Harriet Tubman: activismo social afro en los billetes de 20 dólares

Cuando visitaba el “camino de libertad” en Boston, un circuito turístico que habla de la historia de Estados Unidos y su independencia, el guía habló de Harriet Tubman, una mujer afroamericana que había transitado por esos parajes llevando esclavos a la libertad, y que había luchado en la Guerra Civil, en defensa de la abolición de la esclavitud.

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Harriet Tubman

A los pocos días, el Gobierno decreta la emisión del billete de 20 dólares, uno de los más requeridos, con la imagen de Harriet Tubman en lugar del presidente Andrew Jackson, un presidente muy pobre como Harriet, muy populista en épocas difíciles de la formación de los partidos políticos, pero que algunos historiadores cuestionan.

Las razones del cambio son varias: introducir una mujer en la moneda de curso legal, una luchadora por los derechos civiles y especialmente un reconocimiento al aporte de la comunidad afroamericana a la sociedad americana.

Sibil es una bostoniana descendiente de los peregrinos del barco Mayflower y me dice: “Para mi es un orgullo que mis ascendientes llegaran a estas tierras, fueron tiempos muy duros. Debes conocer a Harriet Tubman porque fue una líder que forjó, con nosotros, esta nación”.

Me interesé por conocer esta mujer afroamericana, diminuta y valiente, que vivió en tiempos de esclavitud y libertad.

Harriet nació en 1820, en Maryland, en el seno de una familia de esclavos y sufrió el maltrato de sus dueños, haciendo duras tareas del campo. Los golpes le dejaron secuela el resto de su vida con fuertes jaquecas y episodios de hipersomnia. Como era muy cristiana atribuía sus visiones a premoniciones divinas; sin embargo, ningún mal le impidió huir de la esclavitud y salvar a más de 70 negros esclavos, en una ruta que trazó para cruzar la frontera con Canada, por eso, la llamaban el “ferrocarril subterráneo” o “la Moises”.

Primero huyó a Filadelfia y luego volvió a Maryland a rescatar a su gente. Se fue llevando a sus familiares y amigos y aquellos que deseaban liberarse, jamás rechazó a nadie, ni aceptó dinero de los evadidos.

Se enfrentó al presidente Lincoln diciéndole que debía promulgar la Ley contra la esclavitud. La esclavitud separaba a las familias y ella luchó contra esa injusticia y por lograr la abolición total. Huía de noche guiada por la Estrella Polar y el apoyo de gente antiesclavista y de los quakeros religiosos. Cuando llegó a tierras de liberación “sintió que estaba en el cielo”, según sus palabras.

A medida que realizaba estas peligrosas misiones, tomaba más conciencia de la necesidad de un cambio en las leyes. Fueron momentos de gran transición para la sociedad americana, ella promovía los nuevos valores y daba coraje a la gente de color. Se unió a Frederick Douglas, otro gran activista, quien la ayudaba en esta empresa contra la esclavitud. Tubman nunca fue capturada a pesar de ofrecerse muy buena recompensa por ella y sufrir persecusión.

El senador William H. Sewert le vendió una porción de tierra en Auburn, estado de New York. Esa casa fue albergue y refugio de muchos esclavos, de su familia y actualmente es el Museo Tubman.

En 1861, estalla la Guerra Civil entre los estados sureños y el norte. Harriet se une a las tropas abolicionistas de Boston y Filadelfia y vuelca su experiencia de guía de esclavos y como enfermera. Fue la primera mujer en dirigir un asalto armado. Intervino con decisión en la Misión Combahee River y atendió a cientos de esclavos liberados. No recibió sin embargo, pensión por los años de la Guerra Civil, y su vida fue muy difícil económicamente, trabajó en diversos empleos para ayudar a su familia y a su gente.

En 1863. Lincoln había emitido la Proclamación de Emancipación, y aunque la abolición era ley, el cambio de costumbres fue muy lento en la sociedad.

Hubo gente que la admiraba y la ayudaba, incluso escribieron libros sobre ella cuyas ganancias le pertenecían. En sus últimos años, cuando la mujer americana decidió luchar por el voto, se unió a las sufragistas para alcanzar el voto femenino. Participó en reuniones y mitines con líderes de la causa, en New York y Boston, y pronunció discursos en favor de los derechos de la mujer.

Esta líder casi analfabeta había luchado a favor de los derechos de los negros y ahora asombraba luchando por el derecho de la mujer. Su activismo comenzó a ser reconocido y actualmente es considerada una de las grandes figuras americanas, defensoras de los derechos humanos, antiesclavista y feminista.

Murió en su casa de Auburn en 1913 y donó su propiedad a la Iglesia Episcopal Metodista Africana Sion para la construcción de una residencia para ancianos indigentes de color, donde ella misma fue albergada después de una difícil operación cerebral en la que no quiso anestesia, sino morder una bala, como hacían los soldados que vio sufrir en la Guerra.

Mordió el dolor y dio, con sus actos, una lección de humanidad a esa América naciente. Fue querida y respetada en vida pero lo que más me asombra es cómo se la recuerda y respeta hoy, cómo se la considera una de las grandes mujeres y patriotas que construyó esta nación.
La enterraron con honores militares en el cementerio de Auburn y su casa es hoy un Museo y centro cultural donde se difunde su vida y su época histórica.

En el Correo Central de New York me muestran la serie de sellos donde se la destaca. A su vez, me informan de que uno de los barcos de la Marina de Estados Unidos se llama, SS Harriet Tubman.

En estos días el Departamento del Tesoro anunció que el billete de 20 dólares llevará su imagen, y será la primera mujer que aparece en el papel moneda americano.

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