En 1984, un reconocido pintor e intelectual guatemalteco, Roberto Cabrera, licenciado summa cum laudem por la Universidad Nacional de Costa Rica y quien es parte de la historia del arte de este país, aceptó de manera generosa y solidaria aportar en la identificación de una Agencia de Noticias que se atrevía a desafiar el silencio.
El equipo periodístico había conocido numerosas propuestas: dibujos de torres de transmisión, símbolos de la comunicación, mapas del país, señalización y otros muchos más que no satisfacían las inquietudes de los miembros del naciente medio de comunicación. El artista recogió de manera magistral la idea de lo que Cerigua pretendía hacer para contribuir a escribir la otra historia de un país poco conocido, casi solo como destino turístico, ignorado como un lugar de lucha por la conquista de su identidad y su futuro.
Apenas el 8 de agosto del año anterior había iniciado el camino de la comunicación, sin imaginarse que perseveraría más de 30 años en el esfuerzo de contribuir en la promoción y defensa del derecho humano a la libertad de expresión, de información y de prensa.
El primer referente lo ubicó el Maestro en el eslabón histórico de la cultura maya. Esa que él estudió, grabó y pintó. El segundo fue la capacidad del pintor de escudriñar en los códices mayas para encontrar exactamente la idea que reflejara el objetivo que se planteaba el medio y, finalmente, la transmisión de la idea hecha símbolo: una boca abierta, un oído y un ojo abierto. Así surgió el emblema que representa a la agencia alternativa de noticias Cerigua y que la ha identificado en sus tres décadas de dar a conocer lo que ocurre en el país.
Roberto recogió casi instantáneamente las ideas que le transmitimos de lo que queríamos como identificación.
Eran los años del conflicto y del silencio impuesto a los medios sobre los temas llamados tabú: las flagrantes violaciones a los derechos humanos, las masacres, los secuestros, las desapariciones, la guerra, la lucha de los refugiados por un retorno colectivo y organizado, los 10 años de diálogo y negociación, hechos que Cerigua difundió, habiendo tenido la capacidad de conquistar credibilidad nacional e internacional; en muchos rincones del país la gente recuerda sus transmisiones radiales, los boletines, las notas de prensa con información que contrarrestaba la oficial.
Justo también es mencionar a Cristina Zeledón, quien por un tiempo fue su compañera de vida y es la madre de sus hijas. Ella, culta, capaz, valiente, defensora de derechos humanos, talentosa y muy consecuente. Fue la que diseñó el Banco de Datos (Ceda) de Cerigua, una estructura profesional y eficiente de donde se nutrieron numerosas (os) investigadores, escritores, periodistas y analistas nacionales e internacionales, para realizar sus trabajos. Cristina también dio amparo legal a la Agencia cuando así se requirió. Dos personalidades a las que Cerigua siempre ha rendido tributo.
Roberto, pintor, escultor, grabador, crítico de arte, docente e investigador, se marchó la semana pasada de aquí, como muchos de su estirpe, sin recibir los reconocimientos que merecía. Otros países, Chile, España, Suiza y Alemania lo premiaron. Se lo expresamos en vida y ahora lo hacemos públicamente. ¡Gracias, Maestro, por este legado y por darnos la identidad a través del logo de Cerigua!
Sea este un reconocimiento y una exaltación a ese connotado artista e intelectual guatemalteco que creyó en nosotros y nos legó una parte de su conocimiento y de su arte.