La 91ª edición de los premios Oscar que se celebra este domingo 24 de febrero en la ciudad estadounidense de Los Ángeles podría representar un momento histórico para dos mujeres: Yalitza Aparicio y Nadine Labaki.
Según el servicio de Noticias de Naciones Unidlas, la actriz mexicana Yalitza Aparicio puede alzarse como la primera mujer indígena en ganar la codiciada estatuilla dorada por su intervención en la película mexicana “Roma”, mientras que la directora libanesa podría convertirse en la primera cineasta árabe en lograr el prestigioso galardón por su filme “Cafarnaúm”.
Estas nominaciones se producen dos años después de la polémica surgida por la falta de diversidad étnica y de género en las candidaturas de la Academia. Estos cambios dentro de la institución hollywoodiense le están sirviendo para ganar una aprobación popular más amplia.
Pero este no es el único ámbito en el que la Academia ha acentuado su metamorfosis: en la edición de este año ha nominado un amplio abanico de películas que abordan temáticas relacionadas con los derechos humanos, que van desde la protección y visibilidad de lenguas indígenas como el mixteco en Roma, al problema de los niños migrantes en la cinta libanesa Cafarnaúm, o la temática del racismo en Estados Unidos durante los años 60 y 70 en los filmes Green Book o BlacKkKlansman.
Todo ello en un año en que se está celebrando el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El respeto de estas garantías fundamentales representa un tema de vital importancia en para las Naciones Unidas y, en particular, para su Agenda 2030 para el Desarrollo.
Tras conocerse las nominaciones a los Oscar el pasado 22 de enero, el cineasta mexicano Alfonso Cuarón celebró efusivamente la designación de Yalitza Aparicio como mejor actriz y consideró que su nominación era la más relevante de las diez candidaturas que obtuvo la película.
La joven, que carecía de experiencia previa en el campo de la interpretación, da vida a Cleo una empleada doméstica de origen mixteco, un pueblo indígena que habita en los estados de Guerrero, Oaxaca y Puebla.
Cleo trabaja con una familia de clase media al inicio de la década de los 70 en la colonia Roma, un barrio de la Ciudad de México al que se refiere el título de la película.
El filme, basado en los recuerdos de infancia del realizador mexicano, aborda una serie de temáticas relacionadas con los derechos fundamentales como la protección de las lenguas indígenas, la inequidad de género, el trabajo en condiciones precarias o las diferencias de clase.
El cineasta, durante una entrevista con Noticias ONU, considera que tanto en México como “en el mundo en general la diferencia de clase y las diferencias sociales van mano a mano”, pero que en el caso de su país es concreto para un tipo de población.
“En México es muy específico además con los pueblos indígenas. No es muy difícil ver dónde está el poder económico a partir del color de la piel y en una gráfica donde los pueblos indígenas son los que terminan con mucho menor privilegio”.
Cuarón destacó que la película ha abierto una conversación sobre el racismo que existe en el país “y que lo hemos ignorado muchísimo. No solo ignorado. El mexicano ha vivido negándolo”, y también que se hable sobre los pueblos indígenas y las trabajadoras del hogar.
Con relación a este último tema considera que “Roma se ha convertido en una plataforma para movimientos tan importantes como el de las trabajadoras domésticas”, tanto en su país como en Estados Unidos.
Cuestionado sobre la escasa repercusión que tienen las lenguas indígenas, de las que las Naciones Unidas está celebrando en 2019 su Año Internacional, sobre los niños a los que cuidan estas empleadas domésticas, el cineasta consideró que son “lenguas muy reprimidas” y puso como ejemplo de ello una secuencia de su película.
“En realidad el mixteco no lo hablan más que entre Adela (su compañera que trabaja como empleada doméstica en el mismo hogar) y Cleo, y lo hablan en los espacios que son “sus espacios”: o sea lo que sería la cocina y su cuarto. O cuando están en su intimidad o en soledad, no cuando están rodeadas del marco familiar… con la única persona que hay una relación mínima en mixteco es con la niña, con el personaje femenino, que se cantan en mixteco…la misma niña que es ninguneada, ignorada y menospreciada por la parte masculina del hogar”.
Cafarnaúm
Por su parte, la película libanesa Cafarnaúm dirigida por Nadine Labaki, es una dramática cinta que aborda otros complicados temas como los derechos de los niños, la extrema pobreza y la crisis de refugiados.
Labaki es la primera directora árabe nominada al Oscar a la Mejor Película en Lengua extranjera. Su cinta nos cuenta la historia de un niño pobre de doce años en el Líbano, Zain, que decide denunciar a sus padres y llevarlos ante los tribunales por haber nacido.
La realizadora libanesa considera que rodar una película sobre este tema era un “deber” para ella.
Con cerca de un millón de refugiados sirios en el Líbano, señaló que se sentía obligada a «hacer algo al respecto» con su nueva película y explicó a Noticias ONU qué le empujó a rodarla.
“Me sorprende que me pregunten sobre qué me impulsó a realizar esta película ya que, si puedo contar algo sobre este tema y puedo alzar mi voz para hacer algo relacionado con ello, sería un crimen no hacerlo. Así que decidí usar mi principal herramienta, que es la dirección de películas, para contar mi historia y hablar de esta situación porque hacer algo al respecto también es mi responsabilidad”.
La directora considera que las situaciones que representa la película se viven a diario en el Líbano, un país pequeño que ha de lidiar con problemas económicos desde hace mucho tiempo y que vive en primera persona la crisis de refugiados sirios en el país.
“El problema está creciendo y continúa aumentando día a día. Lo ves crecer junto a estos niños que trabajan en las calles, trabajan para alimentar a sus familias, vendiendo, cargando grandes cantidades de peso y ocupándose de tareas difíciles”.
Debido a esta situación, Labaki consideró fundamental contar la historia a través de los ojos de un niño.
“Un niño ve las situaciones más claras que los adultos ya que no están informados o contaminados por las normas sociales, la hipocresía o la política. Me inspiró la fotografía de ese niño refugiado que fue encontrado muerto hace unos años en las orillas de una playa turca y recuerdo haber pensado: de poder hablar, ¿qué diría este niño?, ¿qué le diría al mundo o a los adultos que le pusieron en esa situación?”.
Esta imagen condujo a Labaki a ampliar el campo de terreno de su cinta puesto que, “cuando se habla de los niños, no se puede evitar hablar de los padres, del sistema judicial, de los refugiados sirios; ya que todo forma parte de un círculo vicioso en donde una situación te conduce a la otra. No puedes dejar de hablar sobre matrimonio infantil en esta situación, o sea todo forma parte de un gran círculo vicioso”
La película cuenta con actores no profesionales que se enfrentaron previamente a experiencias similares a las narradas en el filme.
Zain, el niño que interpreta el papel principal, es un refugiado sirio que vivió en difíciles circunstancias desde su llegada al Líbano hace ocho años.
“Es un niño que nunca fue a la escuela. La única diferencia con la película es que tiene unos padres que le quieren mucho. (Le sucedió) todo lo que habla y las situaciones a las que se enfrenta en la cinta.
Afortunadamente, ahora su situación es diferente y vive en Noruega gracias a las Naciones Unidas, en concreto a la Agencia de la ONU para los Refugiados, que lo reasentó allí, y sigue un camino diferente como el resto de los actores que viven una situación similar”.