Más de un centenar de premios Nobel de la Paz y líderes mundiales participan en una cumbre por teleconferencia para buscar soluciones a los impactos de la pandemia sobre la infancia vulnerable, que eviten situaciones como la de los hijos de Njagi, que se repite inmisericorde por muchos países del Sur en desarrollo, informa Miriam Gathigah (IPS) desde Nairobi.
Los cuatro hijos de Regina Njagi, de entre once y diecisiete años, no han tenido oportunidad de seguir aprendiendo en forma digital desde que las aulas se cerraron en Kenia para contener la pandemia de la COVID-19, a comienzos de marzo, y en consecuencia esta maestra perdió su puesto en una escuela privada de la ciudad de Kagongo.
«Soy viuda y son tiempos desesperados para mí. Agoté mis ahorros pagando las cuotas escolares de mis dos hijos en la escuela secundaria, solo tres semanas antes de la clausura de los centros educativos. ¿Cuántas veces puedo pedir prestados alimentos a familiares y vecinos?», contó Njagi a IPS desde esa urbe de la Provincia Central.
De hecho, aunque no para de luchar para obtener recursos esta madre ha tenido que poner a sus hijos a trabajar, porque «de lo contrario morirían de hambre».
La Cumbre sobre la Participación Justa para los Niños de Premios Nobel de la Paz y Líderes para la Infancia se va a desarrollar en forma digital el miércoles 9 y el jueves 10 de septiembre de 2020, con la participación como oradores de premios Nobel, gobernantes y máximos responsables de agencias de las Naciones Unidas.
Entre los laureados con el Nobel de la Paz lo harán, entre otros, el indio Kailash Sayarthi (2014), el Dalai Lama (1989), el bangladesí Muhammad Yunus (2006), la indígena guatemalteca Rigoberta Menchú (1992), el liberiano Leymah Gbowee (2011) y la yemení Tawakkol Karman (2011).
También está confirmada la participación del actual primer ministro sueco desde 2014, Stefan Löfven.
Todos son miembros de la organización de Laureados y Líderes Mundiales por los Niños, que creo Sayarthi, el luchador con acciones efectivas por los derechos infantiles, en 2016, dos años después de recibir el galardón.
La organización insiste desde que estalló la pandemia que habría resultados «transformadores» para la humanidad y en particular para la población infantil si los niños marginalizados y sus familias recibieran la «parte justa» del financiamiento mundial para afrontar la crisis de la covid.
Eso se traduce en que el veinte por ciento más pobre del mundo reciba veinte por ciento de los fondos establecidos como respuesta a la covid y sus impactos.
Los premios Nobel temen que los montos sin precedentes que se han comprometido para apoyar a las economías y los países terminen por no llegar en la forma necesaria a los países más vulnerables, y menos a su población infantil.
«Como resultado, la COVID-19 podría hacer retroceder el reloj una década o más en el progreso alcanzado en el trabajo infantil, la educación y la salud de cientos de millones de niños», dicen los galardonados en un comunicado conjunto.
Laureados y Líderes por los Niños ha llamado a los jefes de gobierno del mundo para que demuestren su liderazgo con una atención tan especial como urgente a esos países con la pobreza agudizada por la crisis, y en forma particular a los niños y niñas.
«Un billón (millón de millones) de dólares financiaría todos los requerimientos pendientes de las Naciones Unidas y las organizaciones benéficas por la COVID-19, cancelaría dos años de todos los pagos de la deuda de los países de bajos ingresos y financiaría dos años de la brecha mundial para cumplir con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), (junto con los programas de) la salud, agua y saneamiento, y educación», dice la organización en un comunicado.
La educación es un paso particularmente vital, ya que la educación de calidad es la forma más poderosa de «poner fin a la exclusión y cambiar el futuro de los niños marginados», añade el pronunciamiento previo a la cumbre.
A juicio de la organización «todavía quedaría suficiente para financiar las redes de protección social que son cruciales en la lucha contra el trabajo infantil, Se salvarían más de diez millones de vidas» si se produce una respuesta adecuada ante la tragedia humana provocada por la covid.
Escuela o trabajo, opción infantil ante pandemia
Entre mayo y julio, los cuatro hijos de Njagi no pudieron asistir a la escuela porque trabajaron a jornal en recoger café en las plantaciones del área de Mbo-i-Kamiti, en la zona central de Kenia.
Este mes los niños y adolescentes de la familia van a participar en la recolección del grano en otra zona de este país del este de África y luego, si aún Njagi no hubiera conseguido trabajo, se incorporarán a la última y principal temporada de la recolección cafetalera que abarca el último trimestre del año.
Son jornadas agotadoras, en plantaciones a varios kilómetros de su hogar en Kagongo y tras la recogida en el cafetal deben subir lo recolectado en camiones que los transportan a la planta procesadora de café y allí pesar el grano recolectado antes de recibir su jornal. Los hijos de Njagi pesan su grano en conjunto, para evitar que a alguno no le paguen por haber obtenido poca cantidad.
Un contexto trágico
El Banco Mundial estima que, a nivel mundial, la pandemia empujará de cuarenta a sesenta millones de personas a la pobreza extrema tan solo en 2020.
Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Fundación de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) que un aumento de un punto porcentual en la pobreza conduce a un aumento de al menos un 0,7 por ciento en el trabajo infantil en muchos países.
Los expertos en derechos del niño, como Juliah Omondi, residente en Nairobi, están cada vez más preocupados porque los hogares como el Njagi crecen exponencialmente en Kenia y el resto de África. Para millones de hogares en el continente, el trabajo infantil es ahora un salvavidas y los niños vulnerables deben adaptarse o morir de hambre.
Omondi es miembro del movimiento local G10, que aglutina a diez organizaciones de la sociedad civil que luchan por los derechos de las mujeres y de la infancia.
La activista dijo a IPS que se están comenzando a ver las consecuencias para los niños y niñas en todo el continente: «Se han normalizado más matrimonios infantiles, más niñas empleadas como trabajadoras domésticas y, desafortunadamente, el trabajo doméstico para niños en África», resumió Omondi con alarma.