El cambio climático, la falta de ordenación del territorio y el abandono del monte aumentan el riesgo de grandes y devastadores incendios
El incendio de Doñana y Pedrógrão Grande son ya algunos de los más graves siniestros del siglo XXI en la Península Ibérica y 2017 ya supera los datos de media de la última década, datos que llevan a Greenpeace a reclamar una respuesta coordinada y global ante la nueva generación de incendios forestales que, como señalan los expertos, serán cada vez más frecuentes en un futuro próximo.
“Ante las situaciones vividas recientemente, desde Greenpeace hacemos un llamamiento a evitar la simplificación del problema”, ha señalado Miguel Ángel Soto, responsable de la Campaña de Bosques de Greenpeace. «La meteorología actual está siendo un aviso de lo que nos depara el futuro: estamos viviendo el comienzo de verano más caluroso de los últimos 40 años y se están batiendo récords de temperatura en algunas estaciones climáticas. En este contexto, tras décadas de abandono rural y falta de aprovechamiento, y tras años de recortes en prevención y extinción de incendios, los montes son tremendamente vulnerables a los grandes incendios», ha añadido Soto.
Como reflejan las estadísticas de incendios forestales del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (con datos solo hasta el 31 de mayo) el presente año 2017 supera ya los datos de la media de la última década: mayor número de incendios forestales, mayor superficie afectada y mayor número de grandes incendios forestales (superiores a 500 Ha).
Además de la alta siniestrabilidad y la falta de gestión forestal, a este cóctel hay que sumar que la Península Ibérica está sufriendo la peor sequía en los últimos veinte años y un verano adelantado con temperaturas extremas para la época del año, tras varios años, 2015 y 2016, que han batido récords de temperatura en buena parte del planeta, síntoma evidente del cambio climático.
Greenpeace constata un año más que el abandono rural y la falta de gestión forestal preventiva son el principal problema estructural de gran parte de la superficie forestal española. Es urgente que las masas forestales se gestionen más y mejor y que se pongan en marcha modelos de selvicultura que tengan en cuenta la variable del cambio climático, que favorezcan la diversidad genética y específica y que reduzcan la densidad de arbolado con vistas a hacer las masas menos vulnerables a grandes incendios, plagas, enfermedades, etc.
La organización recuerda que es necesaria una gestión más activa del paisaje que tienda a la imitación a pequeña escala del régimen natural de incendios: a través de las quemas prescritas, explotación forestal, extracción de biomasa para uso energético, ganadería extensiva, etc. Son necesarios ecosistemas forestales y paisajes más resilientes al fuego y a los escenarios del cambio climático.
“Los expertos señalan que el peligro no son los incendios forestales en general, no es el fuego. El verdadero peligro son las perturbaciones extremas, los incendios de alta intensidad, los incendios incontrolables debido al cóctel formado por falta de ordenación del territorio, acumulación y continuidad del combustible, abandono rural y cambio climático”, ha añadido Soto.
Agrega que los incendios de Pedrógão Grande (Portugal) y Doñana (España) han devuelto de nuevo imágenes ya vividas en años anteriores en incendios forestales en zonas turísticas: cientos y a veces miles de personas, desalojadas o confinadas en sus viviendas, urbanizaciones, campings, etc. debido al avance de las llamas. Se constata una falta de cultura preventiva en zonas de urbanizaciones situadas en entornos rurales y el incumplimiento de las normativas que obligan a elaborar planes de autoprotección en estos entornos de interfaz urbano-forestal.
Greenpeace cree necesario un mayor apoyo a las Fiscalías de Medio Ambienteen el esclarecimiento y persecución del delito de incendio forestal. Además, el Gobierno debe proponer medidas valientes y decididas en la futura Ley de Cambio Climático que tengan como objetivo evitar que las temperaturas globales aumenten por encima del 1,5 ºC.
“Si queremos evitar que sean los grandes incendios forestales los que gestionen el paisaje durante los fenómenos meteorológicos extremos, tendremos que actuar nosotros antes de que lo haga el fuego. La inacción nos condena a más, más intensos y más destructivos incendios forestales”, ha concluido Soto.
Ingredientes para el desastre
Greenpeace ha documentado los seis ingredientes que tienen que conjugarse para provocar veranos catastróficos con un alto número de incendios[1], de alta intensidad y con una gran superficie afectada por el fuego. Estos ingredientes son:
- La pervivencia de las causas del origen del fuego (chispas producidas por maquinaria agrícola y forestal, quemas agrícolas y ganaderas, negligencias, alta intencionalidad, pirómanos, rayos, etc.).
- La falta de gestión forestal preventiva.
- El aumento de los fenómenos meteorológicos extremos (olas de calor, sequías) como los que estamos viviendo actualmente debido al cambio climático.
- La escasa ordenación del territorio y el crecimiento de urbanizaciones y viviendas dentro del medio forestal, aumentando lo que se llama interfaz urbano-forestal, lo que supone un incremento del riesgo de incendios forestales además de un mayor peligro para la población que vive en estos entornos.
- La “paradoja de la extinción”: el “éxito” en la extinción de los incendios implica la supresión total del fuego, pero supone también un incremento del riesgo de incendio forestal, debido a la acumulación de combustible en un medio forestal abandonado.
- Los recortes en gestión forestal, prevención y extinción de incendios, así como la precarización laboral y privatización del colectivo dedicado a la extinción de incendios.
Enlaces:
- El verano que no queremos que ocurra. Seis ingredientes para un cóctel explosivo en materia de incendios forestales
- La Portada que nunca querríamos leer