Una de las conversaciones que más se han extendido a lo largo de los meses de confinamiento ha sido precisamente el grado de afectación de la COVID-19. De pasar desapercibida la enfermedad, hasta causar infecciones importantes, todo, ha hecho que las personas afectadas se cuestionaran su salud, su futuro e incluso, llegado el caso, su propia vida.

Desde que la pandemia por la enfermedad coronavirus SARS-COV-2 asolara el planeta, la pregunta siempre ha sido la misma; ¿por qué no me ha afectado apenas y en cambio otras personas contagiadas de mi entorno han estado muy graves?

Entre las dudas que tiene aún la población que fue paciente, sumada a las que todavía tiene la comunidad médica, este nuevo coronavirus no deja de ser una caja de sorpresas y, sobre todo, una incógnita permanente según afecta a los distintos pacientes.

¿De qué depende la afectación de la COVID-19? Cuando un organismo recibe un virus, se pone en marcha el sistema de defensas que tenemos. Por un lado, la inmunidad innata, que es la que reconoce patrones comunes en muchos microorganismos y, por otro, la adaptativa, que incluye a los linfocitos, que son los que atacan al nuevo visitante que nos afecta.

En el caso del coronavirus, se ha comprobado que esta enfermedad afecta a las defensas y desata una tormenta de citoquinas o un cuadro inflamatorio, dependiendo del paciente. Esta tormenta, llamada por los expertos, pulmón líquido, hace que si no se ataja a tiempo, el paciente pueda morir por tal causa.

De acuerdo con lo que se conoce hasta ahora, en algunos pacientes, da lo mismo si son ancianos o niños; la paradoja es que no depende de la salud ni de la edad, sino de la maquinaria inmunitaria que nos protege y de sus genes. Con los años, es más normal que las defensas tiendan a sufrir un proceso denominado, inmunosenescencia que supone que estas sean incapaces de responder y mantienen en modo de alerta permanente y hasta de forma irritada al enfermo, lo que hace que se generen más enfermedades autoinmunes.

Si la inmunidad innata y la adaptativa funcionan de manera distinta, es posible que se frene el tiempo de respuesta y, con ello, se pueda desarrollar una reacción final que tenga un desenlace inesperado.

En el caso de los niños, ese proceso natural no tiene lugar, porque el sistema inmune es lo suficientemente bueno como para frenar el avance del virus, pero debido a la inmadurez de este, tiene varias opciones abiertas y aunque crean anticuerpos distintos, no siempre se bloque el virus.

Si un paciente ha tenido varias infecciones pasadas y un sistema inmunitario debilitado, puede influir, y mucho, en el riesgo de desarrollar una tormenta inflamatoria que module la respuesta y la exagere hasta el punto de que los linfocitos no respondan.

¿Por qué puede ser mortal la COVID-19?

Cuando hemos escuchado en alguna ocasión que el coronavirus ha sido mortal para algunos pacientes, estamos hablando siempre de pacientes que tenían patologías precisas (concomitantes) que hace que aquellos tengan una cierta relación de fragilidad-contagio importante. Esto ha producido que el cuerpo se someta a un estrés intenso y su capacidad de resistencia haya mermado debido a la situación que provoca el coronavirus con la tormenta de citoquinas citada anteriormente.

Entre las diversas enfermedades que la hacen una enfermedad importante para personas de riesgo, están los pacientes diabéticos; los hipertensos; los que tienen antecedentes cardiovasculares; las personas obesas; las que tienen un sistema inmunitario comprometido; las personas con cáncer y las que tienen la enfermedad respiratoria crónica (EPOC) entre otras.

Todas las personas que tengan una forma de inmunodepresión en algún grado o aquellas que utilicen fármacos que comprometan las enfermedades autoinmunes o autoinflamatorias pueden ser víctimas de un proceso agudo ulterior.

En estos casos, no está probado en muchos pacientes que su enfermedad crónica sea un aliciente para que la COVID-19 les perjudique más. No existe, en el fondo, ninguna certeza acerca de los tratamientos que se han puesto a pacientes con coronavirus de aquellos que han sido tratados para otras enfermedades sistémicas

¿En qué influye en el sistema cardiovascular?

Debido a una artículo que fue publicado en la revista The Lancet Respiratory Medicine, en donde se alarmaba del grado de afectación de los pacientes con hipertensión y diabetes (y si estos pudieran estar o no en peligro debido a la medicación extendida entre ellos), se supo que los IECAS y los ARA-11 aumentarían la puerta principal de entrada del virus a las células y daría lugar a infecciones más complejas.

Las enfermedades cardiovasculares pueden disminuir mucho la capacidad de resistencia ante un estrés como el de la COVID-19, si bien, en pacientes hipertensos se ha visto que causa daños invisibles en muchos órganos y, con ello, disminuye la resiliencia del paciente.

Por otro lado, también afecta a los enfermos obesos a quienes provoca un estado de inflamación crónico que puede empeorar con el curso de la infección y producir una disminución de la capacidad pulmonar. Además, esta enfermedad afecta a los tejidos del corazón y al endotelio (la pared interna de los vasos sanguíneos). Este daño endotelial difuso podría ser uno de los causantes de la gravedad de la misma en muchos pacientes que no han sobrevivido en estos meses.

¿Qué sucede con la carga viral y la dosis infectiva de la COVID-19?

El mejor o peor pronóstico se ha visto enmarcado en pacientes cuya carga viral ha sido mayor. Según varios estudios realizados a pacientes, los que tenían hasta 60 veces más carga viral, han llegado a estar gravemente afectados y su pronóstico ha variado de leve a grave en cuestión de horas.

En este sentido, los sanitarios que han estado expuestos a dosis continuadas y altas del virus, han aumentado su riesgo pero sobre todo porque las mutaciones secundarias han hecho que exista poca respuesta a los antivirales que se han dado a tal efecto.

En algunos casos, en los voluntarios inoculados con dosis crecientes de virus de la gripe A, los que recibieron concentraciones mayores presentaron más síntomas. De ser cierta la hipótesis, se podría considerar, que tanto la genética como el ambiente podrían predisponer a nuestros genes a tener síntomas más graves y, sobre todo, a no poder predecir el grado de afectación del coronavirus.

No se puede predecir qué van a encontrar, pero los tiros apuntan a variaciones en los receptores que usan los virus para entrar a la célula o a la respuesta de defensa generada. En cualquier caso, todos estos los resultados podrían servir para conocer mejor la enfermedad, y muy probablemente no se podrán usar para clasificar el riesgo de cada persona, según alerta uno de los investigadores.

No se sabe a ciencia cierta el porqué, pero se barajan hipótesis como la influencia beneficiosa de los estrógenos en la respuesta inmunitaria de las mujeres o una peor salud de base en los hombres por hábitos poco saludables, como son el tabaco o el alcohol. Como factor ambiental, influye también la contaminación del aire: las personas que han vivido durante años en zonas contaminadas parecen tener un riesgo mayor de pasar por síntomas más graves pero todavía no se sabe qué es lo que ha hecho que el sistema inmune no responda en muchos casos.

Las dudas de la infección por coronavirus

Lo que se ha llamado hoy enigma por la enfermedad y, por ello, lo derivado de sus consecuencias, muchas de las infecciones y, sobre todo, causas que han hecho que algunos pacientes incluso mueran o tengan secuelas de por vida, nos hace creer que sigue siendo un enigma sin resolver.

La gran incógnita en esta pandemia sigue siendo la afectación de la misma a personas jóvenes sin comorbilidades que se enferman sin ningún preámbulo y por otro lado, cuál es la razón que afecte más a hombres que a mujeres. En relación a cómo abordar la enfermedad cuando realmente el control de la infección no está resuelto, también es otra pregunta que varios investigadores se están haciendo con los estudios de varios casos que han atendido.

Todos los datos que acompañan a casi todos los supuestos, se basan en el riesgo de los pacientes afectados, dado que por su grado de exposición al virus (carga vírica) su enfermedad se alargará más (hasta sesenta días en los casos más largos), o será prácticamente inapreciable, (en los casos leves). En todo ello, se deduce que el quid de la cuestión radica en la carga vírica y, expresamente, en la salud y comorbilidades de los pacientes afectados. En los otros supuestos aún están lejos los investigadores de dar respuestas que explique qué ha pasado y cómo se comporta esta nueva enfermedad.

 

Ana De Luis Otero
PhD, Doctora C.C. Información - Periodista - Editora Adjunta de Periodistas en Español - Directora Prensa Social- Máster en Dirección Comercial y Marketing - Exdirectora del diario Qué Dicen - Divulgadora Científica - Profesora Universitaria C.C. de la Información - Fotógrafo - Comprometida con la Discapacidad y la Dependencia. Secretaria General del Consejo Español para la Discapacidad y Dependencia CEDDD.org Presidenta y Fundadora de D.O.C.E. (Discapacitados Otros Ciegos de España) (Baja Visión y enfermedades congénitas que causan Ceguera Legal) asociaciondoce.com - Miembro Consejo Asesor de la Fundación Juan José López-Ibor -fundacionlopezibor.es/quienes-somos/consejo-asesor - Miembro del Comité Asesor de Ética Asistencial Eulen Servicios Sociosanitarios - sociosanitarios.eulen.com/quienes-somos/comite-etica-asistencial - Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland) - Libros: Coautora del libro El Cerebro Religioso junto a la Profesora María Inés López-Ibor. Editorial El País Colección Neurociencia y Psicología https://colecciones.elpais.com/literatura/62-neurociencia-psicologia.html / Autora del Libro Fotografía Social.- Editorial Anaya / Consultora de Comunicación Médica. www.consultoriadecomunicacion.com Actualmente escribo La makila de avellano (poemario) y una novela titulada La Sopa Boba. Contacto Periodistas en Español: [email protected]

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