en la hoguera.

Todo eso sucedió apenas unos pocos años después de que Johannes Gutenberg inventara la imprenta, de modo que Thomas Müntzer creció con la memoria de la ejecución de su padre y con los relatos de revueltas campesinas anteriores. Con Lutero y sus tesis de Wittemberg, completó su concepción del mundo. Con la idea de que la imprenta permitía difundir ideas ante la muchedumbre de los fieles.

Tras considerarse un buen período discípulo de Lutero, en su lucha contra las indulgencias y contra la jerarquía eclesiástica, Müntzer terminaría describiendo al reformador como  «defensor de los impíos», por sus estrechas relaciones con algunos príncipes alemanes.

Sorprende su idea bastante moderna de la propaganda política. Procuraba viajar siempre con una imprenta y un impresor al lado, para difundir sus reflexiones y para hacer llamamientos públicos por las ciudades y pueblos adonde llegaba, con sus seguidores y con las fuerzas del campesinado. Müntzer fue más inspirador ideológico que líder militar. Se esforzaba en explicar y argumentar. Hacía imprimir sus sermones para distribuirlos entre la población local.

El movimiento de aquellos rebeldes fue conocido como Bundschuh-Bewegung (‘movimiento de las botas con cordones’, un tipo de calzado típico de los siervos y campesinos).

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En algunos enfrentamientos iniciales con los soldados de la nobleza principesca, algunos campesinos empezaron a poner una de sus botas en la punta de sus picas para señalar a los demás el punto de encuentro, el lugar concreto donde debían reagruparse antes de combatir. Las banderas tejidas por los siervos empezaron a mostrar aquel emblema, el Bundschuh, al mismo tiempo que empezaban a reivindicar la supresión de los jornales obligatorios, de las innumerables servidumbres y del pago de los diezmos e impuestos múltiples.

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Müntzer inspiró y escribió panfletos precisando las demandas de los siervos. De ahí surgió una plataforma de doce artículos, que los campesinos alzados en armas pretendieron negociar con el poder feudal y eclesiástico. Está escrita en un lenguaje teológico, aunque no deja de tener coherencia política. Lo consideraron el documento esencial de la Honorable Asamblea de la Confederación Cristiana (así se autodenominaron).

Preconizaba la obediencia «según la justicia divina», la voluntad de mantener «una paz civil general», el derecho a recurrir las deudas (por préstamos o impuestos), la demanda de que los castillos no acumularan más provisiones de las necesarias. Ni tampoco artillería (« lo mismo que los conventos », añadieron); la ruptura de los juramentos de fidelidad a los señores y la expulsión de quien no lo aceptara así, la predicación libre «del Santo Evangelio».

Continuaba con la prohibición de negociar separadamente con las diversas bandas integrantes de la Confederación. Reclamaba la elección libre de los representantes de los diferentes grupos de la misma y su capacidad para discutir juntos (entre jefes y delegados). Explicitaba la prohibición de confiscar bienes de sus aliados (había algunos nobles aliados a su causa). Exigía que los artesanos que abandonaran sus lugares de origen no se opusieran después a las disposiciones de la Confederación Cristiana (lo mismo para las gentes en armas).

Aceptaba la continuidad de los tribunales que juzgaban los juegos prohibidos, la embriaguez y las blasfemias.

El último artículo hacía referencia a la regulación del acceso público a las fuentes del agua y a los bosques. Reclamaban que los peces de los ríos y los pájaros de los bosques pertenecieran tanto a los ricos como a los pobres, el derecho a cazar. La recolecta libre de bellotas y poder hacer leña de los árboles secos.

Finalmente, los insurgentes que llegaron a movilizarse en un alto número durante dos años (hasta unos 300.000 en total en varios estados europeos), fueron vencidos el 15 de mayo de 1525 en la batalla de Frankenhausen (actual estado de Turingia, Alemania). Después, la rebelión fue convirtiéndose en residual. Las tropas de los príncipes (católicos y protestantes) aniquilaron al ejército campesino encabezado por aquel teólogo radical que contradijo primero a la iglesia católica, luego a Martín Lutero y a la aristocracia alemana.

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Hubo numerosas ejecuciones, ahorcamientos, decapitaciones, empalamientos, torturas y quemados en la hoguera.

Thomas Muntzer, que se había escondido y a quien no reconoció el soldado lansquenete que lo capturó, fue identificado por un jefe militar cuando revisó los documentos que llevaba en su mochila. Sus captores quisieron primero discutir de teología con él, pronto pasaron a las torturas. En medio de todo eso, él pidió que entregaran a su esposa sus libros y sus ropas.

En la desaparecida República Democrática Alemana (DDR, la vieja Alemania del Este), su figura fue significada histórica y políticamente. Estuvo presente en el billete de cinco marcos.

En los medios de prensa alemanes de estos días, el aniversario de la ejecución de Müntzer ha sido citado, pero –salvo error de mi parte– sólo el diario ND (*antes llamado Neues Deutschland, cuando era órgano de prensa del viejo partido comunista de la DDR) lo ha recordado en su primera página con gran relieve.

Durante casi tres siglos, en la literatura sobre aquel movimiento campesino rebelde predominaron usos políticos contradictorios y muchas condenas por su carácter incendiario, irredento.

Más de un siglo después, Voltaire sí se refirió positivamente a las reivindicaciones contenidas en los doce artículos, aunque lo expresara así: «En verdad, el manifiesto de esos salvajes, en nombre de quienes cultivan la tierra, podría haberlo firmado Licurgo (…), lo hicieron reclamando derechos del género humano, pero lo defendieron como bestias feroces».  

Pianzola dice que aquella guerra, que se extendió por gran parte de la actual Alemania, Alsacia, Suiza y Austria, dejó tras de sí un millar de castillos destruidos. «Unos cien mil cadáveres de campesinos se pudrieron en los campos », dice el historiador.

Un verdugo le cortó la cabeza a Thomas Muntzer, cuando ya apenas le quedaba un hálito de vida.

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

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