Líderes muy machos

Mientras el narcisista, cobarde y cada día más repudiado Donald Trump cambia de opinión y un día adora a Vladimir Putin y el otro lo aborrece, jóvenes estadounidenses se unen a iglesias rusas que les prometen niveles absurdos «de hombría» de la que ponen como ejemplo, al líder ruso.

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Vladimir Putin a caballo

Un artículo de Lucy Ash para la BBC del pasado 24 de mayo, entrevistó al padre Moses McPherson líder de una congregación texana que ha triplicado su tamaño en dieciocho meses y pertenece a la Iglesia Ortodoxa Rusa Fuera de Rusia (ROCOR).

Moses es sacerdote de una comunidad en Georgetown, Texas, al norte de Austin, y Ash lo describe como un corpulento padre de cinco hijos que fue criado como protestante, trabajó haciendo techos y ahora levanta pesas al ritmo de heavy metal.

Y utiliza las redes sociales para llamar a los nuevos conversos a defender sin complejos la masculinidad viril y ridiculizar a los hombres que usan pantalones vaqueros ajustados, cruzan las piernas, se planchan el pelo, delinean las cejas y les gusta tomar sopa.

Actividades que son, dice, «totalmente femeninas».

A su liturgia dominical asisten muchísimos hombres de entre veinte y treinta años, que le festejan con decenas de miles de likes la ecografía del sexto embarazo de su esposa; y rezan y se santiguan a la manera ortodoxa, cuyas tradiciones se remontan al siglo cuarto después de Cristo.

Para Moses, precisa el artículo de la BBC, solo hay dos maneras de servir a Dios: como monje o monja o en el matrimonio y los casados deben tener tantos hijos, como sea posible.

«Muéstreme, retó a la periodista, un solo santo en la historia de la Iglesia que haya bendecido algún tipo de anticonceptivo».

Y agregó que la masturbación o auto abuso, debe ser condenada por patética e impropia de un hombre y en Occidente, todo se ha feminizado.

«No quiero ir a ceremonias religiosas que parezcan un concierto de Taylor Swift… la música de alabanza, donde todo es emoción, no es propia de los hombres».

La primera congregación ortodoxa en Estados Unidos fue fundada en Alaska en 1917 por sacerdotes y clérigos que huyeron de la Revolución Rusa y actualmente cuenta con más de setecientas parroquias, misiones, comunidades y monasterios en EEUU, Canadá y México.

Y aunque el número de conversos no puede compararse con los millones de fieles de las mega iglesias evangélicas, es apenas alrededor del uno por ciento de la población, su reciente incremento es difícil de cuantificar.

Una encuesta de la Iglesia Ortodoxa en América (OCA), indica que la mayoría de los últimos conversos son hombres a los que la reclusión por la pandemia de la COVID-19, impulsó a buscar una nueva fe.

Y que desde esa situación se ha dado un flujo constante de catecúmenos que quieren ser bautizados y para los que el espacio digital del padre Moses es clave.

Otra comunidad perteneciente a ROCOR es la de Theodore, un ingeniero en software que explicó que a pesar de tener el trabajo de sus sueños y una esposa a la que adora, se sentía vacío; «como si tuviera un agujero en el corazón», estaba dolido porque la sociedad actual, ha sido «muy dura» con los hombres.

Nos critican, insistió, por querer ser como hombres que somos el sostén económico de nuestras familias y evitar que nuestras esposas trabajen, para que puedan quedarse en casa educando a los niños; que no deben ir a las escuelas a aprender lo que no les conviene.

En lo que concuerda el padre John Whiteford, arcipreste de ROCOR en Spring, al norte de Houston, al afirmar que solo la educación en casa, garantiza una educación religiosa y la protección a los hijos, porque impide se enteren de temas «como el transgenerismo, o los 57 géneros que salen cada mes».

Junto con la ortodoxia, los conversos adoptan el punto de vista ruso sobre la invasión a Ucrania.

Y admiran las fotografías de Putin citando versículos de la Biblia, sosteniendo velas durante los servicios en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú y hundiéndose en agua helada en la Epifanía, y ven a Rusia como el último bastión del cristianismo auténtico.

Algunos hasta piensan mudarse a Rusia, como lo hizo hace ya casi una década Joseph Gleason, sacerdote ortodoxo en Texas y ahora viviendo en Borisoglebskiy, a cuatro horas en coche al norte de Moscú, con su esposa y sus ocho hijos.

¿Sus razones para hacerlo?

Que en Rusia no hay uniones civiles ni matrimonios homosexuales y se puede educar a los hijos sanamente y sin la gratificación instantánea del consumismo estadounidense.

Teresa Gurza
Periodista. Soy mexicana, estudié la carrera de Historia y soy Locutora, Cronista y Comentarista y Licenciada en Periodismo, pero ante todo reportera. Me inicié en televisión en 1970 y fui reportera, conductora y productora de programas noticiosos; reportera de asuntos especiales de los diarios El Día, UnomásUno y La Jornada, y corresponsal en la Unión Soviética, Checoslovaquia y Michoacán. Por razones familiares, mi marido era chileno, viví en Chile más una década. He recibido muchos premios y reconocimientos, entre ellos el Nacional de Periodismo en Reportaje y ahora radico en México y escribo artículos para Periodistas en Español y otros medios.

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