La Virreina Centre de la Imatge (La Rambla, 99, 08001 Barcelona) presenta la exposición Los inconformistas, un retrato que el fotógrafo Martin Parr (Epsom, Reino Unido, 1952) realizó en los pueblos textiles de West Yorkshire y sus habitantes a mediados de la década de 1970.
© Martin Parr / Magnum Photos. ?Los inconformistas’. Palau de la Virreina, 2014
En 1975, recién salido de la Escuela de Bellas Arte, Martin Parr se propuso fotografiar Hebden Bridge, un pequeño pueblo del condado inglés de Yorkshire, para documentar una forma de vida tradicional que entraba en declive. Susie Mitchell, que más tarde se convertiría en su esposa, se unió a él y comenzó a escribir sobre los lugareños, las comunidades rurales y una iglesia metodista que Martin Parr fotografió durante cinco años. Entre los dos compusieron un documento excepcional que supone una auténtica sorpresa para los amantes de la obra del fotógrafo inglés y para los aficionados al formato de reportaje tradicional.
El título de la muestra hace referencia a las iglesias metodistas y baptistas que caracterizan esta zona de Yorkshire y define el espíritu independiente de sus gentes. Con sus fotografías, Parr documenta la vida cotidiana de los trabajadores de las fábricas textiles, los mineros de las minas de carbón, los granjeros de las montañas y los criadores de palomas.
La exposición, que reúne 75 fotografías en blanco y negro que el fotógrafo inglés realizó en Hebden Bridge, Crimsworth Dean y otros pueblos de West Yorkshire entre 1975 y 1980, se podrá visitar en La Virreina Centre de la Imatge hasta el próximo 27 de julio.
Martin Parr es una figura clave del mundo de la fotografía reconocido por su brillante sátira de la vida contemporánea. Autor de cerca de ochenta libros de fotografía, como Common Sense (2002), Our True Intent Is All for Your Delight (2003) y Life’s a Beach (2013), sus obras forman parte de la colección de museos de todo el mundo, como el Getty Museum de Los Ángeles, el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA) y la Tate Modern de Londres.
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Retrato del pueblo textil nglés de Hebden Bridge y sus habitantes a mediados de 1970
Susie Parr
Hebden Bridge, en la década de 1970, lo tenía todo, especialmente una recién creada y animada comunidad de «forasteros» —jóvenes artistas refugiados de Manchester y Leeds en busca de estilos de vida alternativos y viviendas baratas. Pero también tenía el ambiente de un pueblo tradicional. Había una auténtica frutería a la antigua donde comprar manzanas reineta y granadas. Waites, el panadero, vendía tambaleantes pasteles de crema salpicados con raspaduras de nuez moscada y panes de malta calientes. Se podía comprar carbón, zuecos y pana (todos nos hacíamos nuestros propios pantalones en esa época). Y bajo las tradiciones se percibían raíces profundas: personas que habían sido vecinos y compañeros de trabajo durante décadas, comunidades de toda la vida, campos que habían sido cultivados por las mismas familias durante generaciones. Personas que se conocían unos a otros, que conocían cada árbol y cada piedra de sus campos, cada curva de la carretera.
Pero el Hebden tradicional también estaba en declive, las fábricas textiles cerraban y las antiguas industrias se iban a la quiebra. La arena de la rueda del molino seguía siendo negra, y la vida en los pueblos del valle podía ser muy dura. Existía una sensación de pérdida y melancolía en aquel lugar, y cierto resentimiento también en la gente que observaba a los hippies recién llegados restaurando ruinas y cultivando pequeñas parcelas. Empezaron a surgir refugios de escritura, estudios de escultura y alfarerías en fábricas textiles abandonadas y viejas granjas.
Martin había iniciado un exhaustivo estudio fotográfico de Hebden Bridge y la zona circundante. Fotografiaba los partidos de fútbol, a los criadores de ratones y palomas, a los guardabosques en la hacienda de Lord Savile, un club para maridos calzonazos y el restaurante Lady de Willie Sutcliffe en las alturas, donde hacían bizcochos borrachos en palanganas. Siempre daba una copia de la foto a quienquiera que fotografiara, para darle las gracias. Queríamos trabajar juntos y empezamos a documentar tímidamente elementos que parecían ser profundamente tradicionales o estar en declive, o ambas cosas a la vez. Empezamos poco a poco, en una carnicería en cuyo escaparate se exponían trozos de carne asada en enormes fuentes de porcelana ensangrentadas, y donde a los clientes aún se les cobraba en libras, chelines y peniques. Después pasamos al cine de Hebden Bridge iluminado a gas y a la Cliviger Coal Company, ya en Lancashire. Ninguno de los dos conducíamos, así que íbamos a todos sitios a pie, en bicicleta y a veces en autobús.
Quizá debido a su educación, a Martin le atraían mucho las capillas inconformistas que encontrábamos por todos sitios, muchas de ellas, o bien cerradas, o en declive terminal. Históricamente, los inconformistas se habían distanciado de la ceremonia, la liturgia y la arquitectura de la Iglesia de Inglaterra. Martin fotografiaba actos y cultos en una variada gama de lugares. Para nosotros, había algo en el etos de los inconformistas que nos recordaba a la idiosincrasia de West Yorkshire: trabajadores, frugales, mesurados, disciplinados, autosuficientes, aficionados al té y a la tarta.
En los treinta y tantos años que han pasado desde que nos fuimos, Hebden Bridge se ha convertido en una atracción turística, rebosante de cafeterías y tiendas de antigüedades y artesanía. Renovada y evocadora, es un baluarte de lesbianas y una animada ciudad dormitorio para profesionales que trabajan en Leeds, Bradford y Manchester. Pero algunas cosas siguen igual: las granadas siguen brillando en el escaparate de Holt y aún se puede comer una fragante tarta de crema en Waites.
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Extraído de la introducción del libro Los inconformistas. Martin Parr. Edición de 2013 La Fábrica