Se sabe tan poco sobre nuestros ancestros. Incluso teniendo en cuenta que se ha estado yendo al pasado a por tantas cosas… O quizás precisamente por eso. Porque hemos ido al pasado para legitimarnos, para matar (más) a los muertos, para redimir(nos).
Hemos ido al pasado para todo menos para saber cómo era ser feliz cuando nuestros antepasados lo eran, si es que lo eran, si es que querían serlo, si es que sabían qué es ser feliz, si es que necesitaban serlo.
A veces pareciera que se ha ido al pasado para explicárselo luego a un imbécil o, lo que es peor, para destruir las pruebas de las ignominias que cometieron los nuestros.
Aquellos que van al pasado y traen lo que quieren. Son tantos y tan dañinos los que van al pasado a ciscarse en lo que los historiadores ya sabemos sobre el pasado que, a veces, creo que su menosprecio a nuestra labor nos enaltece.
Respecto de exigir disculpas a los responsables del presente por los hechos de los responsables del pasado… No se pide perdón por lo que no se ha hecho. Es una humillación pedir perdón a quien realmente pudiera tener algo que ver con el mal real, con el cierto, con el actual. No se puede arreglar el pasado.
En otro orden de cosas, los hombres no han borrado del pasado a mujeres excepcionales (sólo); los hombres, los seres humanos, han ‘borrado’ del pasado a seres humanos, varones o mujeres, excepcionales. Reivindiquemos a todos los seres humanos, a todos, a los cuales los historiadores no han sido capaces de devolver su lugar en el presente: su lugar de conocimiento, no de memoria.