Entre un 20 y un 48 % de la población adulta española sufre, en algún momento de su vida, dificultad para iniciar o mantener el sueño, y más de un 30 % asegura que se despierta con la sensación de no haber dormido correctamente.
Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), se estima que más de cuatro millones de españoles padecen algún tipo de trastorno de sueño, bien sea crónico o grave, lo que supone que un tercio no duerme bien y padece insomnio.
Esto, que a todas luces es el comienzo de un insomnio, que puede llegar a ser crónico, (hasta un 10 %), ocasiona que las personas afectadas no solo que no busquen ayuda profesional, sino que convivan con el problema como un asunto que llega a considerarse normal. Los trastornos del sueño, que son más frecuentes en la mujeres de edad avanzada, actualmente también debutan en la población infantil y juvenil.
Estos constituyen un grupo muy numeroso y heterogéneo de procesos que derivan en muchísimas enfermedades que cursan con algún trastorno del sueño, como uno más de sus síntomas. De hecho, es difícil encontrar alguna enfermedad que no altere en nada el sueño nocturno o la tendencia a dormir durante el día. Por ello, se considera que todos los trastornos del sueño pueden ser enfermedades propias y/o también un síntoma de otras.
Desde las piernas inquietas hasta el síndrome de apneas-hipopneas, pasando por la hipersomnia idiopática, el trastorno de la conducta durante el sueño REM, las parasomnias NREM, los trastornos del ritmo circadiano o la narcolepsia, SAOS, son las afecciones que más prevalecen en la población (hasta un 30 %).
Dormir bien es señal de tener buena salud y, sobre todo, calidad de vida, tanto mental como física. Una peor calidad de sueño producida por estrés, ansiedad u otros cuadros de angustia, puede alterar el sistema inmunológico y, por tanto, el sueño; en última instancia, puede llegar a dañar las estructuras del cerebro. En algunas personas, ciertas patologías pueden debutar en el caso de no disponer de un sueño reparador, de ahí que se desarrollen la obesidad, la hipertensión u otras enfermedades neurológicas, tales como el ictus o el Alzhéimer.
Hay que señalar que, dormir bien, sirve para que tengan lugar diversos y muy importantes procesos fisiológicos que están estrechamente relacionados ,o incluso están determinados, por el sueño o la periodicidad del mismo. A este respecto, existen diversas teorías acerca de las funciones del sueño, por ejemplo: el restablecimiento o conservación de la energía, la eliminación de radicales libres acumulados durante el día, la regulación y restauración de la actividad eléctrica cortical, la regulación térmica, la regulación metabólica y endocrina, la homeostasis sináptica, la activación inmunológica y la consolidación de la memoria, entre otros.
En algunas enfermedades, los trastornos del sueño son comorbilidades de otros cuadros, como puede ser la epilepsia, la esclerosis múltiple, y la demencia precoz. Esto se ha demostrado en algunos estudios epidemiológicos, en donde se refiere a la calidad del sueño y la duración con comorbilidades derivadas del insomnio.
El rendimiento cognitivo se asocia a los pacientes que han tenido un correcto descanso en el día y han dormido la siesta y, por ello, cuando existen cuadros de insomnio o falta de sueño en algún grado, se puede ver en clínica tanto enfermedades neurológicas como otras alteraciones, como en pacientes con epilepsia.
Actualmente, muchas enfermedades pueden desarrollarse en pacientes que acusan tener un sueño poco reparador, como es el caso de las enfermedades neurológicas y neuromusculares, sobre todo de discapacidad. En pacientes con enfermedades crónicas es frecuente que no duerman bien, como les sucede a los enfermos que tienen esclerosis múltiple, que pueden experimentar cuadros de fatiga debido a su sueño alterado.
En todo caso, si padece insomnio, si todas las noches se despierta, si no es capaz de dormir ocho horas, acuda a su médico de familia para que pueda ayudarle en los primeros estadios. Si se convierte en una forma de vida, tendrá que acudir a la Unidad del Sueño para que se determine qué está sucediendo, porque puede ser el inicio de una etapa complicada.
Algunos niños están empezando a tener trastornos del sueño derivados de la activación que les produce estar conectados a internet todo el día, máxime antes de dormir. A ello hay que añadir los trastornos del sueño que sufren los jóvenes como consecuencia de factores externos o malos hábitos, que, lógicamente, son potencialmente modificables: el alcohol, las bebidas energéticas y el tabaco. Todo esto debería hacerles reflexionar acerca de la importancia del sueño como proceso fisiológico y de las medidas de higiene del sueño como una inversión a largo plazo para prevenir enfermedades crónicas.