España lidera el abuso y automedicación de fármacos utilizados para patologías psiquiátricas.
Es frecuente que podamos utilizar los nombres de los medicamentos dentro de nuestro lenguaje coloquial: «tómate un lexatín si estás estresado» o «duerme hoy con Orfidal» frente al «no sé qué me pasa, me voy a tomar un Rubifén a ver si me activo». Actualmente, el uso inapropiado de sedantes del tipo lorazepam, diazepam, bromazepam, alprazolam es absolutamente alarmante y ya podemos hablar de adicción; primero entre mujeres y, no muy lejos, los hombres, que además los utilizan con algo más. Algunas personas los toman a diario para estar tranquilos y es muy frecuente que se tomen junto con cocaína o alcohol, sin pararse a pensar las consecuencias. A este uso y abuso de fármacos prescritos por facultativos se conoce como adicción latrogénica.
Esto que aparentemente parece baladí no lo es. En España se abusa mucho de este tipo de medicamentos a la hora de utilizarlos para dormir, sedarnos o simplemente en una consideración personal de estar bien. Dentro de los hábitos que se tienen está el de tomarse un fármaco o dos al día, si no más, para estar entonado; para no tener subidas o bajadas o evitar el estrés. En un estudio recientemente publicado en la revista BMC Psychiatry acerca del uso y abuso de los opioides, se constata que, al menos un 15 % de la población los toma a diario y, como mínimo, un 10 % los ha tomado en los últimos dos años en Europa.
Los tranquilizantes versus los estimulantes que hacen que la población se «drogue» con cierto consentimiento, bien porque en un tiempo tuvo que tomarlos, o bien porque todo el mundo lo hace, coincide con los datos que actualmente se barajan: estamos enganchados y no lo sabemos. Estos adictos invisibles creen que todo lo va a curar una pastilla. Desde enfrentarse a estar en paro, hasta quedarse en una silla de ruedas, cualquier circunstancia de la vida por mala que sea lo cura un fármaco, y no es así. No todo lo que sucede a diario es tan malo ni tan drástico, y a la menor de cambio porque no lleguemos a tiempo, porque no aguantemos al jefe, o porque estemos cansados de los niños, podemos tomar un tranquilizante, sin que nos lo hayan prescrito, bien por un estado ansioso, una patología concreta o por una depresión. ¿Nos consideramos adictos? no, eso nunca, pero la adicción llega siempre a los dos meses de utilizar estos fármacos.
¿Cuál es entonces la diferencia entre un drogadicto que lo asume y un consumidor de tranquilizantes invisible? Quizá que el primero lo sabe, lo hace y le consta, y el segundo cree que controla las dosis, sabe cuándo prescindirá de ellos y socialmente no está mal visto, porque todo el mundo lo hace. Justificar el uso, negar la adicción, y considerar que consumir opiáceos, es normal; basta para caer en el enganche similar al que tiene cualquier persona que consuma droga, alcohol o cualquier fármaco sin control alguno. Los peligros del abuso son absolutamente previsibles a largo plazo, y la tolerancia a los mismos, así como el síndrome de abstinencia cuando se prescinde de ellos, también.
El llamado dolor del alma no justifica que utilicemos somníferos, tranquilizantes y drogas para paliarlo. Los antidepresivos nos ayudan a salir, pero ciertamente la terapia psicológica y la predisposición para ello son necesarias a la hora de determinar una situación en la que se ha caído sin preverlo. ¿Se puede hablar entonces de abuso? Los expertos no pestañean en la respuesta: sí. Y lo peor, que la mayor parte de las benzodiacepinas enganchan y los antidepresivos han aumentado sus ventas en un 300 % en los últimos 25 año; no digamos, los tranquilizantes: un 500 %. La única parte buena de todo este asunto adictivo es que actualmente en España se dispensa con receta electrónica. El seguimiento y el control es absoluto, y hoy se sabe qué está tomando cada persona, cuánto ha tomado y desde cuándo. Esto claro si se lo ha pautado su médico de familia o psiquiatra. El mercado negro es otra cosa, y comprar lexatín como marihuana en un bar empieza ya a ser normal.
¿Hablamos de adicción y procuramos ver qué nos pasa? Solo así saldremos del binomio ansiedad-depresión, y solo as, podremos salir adelante. Reconocerlo no es poco, y por algo se empieza.
Enlaces: