El respeto del medio ambiente, un cierto desarrollo económico equilibrado y la oferta de trabajo en lugares donde faltan empleos y medios de vida. Esas son, por ahora, las tres patas fundamentales del discurso de empresas y corporaciones impulsoras de las minerías a cielo abierto.
Incluso Las petroleras sueñan en verde, según un titular del suplemento Negocios del diario El País (8 de noviembre de 2020). Para alcanzar ese sueño, rediseñaron hace tiempo sus estrategias publicitarias o de comunicación. Su propaganda. Dejan de autodenominarse ‘petroleras’ y se reconvierten en ‘eléctricas’, ‘empresas de nuevas energías’ o cualquier otro cambio de ese tipo. Lo mismo hacen países como Noruega, en donde los hidrocarburos representan casi la mitad de sus exportaciones. Renovable, es desde ese punto de vista, una palabra mágica para ese mundo. Fundamental. Y como en la famosa ficción, todos ellos quieren que soñemos con formar parte de sus rebaños de ovejas eléctricas
Coincidiendo con ese intento de lavado conceptual, algunos medios de comunicación -especialmente locales y regionales- multiplican sus columnas de opinión y editoriales favorables a diversos proyectos mineros en marcha. Lo hacen con frecuencia mirando sólo de reojo los argumentos contrarios. Esas columnas de opinión bien dispuestas se adoban con noticias de encuentros, seminarios, declaraciones y entrevistas impulsoras del llamado greenwashing, un anglicismo « que se refiere al lavado de cara verde de muchas empresas en tiempos de presión social sobre las que son contaminantes » (artículo de El País citado antes).
Hace meses pude utilizar sin problemas el titular « Cielos azules en un planeta verde » (que encontré en una página de autoelogio del sector aéreo, uno de los más contaminantes) para un artículo mío en el que reseñaba actuales o potenciales impactos negativos de la minería a cielo abierto en la Península Ibérica.
En esa publicación digital (aqui.madrid), escribí lo siguiente: « Con frecuencia, las autoridades nacionales y regionales legislan y deciden a favor de corporaciones planetarias que se presentan como simples proveedores de minerales y metales necesarios para la transición energética (…) Además, esos proyectos de minería tampoco crean nunca –ése es su cebo- los empleos que prometen. Y la experiencia dice que esas actividades extractivas generan conflictos y son destructivas en muchos puntos del planeta ».
Añadamos que a la presión de intereses no siempre bien determinados, se suma el acomodo de una parte de los representantes públicos. Afortunadamente, no de todos.
En Extremadura, un evento de estos días ha despertado una cierta dosis de atención mediática: el 1er Encuentro Ibérico de Baterías organizado por el Instituto europeo de Innovación y Tecnología (EIT, según sus siglas en inglés). Le han dado algún bombo porque el citado European Institute for Innovation and Technology fue creado por la Unión Europea con el objetivo de vincular determinados planes empresariales, con la educación, la investigación y proyectos económicos considerados estratégicos. Parece muy serio. Pero constatar que las bases del EIT fueron establecidas cuando José Manuel Durão Barroso era presidente de la Comisión no anima mucho : fue acusado del uso de corruptas puertas giratorias por anunciar –justo al final de su mandato- que se convertía en consejero del superbanco Golden Sachs, responsable mayor de la crisis financiera mundial de 2008 y factor fundamental de las políticas antisociales que sirvieron de pretexto para los costosísimos rescates bancarios que siguieron.
Tampoco cabe dejar de lado que en su financiación el EIT ya no es totalmente público. Está instalado en Hungría, el país de Viktor Orbán, qué mala suerte, y desde 2011 no se financia únicamente con fondos públicos ; sino también con otros privados que se describen a sí mismos como filantrópicos.
En ese encuentro de las baterías, hay que destacar la intervención del Comisario Europeo de la Energía, Maroš Šefčovič. Según la reseña del diario HOY (« El litio cacereño, protagonista en el foro ibérico sobre la fabricación de baterías », 9 de diciembre), Šefčovič defendió que la Unión Europea no debe depender de terceros para la extracción de mineral. Tampoco para la fabricación de las baterías de litio. Impecable. Eso sí, Šefčovič reconoció que el Banco Europeo de Inversiones financia esas fábricas de baterías -por ahora- sólo en el norte de Europa.
Resulta chocante que los ponentes se refirieran « a los proyectos de extracción situados en Extremadura (…) como si ya formaran parte de la cadena de valor de las baterías », dice el periodista Claudio Mateo en su crónica (diario HOY, 9 de diciembre). Al mismo periodista le choca también que « en ningún momento del foro de debate se haya hablado del rechazo que la mina de Valdeflores despierta en gran parte de la sociedad cacereña ni de la oposición frontal del Ayuntamiento a permitir la actividad minera en la sierra de la Mosca ».
Con esos mimbres, no es extraño que hace algún tiempo surgiera una coordinadora ibérica contraria a esos controvertidos planes de minería a cielo abierto que afectan a zonas de Galicia, Portugal, Extremadura, ambas Castillas, Asturias, Murcia y Andalucía.
En general, se trata de áreas medioambientalmente ricas, menos pobladas y con índices de renta per cápita por debajo de la media. Lugares empobrecidos. Está claro que los promotores no esperaban encontrar en ese ambiente muchos obstáculos para sus planes de explotación en esos territorios. Hablan de un número de empleos fantasioso y se presentan como la esperanza de la transición energética europea. Nada menos.
Ahí están proyectos, más o menos avanzados, más o menos visibles, como la mina de Touro (en Galicia), la Sierra de Gata y Las Villuercas (en la provincia de Cáceres), la Serra da Estrela y la mina de Covas do Barroso (en Portugal), así como otros planes mineros que se sitúan en la raya que une –en la salud y en la enfermedad- a Portugal y Extremadura.
En el territorio extremeño, como no parece haber oposición significativa a la planeada mina abierta de Las Navas (Cañaveral), las presiones mayores se dirigen por el momento contra quienes se oponen al proyecto que quiere extraer litio en Valdeflores (junto a la ciudad de Cáceres). Entre esos opositores, está no sólo la Plataforma Salvemos La Montaña de Cáceres ; también el mismo alcalde (Luis Salaya, PSOE) y la mayoría de la corporación municipal.
De modo que tras los discursos extractivistas de apariencia social y ecológica, existe una táctica generalizada de evitar responder directamente a quienes señalan las zonas oscuras de sus proyectos. La segunda parte de la misma táctica se llama ecopostureo o ecoimpostura: así es como recomiendan llamar al greenwashing algunas autoridades académicas.
Esa ecoimpostura -nada inocua- estuvo presente en la COVID-25, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tuvo lugar en Madrid entre el 3 y 13 de diciembre de 2019. Pero ni dominó todas las intervenciones, ni ha evitado el crecimiento de la preocupación por los detalles dudosos de las energías verdes. Porque la ecoimpostura es sólo bla-bla-bla interesado que hay que analizar con mucho cuidado.