Perú, Cádiz y la lengua española

Jorge Chauca García[1]

La hermosa «Ciudad Blanca», emporio meridional del Perú, debe su nombre a varias hipótesis igualmente fascinantes. En la versión aimara Ari-quepa significa «Detrás de la Cumbre», mientras que en la quechua Are-quepay se traduce por «Sí, quedaos». En cualquier caso, el majestuoso volcán Misti preside su historia, pasada y presente, y también enseñorea su orgulloso blasón otorgado por el César Carlos. Y debe su fama actual al escritor hispanoperuano y Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, por ser su solar natal, patria chica tan relevante en el mundo hispánico de ambos hemisferios, como bien indicó la Constitución gaditana de 1812.

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Perú, Arequipa, edificios coloniales y arcos de piedra sillar blanca en la Plaza de Armas 7OCT2018

Arequipa estaba destinada a ser la capital del IX Congreso Internacional de la Lengua Española, pero la reciente inestabilidad política propició su traslado a la peninsular Cádiz. Una lástima, pero también una alegría por el reencuentro con la sureña ciudad española de incuestionable tradición y cultura hispánicas.

Este magno acontecimiento de carácter trienal se celebrará del 27 al 30 de marzo de 2023, y está organizado por el prestigioso Instituto Cervantes y la Real Academia Española, junto a la Asociación de Academias de la Lengua Española. Privilegiado foro de reflexión y proyección sobre un idioma universal, patrimonio que une pueblos y territorios por todo el orbe circunnavegado por Juan Sebastián Elcano hace quinientos años. El lema es significativo de esta vocación: «Lengua española, mestizaje e interculturalidad». Tríada de especial trascendencia en el mundo globalizado de principios del siglo XXI.

La Casa América Málaga-Sociedad Económica de Amigos del País estará presente gracias a José Antonio Sierra, cualificado impulsor de la misma. Cuatricentenaria institución por donde transitó la chilena Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral. Decana institución civil malacitana que pervive como depositaria de la memoria de América mediante su acreditada Sección Iberoamericana, que mantuvo los vínculos culturales en el espacio trasatlántico entendido como red hace ya un siglo. Digna heredera además de los afanes del ministro de Indias axárquico José de Gálvez o de la pensadora veleña María Zambrano, entre otros de una extensa nómina americanista malagueña.

El mundo hispano es mestizo y lo es en todo. Los americanismos pueblan por doquier nuestra compartida lengua. Ideas y palabras de un Nuevo Mundo de fascinante y novedosa naturaleza o atrayentes y diversas culturas. Lengua común más no patrimonial, sino con un destino a escala planetaria, global, como legataria de aquellas sociedades interculturales de cinco siglos acá.

Lengua mestiza en boca de pueblos mestizos. Mestizaje biológico que, junto al sincretismo cultural, forjó la gran variedad que hoy conforma la comunidad hispánica, fruto de la transculturalidad que glosó el cubano Fernando Ortiz. El gran Inca Garcilaso así lo resumía con bellas palabras en sus Comentarios Reales de los Incas: «A los hijos de español e india, o de indio y española nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones […] y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con él». El mestizaje es la verdadera clave de bóveda hispana, como agudamente destacó el cuzqueño hijo del conquistador español capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, de la nobleza extremeña, y de la ñusta o princesa incaica Isabel Chimpu Ocllo, bisnieta del Inca Túpac Yupanqui y nieta del Inca Huayna Cápac el Grande.

Conexiones de toda índole y en todo tiempo gracias a la palabra en español. El meritorio diplomático y mejor escritor Salvador de Madariaga afirmaba sin ambages las virtudes hispánicas en el Nuevo Mundo –vencedoras en el cotejo entre luces y sombras–, tras un análisis comparativo que empezaba por la conciencia autocrítica hispana. Pedro Laín Entralgo, en aquella España del consenso, escribió en el prólogo a una obra del senador José Prat vuelto del exilio: «Más de una vez he dicho que sólo con la experiencia personal de la América hispana puede un español adquirir plena conciencia de su situación en la historia».

Deseamos lo mejor para el IX Congreso Internacional de la Lengua Española, pues nos representa a todos y a lo mejor de nosotros. El lenguaje crea la realidad y nada más importante que el debate y la reflexión sobre todo aquello que generosamente nos une, que es mucho y bueno, como acertadamente señaló Julián Marías sobre la realidad histórica injertada del mundo hispano; o el venezolano Arturo Uslar Pietri, acerca del orgullo hispanoamericano de ser-en-el-mundo y su poderoso potencial creador presente: «Somos hispanoamericanos y es esto y no otra cosa lo que nos da dignidad, valor y presencia ante el mundo». Tan iguales y tan diferentes. Rica diversidad que nos une y que debe partir de la recuperación del lícito orgullo por un gran pasado común si queremos un esplendor futuro de hermandad. En esta tarea la palabra es crucial, en su extraordinaria diversidad de lenguas y acentos que sueldan y no separan. La lengua española es amalgama y por ende fecunda y respetuosa palabra que nos une.

Antonio Gala se refería sobre la relación con sus lectores y con la propia escritura en elocuentes términos: «Creo que escribo porque lo necesito para sentirme vivo […] Para mí escribir es vivir: mi forma intransferible de hacerlo». La palabra no puede ser reemplazada por la imagen, pues peligraría la imaginación, aseveraba recientemente el peruano Vargas Llosa. Cierto, cuidémosla con esmero. El encuentro de Cádiz es un eslabón más en este empeño.

Y el próximo mes de abril de nuevo estamos convocados por Cervantes para festejar nuestra maravillosa lengua. Cabal castellano que en la Segunda Parte de su inmortal Quijote escribía: «La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua». Concluía Cervantes en sus palabras Al lector que «no es digno aquel que no osa parecer a campo abierto y al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad». Vale.

  1. Jorge Chauca García es historiador. Facultad de Ciencias de la Educación (Universidad de Málaga)
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