El domingo 4 de diciembre de 2016, la firme movilización cívica en Dakota del Norte contra el desarrollo de un oleoducto de las empresas Energy Transfer Partners (ETP) y Sunoco Logistics (SL) tuvo su recompensa. Los sioux de Standing Rock, que han encabezado la resistencia pacífica contra ese proyecto, han contado con la solidaridad de otros pueblos y tribus de los Native Americans; también de grupos ecologistas y de la izquierda estadounidense, así como de militares veteranos ahora implicados en luchas civiles de los Estados Unidos.
Cartel de solidaridad con los sioux de Standing RockEstá previsto que el discutido oleoducto recorra casi 1900 kilómetros y atraviese cuatro estados. La idea es llevar hacia el sur el petróleo extraído en Dakota del Norte casi desde la frontera de Canadá hasta Illinois.
Después de la elección de Trump como presidente -tan legal como controvertida- los choques en torno a las aguas de Standing Rock se habían acentuado. Trump apoya tanto el uso de energías fósiles como los planes de ETP y SL. Por su parte, los sioux de Standing Rock denuncian –desde hace meses- que la perforación de sus tierras bajo las aguas del río Misuri – y más allá también, bajo el Misisipí- rozaría lugares que esa nación considera “sagrados”. Se incluyen ahí alguno de sus cementerios. Pero tanto o más importante para ellos es que el oleoducto amenaza sus fuentes de agua potable, en las cercanías del Lago Oahe. Éste se sitúa a menos de un kilómetro de la reserva sioux de Standing Rock.
La resistencia empezó en la primavera
En abril, una mujer sioux, LaDonna Brave Bull Allard, concentró la protesta en un centro “para la resistencia cultural contra el oleoducto”. En verano, ese campamento fue ampliándose y reunía ya a millares de personas, muchas de ellas indígenas (‘nativos americanos’). Por el contrario, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército (Army Corps of Engineers, ACE), responsable de la certificación medioambiental del proyecto, no encontró inconvenientes para llevarlo a cabo. En julio, lo confirmó así y sugirió que había que hacerlo con rapidez.
Para entonces, Standing Rock agrupaba cada día a más colectivos que apoyaban a los sioux. Éstos alegaban diversos incumplimientos legales y la insuficiencia del informe medioambiental del ACE, que consideran superficial. Defienden también que merecen el respeto de sus tradiciones y de los viejos tratados que implican una relación bilateral de las naciones sioux con Washington. El concepto utilizado es ‘de gobierno a gobierno’.
Desde septiembre, aumentó notablemente la cifra de quienes se oponen activamente al recorrido del oleoducto. Aumentaron proporcionalmente también los choques con las fuerzas de seguridad. Hubo cargas contra quienes protestan a diario y docenas de detenciones. Asimismo, se agudizó una cierta guerrilla mediática. A primeros de septiembre, las grúas y los bulldozers arrasaron un pedazo de tierra “sagrada”. Los sioux de Standing Rock no sólo siguieron resistiéndose en el lugar previsto -con otros miles de activistas-, sino que presentaron diversos recursos jurídicos y legales.
Al empezar diciembre, en Canadá, miembros de la nación mohawk de Kanesatake acompañados de otros ciudadanos, bloquearon durante horas carreteras cercanas a Montreal en solidaridad con la lucha de Standing Rock y en defensa de los derechos de los indígenas. Desde hace décadas, los amerindios de Kanesatake han vivido una serie de conflictos con el estado canadiense y eso los convierte en un grupo especialmente sensible a los problemas de sus (relativamente) vecinos sioux.
Ante la victoria, desconfianza
La continuidad de la resistencia cívica y legal dio resultados el domingo 4 de diciembre. Finalmente, el ACE decidió que el trazado previsto tendrá que buscar desvíos alternativos para respetar las corrientes de agua sioux, sus cementerios y sus tierras sagradas.
El texto del ACE considera los argumentos ecológicos y de mantenimiento de los suministros tradicionales de agua potable para miles de personas, que no fueron tampoco tenidos en cuenta –hasta ahora- con el argumentario habitual de las ‘necesidades’ energéticas. Está previsto que 570.000 barriles de petróleo bruto bajen de Dakota hacia Illinois.
Dave Archambault II, jefe sioux de Standing Rock, ha declarado que no se oponen a la independencia energética de Estados Unidos, ni a los imperativos de seguridad nacional, pero exigen respeto a los pueblos indígenas: “Le damos las gracias al presidente Obama y a los departamentos administrativos que han tomado la decisión del domingo. Corrigen así el curso de la historia y actúan con buen sentido”.
En estas fechas, los activistas acampados contra el oleoducto sufren unas temperaturas glaciales. Y tras diversos choques con las fuerzas del orden, las autoridades de Dakota del Norte habían amenazado con expulsarlos un día antes. Pero en ese ambiente tenso y glacial expresaron su alegría por la nueva decisión del ACE. Insisten, sin embargo, en que seguirán reunidos en Standing Rock para evitar sorpresas.
Diversas autoridades federales han reconocido que “se estaban menoscabando los derechos tribales que se apoyan en leyes federales y en tratados ‘de nación con nación’ y que la consulta a los jefes tribales, así como la mejor evaluación del impacto ambiental, son imprescindibles”.
Entre los títulos más llamativos que los resistentes se han dado a sí mismos, está el de “protectores del agua”. Estos días recordaban el famoso proverbio de los indios cris (que viven en Canadá): “Sólo cuando hayan cortado el último árbol, cuando hayan envenenado el último río, cuando haya pescado el último pez, únicamente en ese momento se darán cuenta de que no pueden comer su dinero”.
Trump ha confirmado la semana pasada su apoyo al oleoducto. Él mismo es uno de los inversores de la empresa ETP, cuyo director general Kelcey Warren consta como donante (100.000 dólares) de la campaña del presidente electo.
Las empresas implicadas en el oleoducto han presentado apelaciones en los tribunales contra la decisión del ACE, que paraliza momentáneamente el proyecto. Han pedido la intervención urgente de los jueces y alegan que prohibirles atravesar el Misuri en ese punto puede costarles centenares de millones de dólares.
De modo que la euforia del domingo ha producido dos posiciones entre los acampados. Hay quienes creen que no puede haber marcha atrás. “Es algo sólido. Aunque se diga lo contrario, Trump no puede volver atrás”, declaraba Jumping Buffalo (Búfalo Saltarín), de los sioux de Standing Rock. Otras personas implicadas en la resistencia, como Tom Goldtooth (Diente Dorado), de la Red Medioambiental Indígena (Indigenous Environmental Network), tienen una opinión distinta: “Nuestra gente nativa tiene todas las razones para seguir desconfiando”. Elouise Brown, veterana de las fuerzas armadas y del Consejo de Mujeres de la tribu de los navajos, ha prevenido también contra el desmantelamiento del campo: “No hay que confiar en lo que dicen. Lo que hicieron el domingo sólo busca que agarremos nuestras cosas y nos marchemos. No debemos ser tan estúpidos”.
El excandidato presidencial y senador Bernie Sanders ha elogiado a Obama por “escuchar a los indígenas americanos y a millones de personas más que creen que ese oleoducto no se debería construir”. Sanders ha recordado los argumentos contrarios al uso de energías fósiles y el debate mundial sobre la aceleración del cambio climático. Un debate planetario.