La Fábrica publica Javier Porto. Los años vividos. Fotografías [1980-1990]. Un centenar de fotografías que recogen la trayectoria artística y personal del fotógrafo madrileño divididas en dos volúmenes: La noche se mueve y Grace, Andy, Keith, Robert y cía.La exposición podrá verse en La Térmica de Málaga del 5 de abril al 16 de junio.
En el tránsito de los años 70 a los 80, Javier Porto (Madrid, 1960) conjugó su vocación de fotógrafo callejero por las esquinas de su ciudad con el acceso a los salones capitalinos del glamour y del dinero. La noche se mueve es una crónica apasionada del Madrid de aquellos años, cuando la ciudad parecía vivir al compás de lo que ocurría en sus calles y garitos desde que se ponía el sol hasta el amanecer, ya libre de complejos tras varias décadas de dictadura y dispuesta a ponerse el mundo por montera. «Porto resulta ser un ejemplo claro de esa denominada «fotografía de los ochenta» y cómo ésta fue leída en su momento y es todavía contemplada en la actualidad, (…) quizá sea necesario limpiar como si de polvo acumulado sobre esas obras se tratase, para poder descubrir, más allá de lo que «parecen» contar esas imágenes, que es lo que verdaderamente cuentan.», explica Pérez Manzanares en el prólogo del primer volumen.
A mediados de los 80, La Movida madrileña despertaba admiración entre la prensa internacional, sin embargo, Porto, junto con otros protagonistas de aquellos años, notaron que la movida comenzaba a perder pulso a la par que, como movimiento cultural y social, conseguía consolidarse y se institucionalizaba.
En 1984, Porto se fue a Nueva York, y allí consiguió ser asistente del fotógrafo Robert Mapplethorpe. El volumen Grace, Andy, Keith, Robert y cía recoge los preliminares y el making-off de una sesión fotográfica que tuvo lugar el 28 de julio de 1984 en el estudio que Mapplethorpe tenía en el número 24 de Bond Street a lo largo de catorce horas, organizada por el propio Warhol para publicarla en su ya entonces mítica Interview a la mayor gloria de Grace Jones, por entonces icono gay de las noches de Manhatan y dueña de las pistas de baile de medio mundo, y de un Keith Haring que de la mano de Andy había saltado del metro neoyorkino, en cuyos pasillos y estaciones realizaba sus dibujos con tizas, a las mejores galerías como la gran esperanza del arte americano de finales del siglo XX si su prematura muerte no hubiera segado esas grandes expectativas