Estos días ha sido noticia en la ciudad y provincia de Salamanca del más que lejano y olvidado oeste de España, la visita de las autoridades al nuevo Hospital Clínico Universitario, acerca de cuya avanzada tecnología y magníficas instalaciones se han hecho lenguas los políticos de turno en la administración regional y local, con un despliegue fotográfico que pareciera propio de una inauguración.
Según la Consejería de Salud de Castilla y León, se preveía que la inauguración de nuevo centro hospitalario tuviera lugar en el segundo semestre del año en curso, algo que posiblemente la mayoría de los ciudadanos no se creyó en su día. El escepticismo es lógico si se considera que la apertura del nuevo hospital estaba prevista en principio para hace ocho años, ocho, algo que abochornaría a cualquier administración y que en el lejano oeste español entra dentro de lo histórica postergación que sufre las provincias del viejo reino leonés.
Recientemente le preguntaron al presidente Mañueco, que lo es de Castilla y León, acerca del asunto, y esto fue que lo que dijo con la sucia prosa habitual de su verbo: «Determinar una fecha en la que el nuevo hospital será al fin una realidad es una tarea compleja, tanto como su puesta en marcha, pero a pesar de lo difuso de su ‘día D’ este empieza a apuntar más hacia 2022 que hacia 2020». No me digan que ese verbo, además de difuso, no mancha hasta provocar cierto repeluzno.
El primer proyecto del llamado Complejo Hospitalario de Salamanca data de 2006 -repito, de 2006-, si bien sufrió sucesivos parones en los años siguientes, hasta el punto de que habrán pasado dieciséis años -si todo va bien- hasta la fecha en que los salmantinos tengan -según Mañueco- su nuevo hospital.
Conviene recordarlo ahora que la justificada alarma del coronavirus está haciendo posible que en China se construyan hospitales en diez días.