Los corruptos (as)

Ileana Alamilla[1]

La Red Centroamericana de Centros de Pensamiento e Incidencia presentó su tercer trabajo de investigación, que busca hacer incidencia y ofrecer propuestas de políticas públicas, referidas a un tema fundamental que está asesinando a grandes grupos de población, matando la democracia y limitando las escasas posibilidades de desarrollo que podemos tener: la corrupción.

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A mayores niveles de ella, menos recursos humanos y financieros hay para aliviar la pobreza y las necesidades más apremiantes de una enorme cantidad de personas, las más abandonadas por el Estado. El dinero se va a otros bolsillos, engrosa cuentas inmundas, que se alimentan con el pago de favores particulares, sobrevaloración de obras, negocios espurios, cobro de comisiones, etc.

Siempre pensamos que la corrupción está enquistada en el Estado, sin embargo el estudio evidencia que también involucra a proveedores privados, cómplices de esa deleznable práctica que alienta a su vez a quienes quieren hacer dinero rápido, es decir a los funcionarios públicos.

Algo muy valioso del estudio es el abordaje de un aspecto que fomenta la corrupción: la cultura de la tolerancia, que hace que la población la vea como algo normal, la justifica, considera que así ha sido siempre y hasta piensa que aunque desvalijen al Estado, pero que dejen algo o que inviertan una porción de lo robado. Nos convertimos en parte del problema, en cómplices de los ladrones, apañamos la opacidad y hasta premiamos al corrupto.

Todo esto se agrava por la debilidad institucional en sus funciones contraloras y fiscalizadoras, con pocas capacidades de prevenir los hechos de corrupción, investigarlos, deducir responsabilidades y sancionar ejemplarmente a los corruptos, no importando su investidura pública o su poder económico o político, indica el análisis.

De acuerdo con el diagnóstico, el impacto más grande que sufren los países donde hace falta transparencia en el manejo de los fondos públicos se concentra en el sector menos favorecido de la población. Entre los efectos nocivos de la corrupción está la reducción de los ingresos del Estado, el aumento del endeudamiento, la disminución del gasto social, la pérdida de la inversión. La falta de fiscalización y la discrecionalidad incrementan las probabilidades de que este flagelo se siga enraizando.

A propósito de este tema, en una columna del experimentado periodista mexicano Eduardo Ibarra Aguirre titulada Partidos, los más corruptos del planeta, cita el último Barómetro Mundial de Corrupción 2013 de Transparencia Internacional, que sitúa a dichas instituciones como las más corruptas del planeta, conclusión que se sacó de más de 114 mil entrevistados en 107 países.

Ibarra dice que dicha conclusión “fue compartida por los 22 países europeos incluidos en la muestra ‘cara a cara’”, en la que Grecia se sumó a los cuatro países que presentaron la peor percepción de credibilidad para los partidos políticos de toda la encuesta, junto con México, Nepal y Nigeria.

Debajo de los partidos políticos están como “segunda institución más desprestigiada” los cuerpos policiacos, seguidos por los parlamentos en tercer lugar, por el Poder Judicial en el cuarto y los servicios médicos y de salud en sexto.

Y también hay corrupción en entidades privadas, empresas de construcción, banca, comercio e industria, cuyo efecto recae directamente en el ciudadano, que al final resulta el gran perdedor frente a los campeones de la podredumbre.

Algo se puede hacer, urge hacerlo para sacudirnos a esos delincuentes.

  1. Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.

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