Problemas con el suministro de agua en varios de los quince municipios de la capital de Cuba confirman la urgencia de modernizar la infraestructura, eliminar fugas y garantizar a la ciudadanía depósitos para almacenar el recurso, informa Luis Brizuela (IPS) desde La Habana.
Según las autoridades, la rotura de equipos de bombeo, algunos con más de veinte años de explotación, es la principal causa del acrecentado déficit de las últimas semanas que ha llegado a afectar a cerca de 150.000 de los 2,2 millones de habitantes de La Habana.
También se mencionan los efectos de la sequía en algunas de las fuentes que nutren la ciudad y fallos en los transformadores eléctricos de las estaciones de bombeo, debido a la caída de rayos.
«Estuvimos unos veinte días sin que llegara agua. Los tanques de reserva se vaciaron. En estos días se restableció el servicio de forma intermitente», dijo a IPS Marisol Guevara, profesora y madre de dos hijos adolescentes, residentes en el municipio de Marianao, uno de los territorios golpeados por la contingencia.
A su juicio, «faltó previsión, porque si los motores son viejos y necesitaban reparación, quienes están a cargo no debieron esperar a que varios fallaran y se armara esta crisis».
Junto con el uso de camiones cisterna para llevar el recurso a las comunidades, también se modificaron los tiempos de servicio. Varias de las principales tuberías distribuidoras están interconectadas, lo cual posibilita derivar el líquido a una u otra zona cuando se afecta alguna de las fuentes.
De acuerdo con las autoridades se prevé una mejoría del servicio durante lo que resta de julio y en agosto, con la instalación escalonada de veintitrés motores nuevos, además de la reparación de equipos de bombeo.
Tal situación ocurre en medio del abrasador verano boreal de este país insular del Caribe, donde las temperaturas rondan los 35 grados centígrados –y una sensación térmica superior-, y varios miembros de las familias disfrutan de vacaciones, lo que aumenta la estancia de las personas en los hogares y el consumo del líquido.
Cifras
La disponibilidad de agua resulta un asunto estratégico en el archipiélago cubano, cuya forma alargada y estrecha determina la presencia de ríos cortos y escaso caudal dependientes de las lluvias, más abundantes de mayo a octubre y durante el paso de ciclones tropicales.
De 2014 a 2017 el país enfrentó la mayor sequía en más de un siglo, con impactos en setenta por ciento del territorio nacional.
Una persistente sequía meteorológica desde los últimos tres meses de 2022 abarcó casi 85 por ciento del país, con afectación a medio millón de personas y mitigada con las intensas lluvias de finales de mayo y los primeros días de junio.
Mientras las regiones oriental y central registraron lluvias por encima de las cotas tradicionales para esa época del año, la occidental promedió registros por debajo de la media histórica.
Diversos estudios auguran menos precipitaciones, mayores temperaturas y sequías más intensas en Cuba, y que para 2100 la disponibilidad de agua podría reducirse en más de 35 por ciento.
También como consecuencia del cambio climático se proyecta un aumento del nivel del mar, fenómeno que agravaría la intrusión salina ante el cual hoy son vulnerables 574 asentamientos humanos y 263 fuentes de abastecimiento de agua, según informes oficiales.
La isla dispone de capacidades para almacenar más de nueve mil millones de metros cúbicos de agua en unos 245 embalses, que junto con una red de plantas de tratamiento y otras obras ingenieras garantizan el suministro a la población, industrias y para riego agrícola.
De acuerdo con el primer Informe Nacional Voluntario de Cuba 2021, 98,3 por ciento de los once millones de habitantes de la isla tiene acceso a agua potable, pero solo 86,4 por ciento de la población urbana y 44,5 por ciento de la rural tiene conexión domiciliaria.
Inversiones
Pese a la reforzada crisis económica interna y los impactos del embargo estadounidense, en los últimos años el presupuesto estatal aportó decenas de millones de pesos para ampliar y modernizar la infraestructura hidráulica, mitigar el déficit de líquido y mejorar su calidad.
Sobresalen los trasvases, estratégicas obras ingenieras para controlar posibles inundaciones y trasladar el agua a grandes distancias, a fin de sustentar producciones agropecuarias, además de suministrarla a comunidades y polos turísticos.
Otra parte de los fondos proviene de la cooperación internacional mediante proyectos y fondos de naciones como Arabia Saudí, Kuwait, Japón, España, Francia y del Fondo de la la Opep para el Desarrollo Internacional, entre otros.
Las inversiones respaldaron la construcción de plantas desalinizadoras en el periodo 2018-2020 en las provincias de La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba, Granma, Guantánamo y el municipio especial de Isla de la Juventud, a fin de crear puntos de fácil acceso en poblaciones afectadas por altos niveles de salinidad en sus fuentes de suministro.
Cuba cuenta con tres plantas para producir tuberías de polietileno de alta densidad de 1200 milímetros de diámetro, para tender una nueva infraestructura hidráulica y sustituir añejos acueductos, algunos centenarios, con persistentes roturas.
Más de 40 por ciento del agua que se bombea en el país se pierde antes de llegar a su destino por fugas en las tuberías.
En el caso de La Habana, las autoridades reconocen la existencia de más de mil salideros en las redes hidráulicas, algunos con varios años sin solución.
También se busca priorizar la fabricación de herrajes y piezas para las redes intradomiciliarias, donde se pierde casi un cuarto del recurso.
Desafíos
Desde 2017 la ley No.124 de las Aguas Terrestres pauta la gestión integrada y sostenible del recurso, mientras que la Constitución vigente desde abril de 2019 ampara el derecho de las y los cubanos al agua potable y a su saneamiento, con la debida retribución y uso racional.
El país también se comprometió con el cumplimiento de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), adoptados por Naciones Unidas en 2015, el sexto de los cuales proyecta el acceso a agua limpia y saneamiento para toda la población para 2030.
En una nación que deberá optimizar y ahorrar cada vez más su agua, expertos en la materia exhortan a incentivar una cultura hídrica, tanto en el sector empresarial estatal, el privado y la ciudadanía.
Técnicas como la siembra de agua, la construcción de aljibes y otros depósitos, así como la reutilización del líquido también deben encontrar mayores estímulos para respaldar el manejo sostenible del recurso.