Llueve, llueve con saña en Madrid donde no llueve casi nunca, y el axioma italiano se hace tan evidente que saltan las lágrimas. Gobierno ladrón, rapaz, atracador, fullero, delincuente. Ladrón de nuestras necesidades y nuestros sueños. Ladrón de nuestra sanidad, nuestra cultura, nuestros planes, nuestro futuro, el futuro de nuestros hijos y si no somos capaces de terminar antes con él, el futuro de nuestros nietos.
El cese por vergüenza, que no por propia iniciativa, de una ministra incompetente y corrupta, crecida en la corrupción y por la corrupción, madre de unos hijos cuyos cumpleaños, vacaciones y comuniones se han pagado con dinero manchado de ignominia (baldón que les perseguirá hasta el más allá), no sirve para hacer borrón y cuenta nueva en la trayectoria de un partido, y un gobierno, más que salpicados empapados hasta las entretelas en sobornos, estafas, dinero negro, cuentas B, tarjetas negras e intenciones más negras todavía.
Sobornos recibidos de siniestros empresarios semianalfabetos enriquecidos al calor del ladrillo putrefacto; estafas a la ciudadanía toda en compadreo insoportable con unos bancos “rescatados” con lo que se niega a los pensionistas (y a los enfermos crónicos, los dependientes, los estudiantes…); dinero negro generosamente repartido en sobres entre los “fieles” (del PP y del Opus Dei) y oculto en cuentas B; tarjetas más negras que sus almas de “creyentes”.
Llevo veinticuatro horas preguntándome si la política es esto: ser corrupto y parecerlo hasta el punto de montar un circo parlamentario para “defender” una presunta lucha contra la corrupción. Si no es más que una representación en la que un presidente de partido y de gobierno, tocados ambos por la corrupción más innegable, aguanta sin pestañear cinco horas de corrido de mentiras, incluso mal hilvanadas. Cinco horas de falacia, falsedad, artificio, sofismas y burla. Una vez más, de burla. Y van tres años.