Nombres y apellidos

Luego de que me di cuenta de poder manejar con relativa facilidad el aspecto gramatical y lingüístico, me he dedicado por casi treinta años a escribir sobre este asunto, con la convicción de que solo soy un aficionado del buen decir y que el tiempo de aprender nunca termina.

Eso me ha permitido mostrar y analizar la amplia gama de impropiedades que existen en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana, con la finalidad y el deseo de arrojar luces para que los interesados puedan disipar sus dudas y adquieran soltura en eso de escribir bien y hablar de mejor manera. ¡Para eso es este aporte!

Durante ese tiempo una considerable cantidad de personas han asimilado la enseñanza, lo cual me ha hecho sentir la satisfacción del deber cumplido, lo que evidencia que mis esfuerzos y mi trabajo no han sido en vano. ¡Gracias a Dios!

Esa experiencia me ha servido para hacer una clasificación de los casos más frecuentes y sus causas. Casi nunca hablo de errores, pues prefiero decir impropiedades, dado que la palabra error contiene cierta carga expresiva que a muchos pudiera intimidar.

No es lo mismo decirle a alguien: «has incurrido en error», que: «escribiste algo impropio». A la mayoría de los seres humanos no les agrada que les digan que tienen errores, menos si son ortográficos. A veces no son errores, sino horrores. ¡Pero bueno…!

En el «catálogo» de impropiedades están la falta de la tilde o su uso inadecuado; mal empleo de los signos de puntuación, de las mayúsculas y minúsculas, así como otros vicios, muchos de los cuales parecieran indesarraigables. Les hablaré de un tema al que desde hacía mucho tiempo quería referirme; hoy es el día.

No sé si en otro país de Hispanoamérica ocurra algo similar; pero en Venezuela los nombres y los apellidos en el documento de identidad (cédula) aparecen en mayúscula sostenida, es decir, con todas sus letras en mayúscula: PEREZ GONZALEZ JOSE RAMON. El motivo lo desconozco; pero creo que se deba al desconocimiento de las palabras por la índole de la entonación: agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas).

En redes sociales y en grupos de WhatsApp abundan los contenidos de ese tipo, y sus autores se justifican en que lo hacen de esa manera para ahorrar tiempo. Sería interesante saber qué hacen con el tiempo que ahorran.

Es por eso que muchas personas, entre esas, periodistas, educadores, abogados, médicos, ingenieros y otros profesionales, no saben que sus nombres y apellidos llevan tilde. Es el caso de: Raúl, Naúl, Paúl, José, Josué, Jonás, Iván, Simón, Alí, Tomás, María, Elías, Josías, Héctor, Álvaro, Cándido, Teófilo.

Apellidos como: Álvarez, Guédez, Gómez, López, Sepúlveda, Cárdenas, Díaz, Meléndez, Jiménez, Rodríguez, Bermúdez, Domínguez, Hernández, Fernández, Narváez, Peláez, etc., a menos que en el registro de nacimiento haya habido un error de transcripción, como ocurre con Colmenares (con «s») y Colmenarez (con «z»). No sé cuál es el original; pero lo cierto que en el caso del mencionado apellido, hay hijos del mismo padre: unos son Colmenares y otros Colmenárez. Cabe destacar que esa palabra representa un sonido grave. Cuando aparezca con «z» llevará tilde, y no cuando termine en «s».

Se debe tener presente que los nombres de pila y apellidos deben llevar tilde, independientemente de si se escriben con mayúscula. El mismo criterio se aplica a cualquier palabra escrita con todas sus letras en mayúscula, que por las reglas deba llevar tilde. Es fundamental distinguir entre tilde y acento, para evitar confusiones e impropiedades.

Como habrán podido notar, el tema no es complicado; solo basta tomar en cuenta la importancia de escribir, sobre todo si se hace para el público. Algunos usuarios de las redes sociales y grupos de WhatsApp tienen la mala costumbre de escribir todo en mayúscula y sin comas.

Si supieran que eso, aparte de que repugna a los lectores, es una evidencia de desconocimiento, de falta de cuidado y de otros recursos que deben ponerse en práctica para lograr la meta trazada.

Tantas letras mayúsculas juntas no motivan la lectura, pues llevan implícita la noción de cansancio visual.

Claro está, hay casos en los que por muchas razones es necesario colocar palabras y frases en mayúscula extendida; pero todo el texto sería una sopa de letras poco apetitosa.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

1 COMENTARIO

  1. Licenciado Figueroa…
    Lo primero que rescato de éste, su excelente artículo, es el reconocimiento de un Ser Supremo, hacedor de todos nuestros días. En estos tiempos eso recobra la capital importancia que tiene.
    Por lo demás, le manifiesto que ud. no ara en el mar. En absoluto.
    Tenga la plena confianza que su contribución aquí está rindiendo sus frutos. Se lo afirma este humilde lector, pedagogo de postgrado en tres universidades nacionales.
    Es increíble los ingentes «horrores» ortográficos, gramaticales, de sintaxis y de todo orden, que recurrentemente cometen mis alumnos; mismos a los que no les doy cuartel y por cuya comisión les quito puntos de sus evaluaciones.
    Incluso, dan vergüenza ajena los llamados de atención que ese sentido hace a cada rato, a jueces y abogados litigantes, el Tribunal Supremo de Justicia.
    De manera que cada artículo suyo, es una útil, oportuna e importante contribución a nuestra cultura idiomática.
    Y sí pocos son los que por aquí se lo hacen saber, se debe a que las tribulaciones cotidianas de nuestro país, los mantienen ocupados en resolver la necesidad humana más elemental: la ingesta alimentaria diaria.
    Adelante, adelante, siempre adelante, conciudadano. Porque «Dios concede la victoria a la constancia».
    Y por supuesto, gracias sean dadas también a Periodistas en español.com que mantiene abierta esta ventana de luz, para el bien común venezolano.

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