“Brillante ética y estética la de estos pájaros de mal agüero” (Julio Feo Zarandieta, Periodistas en español)
En los años 1970, en Colombia, una familia de indígenas Wayuu se encuentra en el centro de la floreciente venta de marihuana a la juventud estadounidense. Cuando el honor de las familias intenta resistir a la avidez de unos y otros, se hace inevitable una guerra de clanes que pone en peligro sus vidas, su cultura y sus tradiciones ancestrales. Es el nacimiento de los carteles de la droga colombianos.
La película “Pájaros de verano”, de los realizadores colombianos Ciro Guerra y Cristina Gallego (“El abrazo de la serpiente”), que abrió la Quincena de Realizadores del último Festival de Cannes, está basada en la historia real de un pueblo nativo con estructura matriarcal, leyendas legendarias y códigos de honor que le asemejan a la mafia que, en 1968, se da cuenta de que resulta más rentable plantar marihuana que café.
La mezcla de sus tradiciones con el tráfico de la hierba dirigido por redes estadounidenses acaba provocando una guerra entre clanes al tiempo que sienta las premisas de los carteles que hoy siguen controlando este, y otros tráficos, entre americanos del sur y del norte.
Planteada como un cuento y diseñada como una tragedia griega en cinco actos – hierba salvaje, las tumbas, la prosperidad, la guerra y el limbo- con una madre que es la reencarnación de Medea, en la película se van sucediendo todos los códigos del género -relaciones familiares, clanes, historias de amor prohibido, traiciones, el honor, los castigos, las señales divinas y la mano del destino, así como el lujo desmesurado y absurdo, como la construcción de palacios de reminiscencias árabes en plena foresta, cuando las cosas “marchan bien”- que, en cierta manera, también corresponden al western clásico y a las historias de gansters de la mafia, atractivas leyendas de “rise and fall”, grandeza y decadencia, que llenan la historia del cine.
Todo ello adobado con el uso de la lengua de los Wayuu, la tribu protagonista, y la participación de, junto a actores profesionales como Carmina Martínez, intérpretes elegidos en el mismo lugar del rodaje, como es el caso de José Vicente Cotes, quien hace el papel del viejo tío, y que ha aportado al guión detalles y anécdotas de su propia experiencia vital.