La organización radical islámica Al Shabab fue considerada durante años la fuerza más unida y poderosa en el estado fallido de Somalia, pero ahora se desmorona como un castillo de naipes por profundas divisiones internas, informa Muhyadin Ahmed Roble (IPS).
Ese es el diagnóstico de Abdiwahab Sheikh Abdisamad, profesor de historia y ciencia política en la Universidad Keniata, en Nairobi: Al Shabab se está dividiendo «en pequeños minigrupos que luchan entre sí por diferencias ideológicas», y se encuentra «al borde de una guerra civil interna», dijo a IPS.
La organización se atribuyó en septiembre la toma de cuatro días del centro comercial de Westgate en Kenia, que terminó con más de 70 muertos. También se adjudicó un atentado explosivo de la semana pasada en Adís Abeba, la capital etíope, en el que murieron dos somalíes que se cree serían los propios perpetradores.
Pero el grupo, formalmente vinculado a Al Qaeda a partir de 2012, se encuentra dividido en dos facciones que se disputan el liderazgo: los yihadistas (combatientes islámicos) extranjeros y los somalíes nacionalistas.
Abdisamad opina que estas divisiones son una oportunidad de oro para que el gobierno federal somalí se acerque a los elementos menos extremistas de la organización.
Si el gobierno de Somalia no capitaliza la situación y no se acerca a la facción nacionalista, los yihadistas ganarán la lucha interna y se harán más fuertes, alertó.
«Entonces, el futuro de Somalia será incierto, la estabilidad de la región quedará en riesgo, y también la del resto del mundo», sostuvo.
Abdisamad señaló que esa guerra interna se hizo evidente cuando dos cofundadores y líderes del grupo, Ibrahim Haji Jama y Moalim Burhan, fueron asesinados en junio, al parecer por sus propios compañeros.
Sobre la cabeza de Jama, más conocido como «Al-Afghani» (el afgano) por haber sido entrenado por Al Qaeda en Afganistán, pesaba un pedido de captura con una recompensa de cinco millones de dólares.
Pero el jeque Abdiaziz Abu Musab, portavoz de Al Shabab, negó las divisiones y dijo que Jama y Burhan murieron en un tiroteo originado cuando se resistieron a un arresto ordenado por un tribunal somalí.
El mes pasado fueron asesinados por miembros de Al Shabab dos yihadistas extranjeros: el estadounidense Omar Hammami, conocido como Abu Mansoor al Amriki, uno de los más buscados del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos y por quien se ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares, y el británico de origen pakistaní Osama al Britani.
Al Amriki es quizás quien más propaganda haya hecho de Al Shabab gracias a sus vídeos de rap en inglés. En 2012, fue el primer miembro en revelar, a través de Internet, que se alejaba del grupo porque su vida estaba en peligro.
Al Amriki escapó y sobrevivió a varios intentos de asesinato de la unidad Amniyat, división de inteligencia de Al Shabab encabezada por el líder supremo del grupo, Ahmed Abdi Godane, también conocido como jeque Mujtar Abu Zubeyr.
Finalmente, Al Amriki fue asesinado en septiembre.
Abdisamad señaló que Godane es partidario de una yihad (lucha) mundial, y que cree que Somalia le pertenece a los musulmanes de todo el planeta.
«La facción yihadista global tiene una agenda que va más allá de Somalia, y quiere propagar el Islam desde China a Chile, desde Ciudad del Cabo hasta Canadá», explicó.
Otro miembro del grupo vinculado a la facción nacionalista, jeque Hassan Dahir Aweys, huyó de la base más grande que aún le queda a Al Shabab, en Barawe, ubicada unos 180 kilómetros al sur de Mogadiscio. Decidió rendirse ante el gobierno somalí luego del asesinato de Jama y Burhan.
Según Abdisamad, los nacionalistas son menos extremistas, y su intención es establecer un estado islámico solo en Somalia, sin intervenir en otros países.
«La facción religiosa nacionalista está en contra de globalizar el conflicto somalí, de los asesinatos indiscriminados y de matar a clérigos, eruditos islámicos y a cualquiera que no esté a favor de los combatientes. Desde hace años están en campaña para reemplazar a Godane, aunque han fracasado», explicó el académico.
Se cree que las divisiones internas contribuyeron a que el grupo perdiera ciudades y pueblos estratégicos en el sur y centro de Somalia, incluyendo la capital, Mogadiscio.
El mercado capitalino de Bakara era una importante fuente de financiamiento. Los radicales extorsionaban a los empresarios y obtenían grandes sumas de dinero.
Las fuerzas somalíes y las tropas de la Misión de la Unión Africana en Somalia (Amisom) expulsaron a Al Shabab de Mogadiscio en 2011.
Exactamente un año después, el grupo perdió su última y más importante fuente de ingresos: el puerto de Kismayo, en el sur somalí.
Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Al Shabab obtenía todos los años entre 35 y 50 millones de dólares de los puertos de Kismayo y Marko, ahora bajo control de las fuerzas somalíes y de la Amisom.
«La pérdida de fuentes económicas y las divisiones internas llevaron a que cientos de combatientes desertaran de Al Shabab y se entregaran al gobierno», dijo a IPS el periodista somalí Mohammad Abdi.
El grupo ya no pudo pagar regularmente a sus combatientes «como solía hacerlo», explicó.
Las limitaciones financieras y las divisiones socavaron la moral de los combatientes. Cientos se entregaron al gobierno o huyeron a países vecinos.
Pero el parlamentario somalí Abdisamad Moalim Mohamud, exministro del Interior y de Seguridad Nacional, dijo a IPS que el grupo sigue siendo una amenaza no solo para su país, sino para la región y el mundo.
«Perdieron muchos combatientes y ya no se pueden enfrentar directamente a las fuerzas somalíes y de la Amisom, pero son más capaces de emprender una guerra de guerrillas con atentados suicidas y ataques sorpresa como el de Westgate en Nairobi y el complejo de la ONU en Mogadiscio», dijo Mohammad.
El legislador cree que la región debe intercambiar información de inteligencia y adoptar estrategias antiterroristas comunes para prevenir esa amenaza.