Cuando uno es madrileño de corazón, como es el caso, siente verdadera angustia al tener que escribir un título como el que antecede, pero el deber profesional obliga a ello ya que creo que es una descripción adecuada para una ciudad que, tras diez días de huelga de recogida de basuras, se encuentra a estas alturas ante un serio problema de incalculables consecuencias.
Ante semejante situación, nuestra alcaldesa, Ana Botella, había dicho hasta ahora por activa y por pasiva que se trataba de un problema entre empresas y trabajadores, ignorando al parecer que los ciudadanos de la Villa y Corte pagan sus impuestos de basuras al Ayuntamiento.
Lo cierto y verdad es que tras diez días de huelga de recogida de basuras, Madrid es una ciudad intransitable, con porquerías por todas partes, algo que los vecinos tienen que soportar cada día que pasa. Una ciudad donde viven más de tres millones de personas, en una Comunidad Autónoma con seis millones y medio de habitantes, muchos de los cuales tienen que acudir diariamente de los pueblos aledaños a trabajar a la capital. Tanto es así, que pocos turistas o vecinos se atreverían a tomar en estos momentos el famoso “relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor” con que nos deleitó la alcaldesa en su disertación para la candidatura de las Olimpíadas.
El origen de esta situación está en la privatización de la contrata de basuras en ese desenfreno neoliberal que parece embargar a los gobernantes del Partido Popular, argumentando una y otra vez que lo privado funciona mejor que lo público. Ahí tienen el resultado: las empresas se presentan al concurso con unos precios leoninos y el Ayuntamiento encantado, porque dicen ahorrarse costes. Pero claro, el precio, rayano en el despropósito, lleva implícito el coste de despedir a más de mil trabajadores, obligarles a aumentar la jornada y ya, en el colmo de la insidia, proponer rebajarles el sueldo hasta un 43%, llegado el caso. ¿Qué trabajador, qué persona con sentido común puede aceptar estas condiciones? En consecuencia han ido a la huelga defendiendo sus derechos, como es lógico.
El daño está hecho no solamente para los madrileños, que están sufriendo las consecuencias de la ineptitud de un Ayuntamiento gobernado por Ana Botella, que ha dado ya sobradas muestras de su incapacidad como alcaldesa, sino también para la ciudad de Madrid, una ciudad maravillosa de la cual muchos foráneos nos sentimos hijos al habernos cobijo y aposento, un lugar donde hemos forjado nuestras vidas. La prensa extranjera se está haciendo eco de lo que en estos momentos es una ciudad parecida a un basurero público, y serán muchos los años que tarde en recuperar la merecida imagen que siempre tuvo.
Medios de comunicación de Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Alemania, entre otros, se están haciendo eco de la situación, documentando la información con vídeos donde se expone la realidad de una ciudad donde los montones de basura campan a sus anchas. El diario conservador alemán Franckfurter Allgemeine Zeitung, por ejemplo, no se anda con medias tintas y pone a la alcaldesa Ana Botella poco menos que de chupa de dómine, explicando la ineptitud de una persona que parece ser lo menos capacitado para gobernar una ciudad como la es la capital de España.
Bien sea porque el hedor empieza a llegar al Ayuntamiento o porque Ana Botella ve política y metafóricamente hablando su cabeza en una pica, la alcaldesa ha dado 48 horas a las empresas concesionarias de la contrata de basuras para hallar una solución, o de lo contrario será ella la que tome directamente cartas en el asunto. Y curiosamente tirará de una empresa pública para solucionarlo. ¿En qué quedamos, no era lo privado siempre lo mejor, lo que mejor funciona?