El presidente estadounidense, Donald Trump, quien dejará el cargo el 20 de enero de 2021, anunció el pasado jueves 10 de diciembre, el reconocimiento de la «soberanía marroquí» en el Sáhara Occidental. A cambio, Marruecos se suma a Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudán, en el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Israel.
Se trata del primer país en reconocer esa soberanía a la vez que anuncia la apertura de un Consulado estadounidense en Dajla, en el Sahara y se aprueba la venta de armamento a las fuerzas armadas marroquíes, en especial, drones avanzados de combate.
El diario The New York Times cifra en tres mil millones de euros –de ellos mil para armamento- la inversión global a Marruecos que le ha prometido Trump.
El lenguaje del anuncio sobre el Sahara utilizado por Trump es claramente sugerido desde Rabat, donde viajó su yerno meses atrás para cerrar el acuerdo: «Hoy firmé una proclamación reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. La propuesta de autonomía seria, creíble y realista de Marruecos es la única base para una solución justa y duradera por una paz y prosperidad perdurables».
Incluso usó otro mantra que suele repetir la diplomacia marroquí, que fue el primer país en reconocer la independencia de Estados Unidos en 1777 queriendo compararlo con la situación actual.
Curiosamente, entonces era para desgajarse del Imperio británico, y ahora se trata de ampliar fronteras de forma unilateral. Pero mejor, se podría comparar con lo sucedido un siglo después en su país, la conquista del Oeste por los colonos que ocuparon las tierras de los indios nativos, que acabaron siendo la minoría, lo mismo que los saharauis en el territorio donde vivían.
La embajada estadounidense en Rabata se ha apresurado a presentar el mapa de Marruecos sin la división del territorio del Sahara como aparece en los organismos internacionales y la gran mayoría de países del mundo. El problema es que se trata de un mapa falso que incluye el territorio que no controlan fuera del muro o la ciudad fantasma de La Guera, donde no ondea la bandera de cinco puntas.
Entre las reacciones dentro de Estados Unidos destacan varias como las críticas del ex secretario de estado James Baker y del ex consejero de Seguridad John Bolton, quien fue el tercero que sirvió a Trump. Por cierto, ambos republicanos.
Bolton considera que el todavía presidente «abandona treinta años de política estadounidense sobre el Sahara».
Baker fue enviado especial en el Sahara y dio nombre a los dos intentos frustrados de alcanzar un acuerdo y el referéndum, Plan Baker uno (2000) y dos (2003, aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU) calificó la decisión como «impactante y profundamente decepcionante».
El también ex enviado especial de Naciones Unidas para el Sahara de 2009 a 2017, Christopher Ross sostuvo que la decisión “contraviene el compromiso de los Estados Unidos con los principios de no adquisición de territorio por la fuerza y el derecho de los pueblos a la autodeterminación, ambos consagrados en la Carta de la ONU. Es cierto que hemos ignorado estos principios cuando se trata de Israel y otros, pero esto no es excusa para ignorarlos en el Sahara (…) En resumen, la decisión asegura la continua tensión, inestabilidad y desunión en el norte de África”.
Del mismo modo, se han manifestado varios senadores, entre ellos el demócrata Patrick Leahy: «no se puede negar unilateralmente el derecho internacional», el republicano Jim Inhofe (Rabat lo considera su ‘bestia negra’ por su largo apoyo a los saharauis, incluso dentro de la sala del Senado) y la representante de la Cámara de Representantes, la demócrata, Betty McCollum, que criticaron el anuncio de Trump.
El presidente del comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, el demócrata Eliot Engel, advirtió que la medida presidencial rechaza «los canales multilaterales y pacíficos para la resolución de conflictos».
Habrá que esperar los pasos que adopte el futuro presidente demócrata Joe Biden, pero en Marruecos ya se han apresurado a explicar que no será revocada la declaración de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara.
El reconocimiento es un quid pro quo que supone ocupación por ocupación, a Trump le interesaba sobremanera sumar acuerdos a su ‘Acuerdo del Siglo’ sobre Israel y Palestina, por mucho que el ministro de Exteriores marroquí, Nasser Bourita, en unas rocambolescas declaraciones, quiera separar una cuestión de la otra, y pretenda negar la «normalización» con Israel.
La relación con Israel incluye vuelos directos, intercambios diplomáticos –de momento, sin embajadas-, cooperación económica, cultural, y también militar aunque esta no ha trascendido. No hay que olvidar que Israel ayudó a construir el muro del Sahara.
Y es que la presencia de la religión judía en Marruecos data de siglos, con la presencia de judíos sefardíes, muchos expulsados de la España de los Reyes Católicos. De los 250.000 judíos que había en 1956, en un lento goteo y tras la primera guerra árabe-israelí fueron emigrando principalmente a Israel, Canadá y Francia, ahora apenas quedan unos cinco mil.
No obstante, muchos de sus descendientes ocupan cargos en la política israelí y se calcula que son unos 70.000 los que viajan a Marruecos anualmente.
En Marruecos existe un fuerte movimiento contra la llamada «normalización» con el estado de Israel. El movimiento Justicia y Caridad señaló que el pueblo marroquí «no aceptará el vínculo entre este acuerdo de normalización y la cuestión del Sahara».
Mientras, el presidente del Gobierno, Saadedín El Ozmani señaló que el reconocimiento del Sahara es una «victoria histórica» pero a la vez, se muestra solidario con los palestinos y en contra del ‘Acuerdo del Siglo’. Otros dirigentes de su formación, el Partido Justicia y Desarrollo (PJD), consideran que la normalización con Israel es una «amenaza» y las juventudes de la formación rechazan la «normalización con la entidad sionista».
Mientras, Naciones Unidas, evidentemente sigue considerando que el anuncio de Trump no cambia los hechos, el tema del Sahara un asunto de un territorio no autónomo, pendiente de descolonización, y así sigue figurando en su agenda. No obstante, el fracaso de la Minurso, la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara, es más que evidente y su papel, totalmente ninguneado -hay que recordar la pasada expulsión de efectivos por parte de Marruecos- y con año y medio sin enviado especial para la zona.
No se olvide que ahora, como en el caso de Palestina precisamente, es ocupación por ocupación, y las resoluciones de Naciones Unidas se quedan papel mojado, así el Sahara tendrá el dudoso honor de ser el único territorio sin descolonización de toda África y sin la posibilidad de poder elegir su futuro por sus habitantes.
Por cierto, figuran en ese territorio Gibraltar, reclamado por España, y las islas Malvinas, que reclama Argentina. La diplomacia británica siempre señala que no puede negociar sin contar con los deseos de sus habitantes, e incluso señalan que, en Gibraltar, se ha consultado a la población al respecto, cuestión que en el Sahara es soslayada.
Del mismo modo, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ya declaró que el Sahara es un territorio separado de Marruecos a efectos legales.
España
En cuanto a España, una de las primeras consecuencias del anuncio de Trump es el aplazamiento de la Reunión de Alto Nivel (RAN) a febrero, oficialmente, por la pandemia.
En Marruecos se apresuran a indicar que muchos países se sumarán a la decisión unilateral de Estados Unidos, incidiendo en el papel del vecino español.
Es harto improbable que esto ocurra, por un lado, ya se ha expresado la ministra española de Exteriores, Arancha González Laya, quien ha insistido en el respeto a las resoluciones de Naciones Unidas sobre el Sahara. Además hay más datos, entre ellos, una opinión pública española prosaharaui –una última encuesta digital cifraba ese apoyo en un 65 por ciento-, y el Instituto Elcano, de momento, no actualiza los datos de hace cinco años que mostraban el apoyo español al Sahara. Su última cifra, 58 por ciento a favor.
Incluso medios muy poco proclives a la causa saharaui, como el diario El País, sorprendieron con un editorial en defensa del derecho internacional y del Sahara ante el «atropello de la legalidad internacional» y la «decisión errónea» de Trump.
Pero además, hay que tener en cuenta otras variables como las sentencias del Tribunal Europeo sobre el Sahara o el inquietante precedente de Kosovo, donde la declaración unilateral de independencia, con apoyo claro y explícito de Estados Unidos, no fue secundada por España, ya que existen muy serias lagunas legales en el Derecho Internacional en la citada declaración.
Un último apunte histórico sobre España, la RAN de febrero con Marruecos se celebrará a apenas cinco meses de un importante Centenario, el desastre de Annual, hechos históricos que incomodan en la memoria de ambos países.
En Marruecos, Abdelkrim es un caudillo incómodo, de difícil encaje en su historiografía oficial, creó la efímera República del Rif y murió en el exilio en Egipto. En España, el desastre de Annual tuvo como consecuencias la dictadura de Primo de Rivera, para evitar la caída del rey Alfonso Trece, ‘El Africano’, quien no pudo evitar su salida posterior en 1931.
En cuanto al futuro del territorio del Sahara, tan solo mencionar unos datos obvios, que sigue, no se olvide, dividido desde 1975. Marruecos sigue sin el control del cien por cien del antiguo Sahara español, por mucho que haya ganado la franja desde el Guerguerat hacia Mauritania y mucho menos ha ganado aprecio en la población originaria saharaui excepto los clanes del poder. La represión interna prosigue en las ciudades.
Por otra parte, la guerra de hostigamiento y desgaste iniciada en noviembre por parte del Polisario contra el muro marroquí prosigue y, finalmente, puede ocurrir algo parecido a Kosovo, países reconociendo la soberanía marroquí, consulados incluidos en el territorio, pero este manteniéndose legalmente como ‘no autónomo’ y pendiente de descolonización por la ONU. No se descarte tampoco la división del territorio y la ratificación de la RASD en el territorio que controla el Polisario.
El censo que hizo en su día Naciones Unidas para el referéndum está depositado en Ginebra, mientras, más de 170.000 refugiados siguen esperando en los campamentos de Tinduf, más de cuatro décadas. Mientras haya un saharaui, sin duda, seguirá existiendo el deseo de expresar libremente su voluntad sobre el futuro de su tierra.