Más que merecido premio en el Festival de Cannes 2014 y en los galardones del Cine Europeo (EFA) a la mejor interpretación masculina para Timothy Spall ( 57 años, Quadrophenia, El último samurái, El discurso del rey), Mr. Turner, la última película del director inglés Mike Leigh (Secretos y mentiras, Palma de Oro en Cannes 1996), un hermoso biopic, es una mirada sensible a los últimos veinticinco años de la vida del pintor británico Joseph Mallord William Turner –conocido en el mundo del arte por su apellido-, que transcurrieron entre el final del siglo XVIII y la primera mitad del XIX.
William Turner contó siempre con el apoyo inestimable de un padre que no solo le mantenía y aplaudía su obra, sino que le ayudaba en el taller (repartiendo el blanco de base sobre los lienzos), le protegía de una esposa legítima y dos hijas, bastante siniestras las tres, que vivían lejos pero le perseguían, lo mismo que los acreedores, con demandas de dinero que el pintor no podía satisfacer y sobre todo le proporcionaba la seguridad de que, tras sus repetidas “escapadas”, siempre encontraría en él refugio.
En la destartalada casa de los señores Turner (padre e hijo), casi como un fantasma siempre atento a los deseos de ambos, una rancia ama de llaves (en realidad criada para todo) les da de comer, quita –poco- el polvo y se deja violar por el fogoso pintor en los rincones más oscuros.
Nunca le faltó lo necesario pero tampoco consiguió vivir con desahogo. Turner frecuenta tanto a la aristocracia inglesa, y sus famosas cacerías, como los burdeles del Soho; despreciado por muchos de sus estirados y manieristas colegas, es miembro de la Real Academia de las Artes, donde tampoco se aprecian excesivamente sus paisajes que, ya en siglo XX, se han disputado los mejores coleccionistas a golpe de millones de libras.
Tras el fallecimiento del padre, en una de las fugas periódicas que Turner, cargado con pinceles y óleos, hace a la costa, intima con la dueña de una pensión que se ha quedado viuda y termina sus días viviendo con ella en una casita del barrio londinense de Chelsea.
Hasta aquí lo que se ve en la película, “un resplandor en la noche de los biopics” (según la acertada crítica de Aurélien Ferenczi en la revista Télérama) que, en general, son simplemente narraciones laudatorias más centradas en anécdotas, que muchas veces no son más que rumores, que en la vida real de los personajes elegidos. En cambio el Mister Turner de Mike Leigh, “el pintor de la luz” al que muchos consideran un precursor del impresionismo, es un personaje tan feo como hermosas fueron sus obras. Cada una de sus apariciones, con el apepinado cráneo del que brotan unas cuantas guedejas de cabellos indecorosos coronado por el inevitable sombrero de copa de los caballeros europeos de la época, es lo más parecido a las irrupciones del sombrerero loco en los pasajes de Alicia en el país de las maravillas (“El genio no viene necesariamente envuelto en un hermoso embalaje”, dijo el propio Timothy Spall en una rueda de prensa tras la concesión del premio en Cannes).
Este Mr. Turner, que dura dos horas y media, está dibujado con sutileza y mucho humor; Thimoty Spall demuestra que es un actor realmente genial capaz incluso de modular la voz hasta el punto de convertirla en algo que se corresponde exactamente con la fisonomía del personaje, y de ofrecer una interpretación llena de matices y mucha calidad. Realizando un soberbio trabajo sobre la luz, el director Leigh, que sabe muy bien lo imposible que resulta adivinar lo que pasa por la cabeza del artista, ha hecho un ajustado puzle muy british con fragmentos de la vida de un hombre que pintaba, viajaba, exponía, escuchaba buena música, gruñía casi siempre, amaba a algunas mujeres… y tuvo que enfrentarse a dramas personales (no solo la muerte del padre, antes había perdido un hijo y siempre tuvo una vida sentimental desastrosa) en el que, pese a todo, persiste una cierta agradable melancolía. Un incontestable homenaje a quien hoy forma parte del parnaso de la pintura británica.
El 3 de diciembre de 2014, la casa de subastas Sotheby’s estableció un nuevo record en la obra de Turner, vendiendo una de sus telas – «Roma, vista desde el Aventino» (1836) – por 30,3 millones de libras (más de 38 millones y medio de euros).