Verano de despedidas. Hace unos días era Robert Redford[1], ahora, con 87 años, y “por razones de salud”, el cineasta Jean-Louis Trintignant, quien padece un cáncer de próstata, pone fin a su carrera tras declinar el ofrecimiento de protagonizar la próxima película de Bruno Dumont: «Era interesante –ha manifestado en una entrevista publicada en la página web del diario Nice-Matin- pero tengo miedo de no poder cumplir. El cine se ha terminado para mi … No puedo ir solo a ningún sitio, tengo siempre necesidad de alguien que me avise de que puedo romperme la cabeza”.
La última interpretación de Trintignant en el cine –el último de sus 160 papeles en los escenarios y en la gran pantalla- fue en “Happy End”, de Michael Haneke, en 2017.
Con un lugar en la historia del séptimo arte desde su rol de protagonista en “Un hombre y una mujer” (de Claude Lelouch, Palma de Oro en Cannes 1966), Jean Louis Trintignant consiguió un Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1968 por “El hombre que miente” de Alain Robbe-Grillet, y tres años más tarde el Premio de Interpretación en Cannes por “Z” de Costa Gravas; más recientemente, un César (equivalente a los Goya) al mejor actor, por “Amour”, de Michael Haneke (2013), junto a la también veterana Anouk Aimé.
Pero al margen de reconocimientos, a Jean-Louis Trintigant, un actor tan extremadamente tímido que en juventud siguió una terapia para curarse, que desdeña la notoriedad y fue piloto de carreras, le hemos visto en muchas de las películas míticas del cine francés e italiano del siglo XX, como entre otras en “Y Dios creó a la mujer”, de Roger Vadim, donde compartía la cabecera del cartel con Brigitte Bardot, “Verano violento” de Valerio Zurlini, “Austerlitz” de Abel Gance, “Il sorpasso” de Dino Rissi, “Ma nuit chez Maud” de Eric Rohmer, “Las secretas intenciones” de Antonio Eceiza y, sobre todas, “Il conformista” de Bernardo Bertolucci, basada en la novela homónima de 1951, escrita por Alberto Moravia, donde borda la historia de Marcello Clerici, un profesor que se une a un partido fascista italiano, como una manera de desaparecer en la multitud para poder integrarse.
A finales de la década de 1990 empezó a dar una serie de recitales poéticos con su hija Marie, fallecida en 2003 a causa de la paliza que le dio su pareja, el músico Bertrand Cantat. Para Jean-Louis Trintignant fue un golpe terrible, del que nunca se ha repuesto.
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