Ileana Alamilla[1]
Si tan solo pudiéramos hablarnos con ese lenguaje claro, directo y sin tapujos con el que los obispos abogaron por la convivencia fraterna entre nosotros. Ya nos hemos habituado a la violencia, en todas sus manifestaciones, a hacernos los disimulados o ver hacia otro lado cuando hay alguna acción incorrecta o ilegal, a fingir desconocimiento o simplemente a seguir acomodados en la indiferencia.
Guatemala enfrenta todos los problemas juntos en un mismo momento. La pobreza y la desigualdad, que son aspectos indispensables de abordar y resolver, no con paliativos, sino con decisiones de fondo, aunque haya de cargar con los ataques de quienes se niegan a compartir. Ese es un asunto de elemental humanidad, tolerarlos significa insensibilidad social traducida en sufrimiento para la mayoría.
Hablamos de la impunidad y delincuencia de toda calaña, pero su combate queda a cargo de unos pocos; se tolera, fomenta y propicia la debilidad de las instituciones de manera irresponsable, generando una situación de incertidumbre para el país que después todos vamos a pagar y otros se van a beneficiar. También insistimos en incentivar la falta de credibilidad en las entidades públicas y privadas, en señalar y acusar a los y las funcionarias, no importa si con esos señalamientos se atropella la dignidad y honorabilidad de quienes merecen respeto; estimulamos las desconfianzas colectivas, lanzamos toda clase de descalificativos y acusaciones, unos a otros. Como se ve, urge curarnos.
La Conferencia Episcopal puso el dedo en esa llaga, llamó a construir el país en la paz y la fraternidad, pero afrontó con mucha transparencia las debilidades de los poderes que tienen en sus manos labrar ese propósito. Al Congreso se le pide que trabaje para lo que se les eligió y por lo que se les retribuye con significativos ingresos; al Ejecutivo le sugiere impulsar un nuevo modelo de desarrollo; y al Judicial, que promueva la justicia sin intereses y sin ceder a presiones. Directo y al grano, sin ofensas, demandando lo que al Estado le corresponde hacer, nada más.
Diputados, Presidencia y sistema de Justicia, ¿podrían ustedes actuar en consecuencia con lo que se les está demandando y cumplir con sus funciones, con la Constitución y con sus conciencias? Esas son las respuestas que esperamos con urgencia antes de sucumbir en el abismo. También hubo mensaje al sector empresarial a impulsar un desarrollo inclusivo, dejando de lado las ambiciones desmedidas que se llevan por delante al medioambiente y a la justicia en el campo laboral. Hemos tenido ya suficientes fracasos, frustraciones y sufrimiento como para que los empresarios sigan resistiéndose a los cambios necesarios en el país.
Quisiéramos que cedieran un poquito, no compartiendo sus fábricas, fincas o negocios, sino aceptando otro modelo menos excluyente y concentrador y, aunque les duela, mejorando la estructura tributaria de Guatemala, la más baja de América Latina. A los sectores sociales los invito a no recurrir a la violencia y no transgredir los derechos de los demás. El mensaje ya se le entregó al gobierno y va para todos(as).
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.
¿Y ellos qué transparencia y qué cuota de poder están dispuestos a dejar en manos públicas? (son los que siempre dicen «haz lo que te decimos pero no lo que hacemos»)