Sobre la fotografía: Manuel López

La luz de esta fotografía hoy ya no se puede medir. Se ha apagado por un instante hasta que en su viaje al lugar en donde le esperan, pueda encontrar qué diafragma y qué velocidad tendrá que poner para que esa escena sea única, absolutamente única. La llegada a la casa del Padre que con tanta devoción acompañó sus últimos días, será eso, justamente eso; un bellísimo escenario en donde solamente un grande puede medir la luz que hay.

Gallego de sangre, ciudadano del mundo, hombre de fe y habitante de Denia, Manuel López se despide un doce del doce en un año que termina ayudando a nuestro querido editor, con quien codo con codo, luchó en el frente desde aquella época en donde la libertad, no se podía medir. Cabal y capaz, ayudó a sus amigos y se comprometía con ellos. Así lo hizo con Rafael Jiménez Claudín a quien apoyó en la época de los setenta cuando todo estaba por hacer, y todo fue hecho.

Un hombre que vio, midió y encontró la verdadera luz de las personas. Creyente hasta la médula fue un eficaz protestante en estos tiempos en donde nada es verdad y quizá todo llega a ser mentira. La mirada de Manuel acaso era distinta. Su capacidad para analizar y ver la realidad pasaba por la excelencia a la hora de conocer cuál era el diafragma, cuál, la obturación y si la raza de ese fotógrafo podía catalogarse de profesional.

Manuel López sacó de su forma de ver el mundo, el análisis profundo y perfecto de todo cuanto tenía que ver con la fotografía; esa que amaba y que daba a cada lector cuando editó Foto. Me recuerdo de niña cuando apenas levantaba un metro y poco del suelo, cómo compraba esa revista y leía todo cuanto figuraba en ella. No teníamos acceso a la información, y menos a la especializada, pero un pionero llegó cuando llegan los profesionales y él lo fue. Maestro de fotoperiodistas ensalzó como nadie cómo se construye una imagen para representar la grandeza de la información.

Era un hombre cabal, sereno, en su mirada siempre había un cariño que nunca cesó; el inmeso amor por su familia. Le recuerdo perfectamente en alguna reunión que compartimos cómo se excusaba porque Rosa le estaba esperando. Cómo hablaba de sus hijos a quienes adoraba y con quien trabajaba codo con codo. Lo que me dejaba anonada era su infinito amor por Rosa Medel; ella es todo para mi, me dijo en una ocasión, somos una familia muy unida. En ella parte de Manuel nacía y existía. Ella era la fuerza que le daba vida para seguir en el oficio de la edición y en la aventura de saber y conocer todo sobre la fotografía. Así era él.

Un protestante que llegó a ser una de las mejores personas que he conocido en este oficio tan desgastado que a veces te hace conocer a las personas desde donde suceden; un hombre afable y conciliador y sobre todas las cosas, un gran ser humano. Al llegar a escribir unas letras para un hombre como Manuel, todas las palabras se llenan de dolor cuando hablamos de pérdida. Hemos perdido a un amigo, a un hombre generoso, a un fotógrafo, a un maestro, a un abuelo y a un padre, hemos perdido a Manuel López y con él una parte de nuestra retina dejará de ver la fotografía. Porque él era eso; la belleza de la fotografía dispuesta a ser admirada. Su cultura distaba mucho de otros que dicen saber esto o aquello y se sienten ilustrados por tener másteres. La generación de Manuel se hizo un hueco en la historia de la fotografía de este país llamado España y sin él, todo hubiera llegado, acaso más tarde.

Mi recuerdo se conserva con una sonrisa. Su semblanza de ser un periodista de raza de esos que no nacen en un siglo y con él se va un pedazo de nuestra historia también.

Gracias amigo por enseñarnos a apretar el botón, por corregirnos los gazapos que a veces no distinguimos, por mostrarnos la belleza del amor hacia los tuyos y por enseñarnos a creer en Dios. Sin Él, una parte tuya hubiera sido distinta y sin, ti, una parte nuestra, ya lo es.

En su último correo me decía, «Muchas gracias, querida Ana María, por tu carta. Carta que enmarcaré por el grandioso cargamento de ánimo y fuerza que me das..:»

Descansa en paz en ese lugar en donde la belleza todo lo enmarca y la luz es, inmensamente generosa.

Ana De Luis Otero
PhD, Doctora C.C. Información - Periodista - Editora Adjunta de Periodistas en Español - Directora Prensa Social- Máster en Dirección Comercial y Marketing - Exdirectora del diario Qué Dicen - Divulgadora Científica - Profesora Universitaria C.C. de la Información - Fotógrafo - Comprometida con la Discapacidad y la Dependencia. Secretaria General del Consejo Español para la Discapacidad y Dependencia CEDDD.org Presidenta y Fundadora de D.O.C.E. (Discapacitados Otros Ciegos de España) (Baja Visión y enfermedades congénitas que causan Ceguera Legal) asociaciondoce.com - Miembro Consejo Asesor de la Fundación Juan José López-Ibor -fundacionlopezibor.es/quienes-somos/consejo-asesor - Miembro del Comité Asesor de Ética Asistencial Eulen Servicios Sociosanitarios - sociosanitarios.eulen.com/quienes-somos/comite-etica-asistencial - Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland) - Libros: Coautora del libro El Cerebro Religioso junto a la Profesora María Inés López-Ibor. Editorial El País Colección Neurociencia y Psicología https://colecciones.elpais.com/literatura/62-neurociencia-psicologia.html / Autora del Libro Fotografía Social.- Editorial Anaya / Consultora de Comunicación Médica. www.consultoriadecomunicacion.com Actualmente escribo La makila de avellano (poemario) y una novela titulada La Sopa Boba. Contacto Periodistas en Español: [email protected]

2 COMENTARIOS

  1. Conocí a Manolo a finales de los años setenta, creo, y luego trabajé con él en Foto Profesional, Revista Foto y en otras tareas y proyectos.
    Luego, fuimos colegas y competidores de buena ley.
    Era un buen hombre y muy buen compañero, con sus virtudes y defectos, como todos.
    Hace años dejo Madrid y, salvo algún correo esporádico, perdimos contactos.
    A falta de otro medio de comunicación, envío mis mejores deseos a su esposa Rosa y a sus hijos, de mi parte y de mi mujer.
    Descanse en paz, pero que siga escribiendo algún artículo de vez en cuando, desde donde quiera que esté.

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