El director serbio Danis Tanovic, autor de la ganadora de un Oscar 2001 En Tierra de nadie, (No Man’s Land) cuenta en su última película, La mujer del chatarrero (An episode in the life of an iron picker, se estrena en España el 21 de febrero de 2014) los esfuerzos épicos de un chatarrero gitano, que vive en Bosnia, por conseguir que el hospital admita a su mujer, enferma y sin papeles, cosa que no logra, y posteriormente conseguir el dinero que le exigen por adelantado para operarla, pese a que está sufriendo un aborto natural y su vida corre peligro.
Nada que no nos suene, nada que no tengan previsto nuestras autoridades (sanitarias, locales, de las comunidades…) para un futuro que ya ha comenzado para los inmigrantes sin papeles, y también para muchos que los tienen, y que acabará extendiéndose a otros grupos marginados: ancianos, mujeres solas sin recursos… víctimas de un sistema sanitario que están vendiendo a pedazos a la iniciativa privada.
Tanovic retrata con maestría la dura de la vida de sus protagonistas –una pareja y dos hijas pequeñas-, actores no profesionales que interpretan un episodio de su propia vida, lo que da ala narración la sensación de autenticidad que le valió el Gran Premio del Jurado y el Oso de Plata a la Mejor interpretación masculina en la 67 Berlinale, en 2013.
(Tras recibir el premio, el ya actor consagrado Nazif Mujic regresó a Bosnia para, pocos meses más tarde, regresar a la capital alemana, con su mujer y sus tres niños, y pedir asilo en el país que le consagró. Las autoridades alemanas rechazaron su solicitud. En febrero de 2014, Mujic ha regresado a Berlín, invitado por el Festival, y en una conferencia de prensa ha dicho que conserva la esperanza de conseguir un estatuto de refugiado político. Cree que podía hacer más películas y que a algún otro realizador europeo podría interesarle la continuación de su historia. Según el diario francés Le Monde, la familia vive actualmente en un hogar para refugiados de Berlín, en espera de ser expulsada del país el 26 de febrero de 2014. En la rueda de prensa que celebró el 7 de febrero, dijo que a su regreso a Bosnia, con el premio, todo lo que le ofrecieron fue “un empleo de mierda” en los servicios municipales de recogida de basuras de la ciudad de Tuzla, donde reside y donde sus vecinos se burlan preguntándole qué hace una estrella de cine recogiendo desechos en la calle. El cineasta Danis Tanovic ha dicho que comprende los deseos de Nazif, que “en Bosnia hay miles de personas como él, que sueñan con una vida mejor, pero no puede pretender ser un refugiado político, sino un refugiado económico”).
El realizador Tanovic decidió contar la historia de Nazif y su familia tras leerla en un artículo, publicado en la prensa local: en el hospital se habían negado a atender a la mujer, Seneda, porque no podía pagar el legrado que necesitaba. Tanovic vio que la historia podía ser un ejemplo de las disfunciones existentes en su país, de la infernal espiral de pobreza y marginación y la discriminación que sufre la comunidad roma, cuyos miembros interpretan sus propias vidas: amigos, vecinos, familiares, representantes de asociaciones, todos han colaborado en la reconstrucción de las condiciones en que viven el chatarrero y su familia, aquí le llamaríamos quinqui, sin trabajo y sin ningún tipo de ayuda social pese a haber luchado cuatro años en la guerra.
A los atractivos de la película hay que añadir la imposibilidad de distinguir lo que en la película pertenece a la vida auténtica de sus protagonistas y lo que el cineasta ha añadido de su cosecha para “redondear” el relato así como el hecho de que esté rodada con “la cámara al hombro”, con todo el realismo necesario (la prensa especializada en Berlín comentaba que Tanovic “había recuperado su antigua profesión de reportero de guerra”) y había conseguido añadir todo lo necesario para convertir la historia de una denuncia en obra de arte, en una historia cruel y terrorífica que impacta al espectador y remueve conciencias