Irresuelto, de Magda Arnaud, habitando la línea

Las obras de Magda Arnaud (Buenos Aires, 1979) trabajan a la vez el texto y el tejido, dos quehaceres, dos oficios tan artesanales como poéticos que comparten origen etimológico en el latín texere.

irresuelto Irresuelto, de Magda Arnaud, habitando la líneaPor algo se trata en ambos casos de un sistema en el cual un significado emerge a partir del ensamblaje de una multitud de elementos individuales (los fonemas, las letras, las palabras en un caso;  los hilos en otro), que esta interpretación arrebatadora -y al alcance de cualquiera por otra parte- entiende el lenguaje como un tejido y el tejido como un modo de expresar las ideas o las palabras de manera física.

¿Habría que buscar igualmente un paralelismo entre la lengua y la aguja que cada una por su lado teje y enreda y pincha lo suyo? Pregunto.

Como prueba fehaciente ante tanta duda, distintas palabras o frases aparecen bordadas en las obras, sugiriendo a cada espectador un sentido posible, poético y siempre abierto.

Pero Magda Arnaud no quiere afirmar o  generar un conocimiento, sino sugerir una incertidumbre, un desconcierto: un vacío o ausencia en la capacidad de expresar y de crear. Plantear la pregunta, he ahí lo que nos espera -o se espera de nosotros- en el abismo que existe entre las ideas y las obras. Puede que ahí se pierda información, pero también ahí se cuela el azar, lo inesperado, la libre interpretación.

Gomas de caucho, fieltros e hilo bordado son los materiales con que ella trabaja convertidos así en elementos poéticos y artesanales en este Irresuelto que da título a la exposición y que incita a la acción. Porque esa incitación se halla, sin duda, en la belleza de las ideas y los objetos que están y permanecerán para siempre -tal vez- sin resolver.

  • Comisariada por Sofía Fernández Álvarez
  • 27 de abril – 26 de mayo (26:05:2019)
  • Habitar la línea (Amparo 91, Madrid)
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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