Refugiados: siguen crucificando de nuevo a Cristo

Supe de Nikos Kazantzakis (1883-1957) después de ver y disfrutar el film Zorba el griego –con aquella extraordinaria y sin duda memorable interpretación de Antony Quinn–, como muchos otros lectores de la que seguramente fue su segunda obra más leída en España, Cristo de nuevo crucificado, que ahora acaba de publicar la editorial Acantilado con una excelente traducción – digna de resaltar– de Selma Ancira.

Cristo-de-nuevo-crucificado-Acantilado Refugiados: siguen crucificando de nuevo a CristoAcantilado tiene igualmente publicada (2013), con las citadas, la primera de las obras con las que se inició Kazantzakis, El lirio y la serpiente(1906).

Kazantzakis, además de novelista, fue poeta y dramaturgo, y siempre que reparo en su biografía tengo en cuenta que residió en París en 1909, donde asistió a los cursos del filósofo Henri Bergson, como unos años antes hiciera nuestro Antonio Machado. A Kazantzakis le deben los griegos, aparte de su propia obra literaria, la traducción al griego moderno de La divina comedia de Dante, y Fausto, de Goethe.

Cristo de nuevo crucificado es considerada como la mejor de sus novelas. Fue escrita en 1954 y, al igual que Zorba, también tuvo su versión cinematográfica bajo el título El que debe morir (Jules Dassin, 1958), anterior a la de  Zorba el griego (Michael Cacoyanis, 1964). La historia se desarrolla en 1922, en Likóvrisi, una localidad griega bajo el imperio turco, donde se disponen a celebrar la Semana Santa con una representación dramatizada de la Pasión. El reparto de papeles recae en el Consejo de Ancianos, que elige al joven Manoliós para interpretar a Cristo. El hecho coincide con la llegada al pueblo de una muchedumbre de griegos menesterosos, cuya ciudad (Sarakina) fue arrasada por los turcos. Mientras el pope Grigoris y el Consejo de Ancianos niega todo auxilio a los refugiados, los campesinos más modestos, elegidos para representar teatralmente a Cristo y sus apóstoles, optan por prestarles ayuda, con el consiguiente conflicto ante la solidaridad de quienes son conceptuados como bolcheviques por el poder establecido.

Una confrontación de ese tipo, con el problema global de los migrantes tan en vivo ahora en la Europa y América de nuestros días, hace que el libro recobre una vigencia que lo hace especialmente atractivo, sobre todo porque al autor lo acompaña una capacidad descriptiva notable para reflejar el contenido dramático de la historia, así como una aguda lucidez para denunciar la hipocresía de quienes ya sea desde las instituciones religiosas o políticas serían capaces de crucificar de nuevo a Cristo.

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