«Sauvage» (Salvaje), tan dura como sentimental, cuenta una realidad social inaguantable si no fuera porque el personaje central tiene una dimensión humana muy especial, muy «pasoliniana».
En efecto, Léo, el joven casi adolescente que se prostituye y se droga en el bosque de Estrasburgo, está magistralmente interpretado por Felix Maritaud («120 pulsaciones por minuto»), quien ha encontrado todos los matices posibles para este «puto» (como se llama él mismo) enamorado de su compañero de faena, que vende su cuerpo experimentando emociones y frustraciones, que fuma crack con la mayor indiferencia, que en un momento dado opta por la seguridad de unirse a un hombre mayor y que finalmente elige la libertad, la libertad también de seguir en su descenso a los infiernos.
Formalmente casi un documental, Camille Vidal-Naquet, quien debuta en el largometraje con esta película, sigue a su personaje con la cámara al hombro «como si persiguiera a un leopardo». Ha elegido la forma más «real» de presentar el día a día de Léo, un auténtico salvaje frágil y bruto a la vez, un «chapero» homosexual de poca monta que practica la prostitución asumida como único medio de subsistencia en una vida totalmente marginal, que cada noche se vende por unos pocos euros, que a veces encuentra un momento de deseo o ternura, e incluso puede dormir con algún compañero fortuito, y otras es víctima de comportamientos sádicos, que duerme en la calle… todo contado de forma directa, frontal, sincera y sin tabúes, sin obviar las escenas de sexo puro y duro, pero sin caer en la pornografía.
Desgarradora, demoledora, impresionante, conmovedora, imposible de olvidar…la crítica internacional no escatimó adjetivos cuando «Salvaje» se presentó en el Festival de Cannes en 2018. Violenta y cruda, «Salvaje», película de muchas soledades, le valió a su protagonista el Premio al Actor Revelación en la Semana de la Crítica: «La fuerza vital de Léo es de un valor inmenso, su marginalidad es profundamente política, su salvajismo va acompañado de una grandeza moral casi crística» (Marcos Uzal, Libération).