Este siglo XXI sabe un poco mejor que el XX, sabe a gintonic, a silenciosa lumbre electrónica, tiene un sabor a limpia hecatombe descuartizada, y no a aquellas destartaladas cámaras asfixiantes donde gasear seres humanos desnudos y asustados, sabe a mugre lavada una y otra vez con jabones, con detergentes biodegradables, como almas de goma.
Este siglo XXI me engaña a menudo, sin duda, me hace creer en él como si ya fuera el futuro, cuando no es más que el pasado del que se inventarán afrentas, traumas, destrezas, simpatías y patrias, es un siglo del que los Who no podrán escribir ninguna ópera rock, este siglo XXI explotará tarde o temprano por alguno de sus costados mal cosidos, espero que nuestros hijos sepan estar a la altura.
En este siglo XXI, ¿o tal vez fuera en aquel viejo siglo XX en el que vine al mundo?, le paré el corazón a una polilla, la música que yo escuchaba lo hizo, más bien: reduje la parte de su alma muerta a su mejor condición…
La música, sí, no fui yo, esa música salida de África hasta llegar a los pequeños altavoces asesinos que fosilizarán unas alas transparentes, casi invisibles, sin dejar de sonar en mi vida para mi vida con la necesaria fuerza con la que ignorar lo que les pase a los insectos intrusos de mi alrededor.
Esa música donde la violencia se queda impregnando un aire ya inexistente en el que podría haber nacido el pasado de una especie extinguida. Una especie extinguida porque no supo nunca cerrar la vista para escuchar mejor los sonidos capaces de pararle el corazón a cualquier polilla.
Se acaba este año 2019, en este siglo XXI que sabe a gintonic y a limpia hecatombe descuartizada, se acaba este año en el que procuré no envejecer. El instante y la eternidad. Este año 2019 al que yo despido así:
Vinieron años más malos
y vinieron años más tristes,
pero nadie nos lo recordó
año ciego tras año,
año frío tras año.
Tal vez no lo fueran,
y aquellas palabras, también,
dieran en ser el torvo abismo de las palabras,
de donde ciegas salieron.
(la culpa de todo la tiene RSFerlosio)
Este 2019, el año que leí La noche fenomenal.