Instagram: la autoestima comprometida

El culto a lo audiovisual golpea de nuevo a los menores de edad; esos que aún no saben manejar los tiempos; esos que están en la edad de jugar y de adquirir destrezas con sus iguales, y llega esta vez para quedarse. La edad para comenzar la dictan los padres, y cada vez es más pronto, apenas cuando cumple diez años.

La permanente autoafirmación, bien por comparación o por diferencia, la superficialidad, el desmedido placer de verse para que me vean, proyectar quién soy o qué hago, envuelve sin solución de continuidad a una generación marcada por la permisividad de sus padres, esos que no se atreven a decir no. El sentido de las imágenes proyectadas en la red  social Instagram está generando el momento perfecto que se ve proyectado de forma instantánea. Qué soy, qué estoy siendo, qué hago y qué responde a una crisis de identidad que el menor no distingue, pero que va calando en su personalidad. Si a ello le sumamos los comentarios, los datos y lo que queremos dar en ese momento, podemos construir el puzzle de la vida, pequeña vida, ya distorsionada en la que se ancla el menor.

INSTAGRAM_REBELDES-MARKETING-ONLINE-1-600x338 Instagram: la autoestima comprometida

Todo comienza con un inocente selfie que procura delante del espejo de su casa; morritos, preparación de la escena, edición súper guay y publicación de su foto o historia «insta» a la espera de recibir la aprobación de sus seguidores. Maquillaje, proyectar lo mejor de uno mismo, y el autoconcepto que se ve dinamitado por lo que hemos querido ejecutar en ese preciso instante. Cada imagen, ojo, cada una de ellas, muestran la imagen distinta de la alteralidad, la que yo elijo para mostrar, ni siquiera lo que soy o lo que quiero ser, porque necesariamente no lo sé. El yo digital va cambiando a lo largo del día, luego de la semana, más tarde del mes.

Lo que a priori vemos los padres como un juego inocente del menor que se hace fotos y las publica en una red inofensiva, pasa porque el conflicto emerge cuando el yo real quiera mejorar al yo ideal; al que he proyectado a lo largo de los años. La idea distorsionada de lo que soy y proyectada a través de «yoes» ideales hace que esté en permanente conflicto conmigo mismo y que lo que la imagen da, el espejo ya no devuelve.

El desarrollo de los problemas que conlleva lo que era un juego inicial ven al infante sumergido en un trastorno de autoestima que puede llevarle a otros sumado al de la depresión o al narcisismo que va poco a poco organizando en su mente.

La necesidad de reconocimiento, la personalidad con rasgos de grandiosidad y la necesidad de admiración permanente, comienzan a iniciarse en la edad adulta, si bien, aún no se sabe porque es pronto, el daño psíquico que se está procurando a los niños que han organizado su personalidad fruto de lo que opinan los demás, lo que ven y lo que yo reconozco. Las personas por tanto, que tienen un sentido grandioso de sí mismas, necesitarán actualizar sus perfiles para mostrar al mundo y para tener el aprobado general. La retroalimentación de sus seguidores les hace reconstruir constantemente quiénes son hasta llegar a la perfección.

La comparación permanente, la aprobación del otro, la necesidad de obtener el mayor número de «me gustas» en poco tiempo, constituyen su identidad y autoconcepto a partir de un yo adulterado, un yo ideal que es digital,  pero que no corresponde a quién soy. Esto es muy importante en la adolescencia, dado que la construcción de la identidad personal, la susceptibilidad, el excesivo enjuiciamiento y los complejos que se tienen normalmente, van a verse sumergidos en el juicio extremo y en la comparación inevitable.

A mayor nivel de comparación, mayor nivel de insatisfacción.

El narcisismo, la autoestima precaria, la envidia como leitmotiv es solo el principio del hilo. El control parental, la limitación del uso de aparatos tecnológicos en la adolescencia y la oferta de juego y otros estímulos que le hagan crecer como persona, evitarán que en la adolescencia tardía, ya iniciada la segunda década, la persona tenga una idea real de su yo, y pueda solventar los problemas que entonces surgirán por haber manejado una red social cuando apenas cumplía diez.

No tienen herramientas para manejar lo que proyectan de si mismos; no ceda, porque luego será tarde. La adquisición de las competencias que le hagan desarrollarse como adolescente no pasan por «Insta», como es conocido entre los jóvenes y si no, al tiempo.

Ana De Luis Otero
PhD, Doctora C.C. Información - Periodista - Editora Adjunta de Periodistas en Español - Directora Prensa Social- Máster en Dirección Comercial y Marketing - Exdirectora del diario Qué Dicen - Divulgadora Científica - Profesora Universitaria C.C. de la Información - Fotógrafo - Comprometida con la Discapacidad y la Dependencia. Secretaria General del Consejo Español para la Discapacidad y Dependencia CEDDD.org Presidenta y Fundadora de D.O.C.E. (Discapacitados Otros Ciegos de España) (Baja Visión y enfermedades congénitas que causan Ceguera Legal) asociaciondoce.com - Miembro Consejo Asesor de la Fundación Juan José López-Ibor -fundacionlopezibor.es/quienes-somos/consejo-asesor - Miembro del Comité Asesor de Ética Asistencial Eulen Servicios Sociosanitarios - sociosanitarios.eulen.com/quienes-somos/comite-etica-asistencial - Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland) - Libros: Coautora del libro El Cerebro Religioso junto a la Profesora María Inés López-Ibor. Editorial El País Colección Neurociencia y Psicología https://colecciones.elpais.com/literatura/62-neurociencia-psicologia.html / Autora del Libro Fotografía Social.- Editorial Anaya / Consultora de Comunicación Médica. www.consultoriadecomunicacion.com Actualmente escribo La makila de avellano (poemario) y una novela titulada La Sopa Boba. Contacto Periodistas en Español: [email protected]

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