Monuments Men: en busca del arte perdido

Alejandro Cernuda¹

Es solo una casualidad: el día que supe de la película Monuments Men, me escribió alguien para preguntarme mi opinión sobre la posible suerte de un desnudo de Renoir, al que, ese alguien, pensaba tener localizado.

Quien me escribió cargaba en la misma bolsa el espasmo ante una obra maestra de tal magnitud y el miedo a que fuera una de las miles que aún no aparecen. Monuments Men es un poco de esto también y por eso hablo de la casualidad.

George Clooney solo ha conseguido ponerse en el ojo de la crítica, más por un error, no sé si de los críticos o de él, al no enmarcar la película en un subgénero tangible y al pretender contar una historia real en una plataforma tan manida como lo es la Segunda Guerra Mundial. Está el error, entones, de hacer a los malos muy malos y a los buenos un remedo de superhéroes. Hay que contar con lo que la gente sabe de esta conflagración, el productor lo aprovecha; pero también con el hastío de una etapa histórica.

Se da a entender que la idea del “museo mayor” planteada por Hitler estaba basada solo en la ambición y no en el amor al arte que padecía, aunque lo vistan de otras telas, el mismo Führer y gran parte de la oficialidad alemana. Se entiende, por la película y se apoya en las críticas, que la idea de rescatar las obras de arte fue solo de Estados Unidos e Inglaterra, cuando se llevó a cabo por miles de personas, por iniciativa privada o intereses estatales. En cuanto al museo, todo imperio antes de este devino en ideas similares. Los grandes museos del mundo están llenos de obras y débiles razones para su tenencia. El pretexto fascista para tal empresa tenía algo de comunismo, pues aún es cuestionable para muchos si el arte tiene derecho a esconderse en colecciones privadas. Por supuesto que es un pretexto, solo que debió enunciarse.

En la película siete hombres se dedican al rescate del acervo. Son una parte de los integrantes de MFAA -Monuments and Fine Art and Archives-, más conocidos por los Monuments Men. Son puestas en la pantalla las obras de grandes artistas, como Vermeer, Michelangelo, Rafael, Cezanne, y uno que otro marco con restos carbonizados de la pintura de Picasso… Es una gran historia, en apariencias, pero el jefe de la misión se atiborra de todo el monólogo filosófico, innecesario e insulso, mientras los demás parecen solo seres humanos en la búsqueda de una oportunidad, una definición para sus propias vidas. La pregunta filosófica en cuestión: ¿Es más importante una obra de arte que la vida de un hombre? no llega al público, más preocupado por la peripecia, obnubilado por el hallazgo y no por la muerte. La película no logra, en último caso, fijar la cuestión, y es solo por un detalle, la pregunta se hace y no se sugiere. La respuesta se da indirecta y solo se intuye lo que podría suponer uno de los muertos. Era lo menos que se podía hacer en el marco filosófico: El personaje interpretado por George Clooney tenía que decir , vale la pena, sin pensarlo dos veces. Era la única salida después de haber hecho la pregunta. ¿O no era eso lo que hacían ellos? Se jugaron la vida para luego dudar si era correcto o no.

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Soldados USA en Merkers, Alemania, recuperan el «Wintergarden» de Manet. Foto: Cpl. Ornitz

Son difíciles las historias que vienen precedidas por la frase “basada en hechos reales” y las leyes del cine norteamericano obligan a cerrar la historia, a convertir la recuperación de la virgen de Brujas en el pináculo del rescate, cuando en realidad está al otro lado del gran número de obras; en el cuadernillo donde están anotados los nombres de los dueños, pues fue el cambio fundamental en lo que toca a esta guerra. Cambio que pese a haberse implementado tardó hasta 1993 en legitimarse. En ese año, en Washington se firmó un acuerdo que obliga a los particulares de los países firmantes, que aún conservan piezas expropiadas, a devolvérselas a sus dueños, cosa en la que aún no está de acuerdo el hoy fuerte gobierno alemán. Hay listas y maneras de reclamar, pero aún se ve en las noticas que el trabajo no concluye. Más de 1500 obras fueron encontradas el año pasado en casa de un marchante de arte relacionado con altos oficiales del Tercer Reich. Muchas familias desaparecieron y hoy, quien se cree con derecho necesita aportar muchos datos sobre la manera en que la obra de su propiedad fue adquirida o pasó a manos de los alemanes. Han pasado muchos años y es difícil encontrar testigos, sobrevivientes, pequeños y amarillos papeles que apoyen su reclamación. Cualquiera puede, en internet, revisar estas reclamaciones, este triste catálogo de obras desaparecidas hoy.

Miguel-Angel_Madonna-de-Brujas Monuments Men: en busca del arte perdido
Miguel Angel: Madonna de Brujas

Los Monuments Men hicieron una labor encomiable y bastan los números de obras rescatadas para apoyar cualquier homenaje a ellos. La Madonna de Brujas, devenida en sutil pináculo de esta búsqueda, es la única obra de Miguel Ángel que salió de Italia en vida del autor. No son claras las circunstancias en que la Virgen…, esculpida para la tumba de un papa, fue a parar a un mercante con dirección a Brujas. Se sabe, sin embargo, que este comercio fue aprobado por Miguel Ángel y se presume entonces que los ricos mercaderes flamencos pagaron el precio. Así, el dinero mueve las cosas. Monuments Men, también con dinero, ha removido algo de historia.

El rescate de la virgen, a partir de ahora se les reconocerá a los Monuments Men y no a los mineros, quienes convencieron a los soldados alemanes de no dinamitar la mina donde estaba escondida. Si es que esto le importa a alguien dentro de treinta años.

  1. Alejandro Cernuda, escritor. Miembro de la Asociación de Escritores de Cuba. Ha publicado los libros: Enamorarse de Ana (novela) El fin de la verdad (relatos) Problemas del arte figurativo (relatos) Actualmente publica en aCernuda.com

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