La efeméride se presta a recuperar la obra de uno de los grandes escritores de la literatura española
En este 2018 que ahora termina se cumplieron 175 años del nacimiento de Benito Pérez Galdós en Las Palmas el día 10 de mayo de 1843, una ocasión desaprovechada por los organismos culturales para recuperar (o para descubrir a las nuevas generaciones) a un escritor fundamental de nuestra literatura, el mejor novelista español del realismo crítico.
Una de las iniciativas más meritorias relacionadas con Galdós fue la publicación por la editorial Cátedra de diez de sus mejores novelas en un volumen en el que también se rescata del olvido su discurso de ingreso en la Real Academia Española, un texto en el que, desde su título (“La sociedad presente como materia novelable”), mezclaba los dos elementos de su obra literaria, la realidad y la imaginación.
Una vida para la literatura
Descendiente de un militar que participó en la Guerra de la Independencia, Galdós vivió desde los diecinueve años en Madrid, a donde llegó para estudiar Derecho y donde se quedó para siempre. Madrid fue la ciudad con la que llegó a identificarse, a la que convirtió en escenario de sus mejores novelas y de la que extrajo los personajes más fascinantes de su literatura. Sus viajes desde muy joven por Europa (Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania, Italia…) le proporcionaron una perspectiva abierta y cosmopolita para analizar la sociedad de su tiempo y desmienten el estereotipo de personaje apegado al terruño con que lo definieron algunos coetáneos.
Desde su llegada a la capital practicó el periodismo en revistas como “El Debate”, “Revista de España” y en el diario progresista “La Nación”, una experiencia que le permitió conocer en profundidad la convulsa vida social y política de aquellos años.
En la Universidad fue alumno de profesores krausistas y regeneracionistas cuya doctrina influyó en su pensamiento y en sus novelas. Y en su formación literaria fueron importantes las obras de Dickens (de quien fue traductor) y de Balzac, a quienes leyó en profundidad antes de publicar por entregas su primera novela “La sombra” en 1870. Pero lo que se manifiesta con más fuerza en toda su obra es la influencia de Cervantes.
Una literatura comprometida
La literatura de Galdós evolucionó paralelamente a su ideario político hasta el punto de que algunos de sus personajes son trasunto del propio escritor (el Augusto Miquis de “La desheredada” y “Ángel Guerra”, el Evaristo Feijoo de “Fortunata y Jacinta”). Desde un inicial apoyo al régimen monárquico, evolucionó primero hacia la militancia en el grupo progresista republicano para más tarde afiliarse al Partido Socialista. Fue testigo del destronamiento de Isabel II a consecuencia de la Revolución de Septiembre de 1868, del golpe del general Pavía en las Cortes de 1874 que dio paso a la Restauración en la persona de Alfonso XII, y del Desastre de 1898. Fue, desde la literatura, el mejor cronista de esos años de transición entre los siglos XIX y XX y trató siempre de introducir su sistema de valores entre la ficción de sus novelas. Así, desde un inicial planteamiento burgués (“Doña Perfecta”, 1876) su obra fue derivando hacia la crítica a esa misma burguesía para llegar a un republicanismo radical y socialista (“El caballero encantado”, 1909). Su anticlericalismo, que mantuvo hasta el fin de sus días, se manifiesta abiertamente en obras como “Gloria” (1877) y “La familia de León Roch” (1878). Fue un fiel defensor de los derechos del movimiento obrero (en “Marianela” critica expresamente las condiciones de trabajo de los mineros) y participó en la vida política defendiendo las ideas republicanas. Desencantado del republicanismo burgués terminó por acercarse al PSOE, partido al que calificó como “lo único serio, disciplinado, admirable, que hay en la España política”. La clase media urbana, a la que dedicó toda su obra, nunca refrendó la ideología progresista de su narrativa y de su teatro.
Una obra monumental
En lo literario Galdós superó el realismo de la época introduciendo elementos extrarrealistas (los sueños, la memoria, la fantasía y la imaginación, a la que el autor llamaba ‘la loca de la casa’) y utilizando novedosos y arriesgados recursos experimentales como el monólogo interior y el espiritualismo tolstoyano. Con una formidable potencia fabuladora y un estilo propio con el que crea mundos complejos, es autor de algunas de las novelas más importantes de la literatura española: “Tormento” (1884), “Fortunata y Jacinta” (1887), “Nazarín” (1895), “Misericordia” (1897)… Fue uno de los mejores escritores que supieron llegar a lo más profundo de los seres humanos y a denunciar sus vicios y sus miserias: la vanidad, la hipocresía, la ambición, la avaricia. Entre sus temas siempre reivindica la libertad individual, la educación, el progreso.
Y tampoco falta la crítica despiadada a los colectivos que han frenado el desarrollo de España y han impedido el florecimiento de las ideas ilustradas, desde la Iglesia y el poder político a la nobleza y los militares. Pérez de Ayala lo calificó como el mejor novelista español después de Cervantes, Valle-Inclán apreciaba su literatura (aunque fuera uno de los personajes de su “Luces de bohemia” quien le adjudicó el apodo de ‘garbancero’) y, a pesar de sus ideas progresistas, tuvo siempre el reconocimiento del conservador Menéndez y Pelayo.
Aunque siempre con escasos recursos económicos, Pérez Galdós fue un autor famoso en una España que no era generosa con sus escritores. La reacción denostaba sus novelas y hasta el Gobierno llegó a oponerse abiertamente a su candidatura al Nobel en 1912. Aunque publicó 77 obras de ficción su popularidad la debe a los Episodios Nacionales, una serie de 46 novelas históricas que abarcan desde la batalla de Trafalgar a la Restauración, que fue publicando de 1873 a 1912, en las que funde la narración con la historia y donde el protagonismo se centra no en grandes personajes y acontecimientos trascendentes sino en los seres anónimos y en sus circunstancias, lo que Unamuno llamaba la intrahistoria.
Aparte de su obra novelística Galdós fue autor de un teatro (a veces sus dramas eran adaptaciones de sus novelas) en el que también introducía sus preocupaciones sociales. En 1901, el estreno de su drama anticlerical “Electra” suscitó una fuerte polémica que provocó una manifestación contra el gobierno conservador la misma noche del estreno, cuando el público acompañó vitoreando al autor a pie durante el trayecto desde el teatro a su casa.
Benito Pérez Galdós murió en 1920, ciego y en la miseria pero con el fervor de sus admiradores intacto. Aunque se le negaron funerales nacionales su entierro se recuerda como una de las más espectaculares muestras de dolor del pueblo de Madrid. Su obra se agiganta con el tiempo a medida que vamos conociendo mejor la sociedad que la inspiró y el contexto político en el que fue creada. Esta era una buena ocasión para comprobarlo. Aunque nunca es tarde.