Este sábado 2 de agosto se cumplen 30 años de la desaparición forzada del periodista Jaime Ayala Sulca, quien hace tres décadas entró al estadio municipal de la provincia de Huanta (Ayacucho) -donde funcionaba el cuartel general de Infantería de la Marina de Guerra del Perú- de donde no salió.
Han pasado 30 años y aún no hay responsables sentenciados por el caso. En razón a ello, la Asociación Nacional de Periodistas del Perú (ANP) demanda a la Sala Penal Nacional el inicio del juicio oral, que se ha dilatado inexplicablemente y que pone en tela de juicio la neutralidad con la que se está llevando el proceso.
La ANP recuerda que, tal como lo acreditó la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), en su informe final, el periodista Jaime Ayala fue víctima de tortura, tratos crueles, inhumanos, degradantes y ejecución arbitraria por parte de integrantes de la Marina de Guerra. La CVR consideró que esos hechos se enmarcaron en un contexto generalizado de desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones arbitrarias existentes en esa época en la provincia de Huanta.
Como parte de los actos programados en recuerdo del periodista, excorresponsal del diario La República en Huanta, los familiares y el gremio celebraron el viernes 1 de agosto una misa solemne en la Iglesia San Sebastián, en el Centro Histórico de Lima, y el lunes 4 de agosto se ha convocado una concentración y entrega de memorial en la Sala Penal Nacional para exigir sanción a los responsables de la desaparición de Ayala Sulca.
«Esperamos que las autoridades y la ciudadanía en general tome en cuenta nuestro sufrimiento. Son 30 años desde que desaparecieron a mi esposo y hasta ahora no se ha sancionado a los responsables ni encontrado sus restos. Esperamos que al fin el Ministerio de Justicia cumpla con su deber», afirmó Rosa Luz Pallqui Medina, esposa de la víctima.
Jaime Ayala era un joven periodista de 22 años que trabajaba en Radio Huanta 2000 y ejercía el cargo de corresponsal del diario La República de Lima. Enviaba periódicamente informes al medio impreso sobre los sucesos que se registraban en Ayacucho, específicamente, en la provincia de Huanta, donde residía con su esposa Rosa Pallqui Medina e hijo recién nacido. Dicha información involucraba a la Marina de Guerra y a Sendero Luminoso.
Por su actitud decidida de denuncia que tuvo frente a los delitos que perpetraba la Marina de Guerra (detenciones, torturas y desapariciones forzadas), fue intervenido y amenazado por efectivos de este instituto armado en varias ocasiones entre agosto y setiembre de 1983.
El día de su desaparición el periodista ingresó al estadio de Huanta para denunciar el atropello a sus familiares por parte de un grupo de agentes de la Marina, que en la madrugada habían ingresado a la fuerza a la vivienda donde residía su madre Julia Sulca y dos de sus hermanos, quienes fueron golpeados y amenazados de muerte por los sujetos. El objetivo de la intervención era detener al comunicador, pero él se encontraba en otro domicilio junto a su esposa e hijo.
«Recuerdo que esa mañana Jaime se enteró de lo sucedido. Y de inmediato acudió a la Comandancia de la Policía de Investigaciones para denunciar el hecho. Pero al no encontrar una respuesta positiva a su denuncia, se trasladó al estadio de Huanta en compañía de Carlos Paz Villantoy (administrador de la emisora Radio Huanta 2000) para exigir explicaciones por el atropello a su familia. Incluso, por las inmediaciones del estadio se encontró con varios conocidos, entre ellos la señora Zenaida Fernández Hernando, quien le pidió que interceda por su padre Nemesio Fernández Lapa, quien había sido detenido el 15 de julio del mismo año por personal de la Marina. Esa fue la última vez que lo vimos con vida», afirmó su esposa Rosa Pallqui Medina.
El periodista quería aprovechar la oportunidad de acudir al estadio para indagar, además, sobre el ataque que los marinos habían realizado un día antes a la comunidad de Callqui, donde asesinaron a seis evangélicos de esa comunidad, a quienes acusaron de presuntos terroristas.
Tras su desaparición, la Marina aseguró, en un primer momento, que Jaime jamás había entrado al estadio, pero luego, afirmó que había ingresado solo unos minutos y luego se había retirado con dirección a las montañas. «Esa es una total mentira, pues en los alrededores del estadio habían decenas de personas, que conocían a mi esposo y a toda la familia, y todos negaron haberlo visto salir», asegura la viuda de Ayala.