Décimo día del duodécimo mes de 2023. Salgo de la biblioteca de la nave. Acabo de terminar la última novela del Comisario Brunetti de Donna Leon, escritora estadounidense afincada de Venecia.
Es la novela trigésimo segunda de esta serie, Cosecharás tempestades, he vuelto después de haber abandonado la serie allá por la decimoquinta novela, dejó de interesarme el personaje y sus historias. No me desagrada esta entrega, siempre es agradable saludar a los viejos amigos.
Mantengo muy vivo en la memoria, sin embargo, a Pepe Carvhalo el gran personaje de Manuel Vázquez Montalbán, yo creo que fue quien me introdujo en las series detectivescas con contenido social y político que tanto placer literario me han dado y me siguen dando.
Las de Carvhalo, como las de su sucesor, si se puede decir así, Montalbano de Camilleri, o Wallander de Mankel, o Jaritos de Markaris, o Quirke de Black, o Gunther de Kerr, o Bevilacqua y Chamorro de Silva, o el tristemente escaso Caldas de Villar, son novelas con sus detectives, comisarios, sargentos, o forenses que me explican mejor que muchos ensayos las sociedades en las que hemos vivido o estamos viviendo. La novela policiaca que contenga gore está rigurosamente prohibida en mi estantería, no mola nada.
Me he acordado del personaje del gran Montalbán por comparación con Brunetti, este último caso es muy político, nos remonta a los tiempos de las Brigadas Rojas, en las que participaron estudiantes y profesores universitarios que apoyaron a quienes quisieron cambiar la sociedad italiana a base de bombas, tiros y secuestros, para una vez pasado el furor revolucionario volver a su burguesía natal perfectamente integrados a pesar del dolor causado a sus víctimas; la novela volverá a los años ochenta para resolver un asesinato actual relacionado con otro de entonces.
También me he acordado de Pepe y Montalbano por su gusto gastronómico, pocos personajes literarios han disfrutado tanto con ello, y la verdad es que se le hacía a uno la boca agua leyendo sus comidas (o viéndolas en la serie de TV del italiano, muy bien adaptada a mi entender, con un actor Luca Zingaretti, que ya siempre será el comisario). En su honor y gracias a la generosidad de este otoño les voy a preparar un par de platos de temporada, sencillos pero seguro que lo disfrutarían.
Como ha estado lloviendo, ha hecho sol, y no ha helado en los pinares segovianos que están llenos de níscalos, o rovelló que diría el Pepe. Hemos ido pronto y habremos recogido como dos kilos, que limpios quedarán en uno y medio. Utilizaremos para el guiso unos trescientos gramos y un kilo de patatas.
Hay que limpiarlos bien de tierra, pinochas y demás detritus del pinar; una vez lavados se cortan en láminas; antes hemos cortado en trozitos pequeños media cebolla, un par de dientes de ajo también en láminas. Mientras pochamos la cebolla y los ajos en un buen aceite de oliva, cortamos las patatas chascándolas para que cojan mejor el sabor. Cuando la cebolla y el ajo comienzan a dorarse rehogamos las patatas y los níscalos durante cinco minutos removiendo de vez en cuando. Cubrimos de agua, dejamos que hierva, salamos un poco y bajamos el fuego para que se hagan bien durante unos veinticinco minutos, tiene que evaporarse agua para que quede un caldo bien trabado. Dejamos reposar.
Mientras, los otros trescientos o cuatrocientos gramos de níscalos, una vez limpios pero enteros, los pasamos por la plancha con un poco de aceite hasta que queden hechos, salamos al darles la vuelta. Hemos dejado airear una botella de Ribera del Duero o de Toro. Nos servimos unas copas, llamamos a nuestros personajes, ponemos los níscalos de la plancha y tomamos el aperitivo antes de servir el guiso.
Seguro que nos sobrará, pero para el día siguiente nuestras patatas con níscalos estarán más sabrosas. Buen provecho.