Ya está bien. Todo lo que cuento en mis cuentos pasa en España. O en ningún sitio reconocido y reconocible. Madrid, Suances, una vez creo que Ávila. Y pare usted de contar. ¡Que pare! Gracias.
Islandia, Siberia, Ohio, Grenoble, la Toscana esa tan bonita… China, algo de Rusia, Montevideo, Sudáfrica. ¡Qué se yo! Lisboa, Londres, Roma, que he estado en ellas. Ciudades cosmopolitas muy molonas, tan literarias ellas. Roma, Lisboa y Londres.
Manipulación masiva chomskiana, algo pynchoniano, un toque francés a lo Houellebecq (que se llama Michel Thomas pero él es más de Houellebecq, y le entiendo), romanticismo italianoide. Qué sé yo. Pero salgamos de aquí, me digo a mí mismo. Al extranjero. ¡Fuera! Tanto ombliguismo, hombre. Ya está bien.
Los Ángeles, California, que sale en tantas novelas que he leído últimamente. Incluso en una que tengo a medio escribir. Porque en esa novela sale España, mas también la ciudad estadounidense tan cinematográfica ella. Pero en mis cuentos… En mis cuentos, nada.
«Que la tierra aquí rasga su corteza entre montañas para forjar un paisaje lunar, y que un día brotó del océano una isla de lava que ni siquiera estaba en los mapas». Eso leí en un cuento de Sergi Bellver titulado ‘Islandia’. Claro que estamos hablando de un escritor-escritor que escribe con afán de serlo. Alguien que me hizo una vez escribir sobre su libro de cuentos Agua dura que uno lee un libro de relatos y descubre cuando llega a su final que la desolación y la memoria se pueden encerrar entre las palabras de un escritor a quien ya no podré dejar de atender. Pero lo hice. Dejar de atenderle. Pero eso me pasa a menudo. No nos desviemos del tema. Vamos, voy a lo que vamos, a lo que voy.
Mundo. Que de eso va todo esto. De abrir mi narrativa al mundo. De poner a mis personajes a ser de otros lugares. De lugares reconocibles fuera del ámbito español. ¿Por dónde empiezo? ¿Islandia, Siberia, Ohio, Grenoble, la Toscana esa tan bonita…? ¿China, algo de Rusia, Montevideo, Sudáfrica? ¡Qué se yo! ¿Lisboa, Londres, Roma, que he estado en ellas? Ciudades cosmopolitas muy molonas, tan literarias ellas. ¿Roma, Lisboa o Londres? Un cuento que transcurre en Londres, ya me he decidido. Voy.
Él ya sabe que va a ser Bob Dylan, mientras pasa frío aunque no le importe. Ni lo uno ni lo otro. Bob Dylan. Vuelve a leer el poema que guarda en el bolsillo de su chaqueta escasamente protectora. Rimaremos breves lápidas / cuando los palacios se desmoronen / cada vez que el séptimo sello cumpla su función… No lo ha copiado bien. Y además está incompleto. Por lo menos ahora no nieva. Se vuelve a resbalar. Entra en el garito, le toca cantar. Le presentan con otro nombre, ha olvidado cómo se llama el sitio. Su guitarra está desafinada otra vez. Intenta afinarla. Suena un piano. No le tocaba a él. Bob Dylan podrá esperar. Nueva York sigue oliendo a piel roja.
Al final no ha podido ser. Londres también tendrá que esperar.